En la elección de constituyentes que se realizó en Chile el 7 de mayo, el oficialismo del presidente Gabriel Boric sufrió una dura derrota. Se votaron 50 consejeros constitucionales que van a redactar una nueva constitución, la que será sometida a referéndum con voto obligatorio en diciembre de este año. El Partido Republicano, liderado por el dirigente de derecha conservadora José Antonio Kast, obtuvo el primer lugar con el 36% de los votos. La fuerza política del presidente Boric, integrada por el Frente Amplio, el socialismo y el partido comunista, quedó en segundo lugar con el 28%. Chile Seguro, una fuerza de centroderecha liberal que responde al ex presidente Sebastián Piñera, obtuvo el 21%. Todo Chile, una alianza de centroizquierda articulada alrededor de la Democracia Cristiana, tuvo sólo el 9%. En el último lugar se ubicó el populismo de derecha del Partido de la Gente, con el 5,3%.
Las tres expresiones de la derecha sumadas obtuvieron el 62%. El partido liderado por Kast logró 23 constituyentes, los suficientes para impedir y vetar el nuevo texto. A ellos se sumarían probablemente los 11 de Chile Seguro, coalición de los partidos Renovación Nacional (RN) y la Unión Democrática Independiente (UDI), con lo cual tendría mayoría de 34 constituyentes.
El Congreso trabajará en paralelo con un grupo de 24 “expertos” elegidos por los diputados y senadores, y que cohabitará en el Consejo Constitucional, que trabajará durante 5 meses el texto que será sometido a plebiscito el domingo 17 de diciembre.
El rápido desgaste del presidente Gabriel Boric que significa el resultado de la nueva elección de constituyentes de Chile, expresa también lo que está sucediendo con los gobiernos “progresistas” de la región.
El gobierno de Pedro Castillo en Perú se desgastó rápidamente, derivando en su destitución. En el caso de Bolivia, la vuelta al poder de Evo Morales a través del presidente Luis Arce generó un conflicto político entre ambos que ha precipitado una crisis económica que afecta la gobernabilidad. El presidente colombiano Gustavo Petro ha sufrido también un rápido desgaste, sin haber alcanzado resultados relevantes en su política de “paz total” para pacificar el país, ni en materia económica, habiendo girado hacia posiciones más radicalizadas en las últimas semanas. En el caso de Lula en Brasil, muestra dificultades para comenzar a cumplir sus promesas de campaña, recibiendo crecientes críticas desde los mercados y por su política exterior independiente respecto al tema de Ucrania.
En alguna medida, el “progresismo” latinoamericano, que no tiene respuestas convincentes en materia de seguridad pública -se está transformando en la primera demanda social en la región-, comienza a sufrir un proceso similar al de la socialdemocracia europea.
Pero también el rápido desgaste es un fenómeno bastante general en la política occidental, más allá de las posiciones ideológicas de los gobiernos.
No obstante, el resultado de la elección de constituyentes chilenos afianza la hipótesis de que se está produciendo un giro a la derecha en los procesos electorales de la región.
El triunfo del Partido Colorado en Paraguay -una fuerza de centroderecha- y ahora la de la derecha en la de constituyentes en Chile, parecen un punto de inflexión. Si fuerzas de esta orientación ganaran en Guatemala y Argentina en los próximos meses, se produciría un cambio de tendencia.
Es que 4 triunfos seguidos hacia la derecha comienza a diseñar un escenario semejante al que tuvo lugar desde el triunfo de Mauricio Macri en Argentina casi 8 años atrás, en 2015, que fue seguido por victorias electorales de derecha o centroderecha en Chile, Colombia y Brasil, entre otros.
Cuatro años después, en 2019, la victoria de la fórmula Fernández-Fernández en Argentina marcó un punto de inflexión que derivó en un cambio de tendencia, con triunfos “progresistas” de nuevo en Chile, Colombia y Brasil, pero también en Perú y Bolivia. De acuerdo a este análisis, el referéndum que perdió el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso -un empresario y financista-, sería el último triunfo electoral de la centroizquierda en la región, antes de que los de la derecha en Paraguay y Chile inicien un ciclo en sentido contrario. También puede señalarse que el desgaste es más rápido. El cambio de tendencia que antes requería 8 o 12 años, ahora se produce en sólo 4, que es la duración del periodo de gobierno en la mayoría de los países de la región.
Al mismo tiempo, la ultraderecha va sustituyendo al centroderecha en los procesos electorales de la región. Esto ha sido muy claro en la elección de constituyentes de Chile, donde el partido republicano de José Antonio Kast ocupó el primer lugar, superando ampliamente al centroderecha del ex presidente Sebastián Piñera.
Se trata de una manifestación regional de un fenómeno común en el mundo occidental, que tiene como exponentes más importantes a Donald Trump, que va por su reelección en noviembre de 2024, y a Jair Bolsonaro, que no ha renunciado a la política. El candidato de esta orientación en Argentina, Javier Milei, es quien lo expresa más claramente, diciendo: “Yo soy Trump, Bolsonaro y el partido Vox de España”.
Sea derecha conservadora, populista o nacionalista, el punto de inflexión en perjuicio del voto progresista se está concretando.
* Rosendo Fraga es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.