Más de 700 mil soldados integraron las tropas con que Napoleón invadió Rusia en 1812. Casi tres cuartas partes cayó en los campos de batalla en aquella debacle militar que Tolstoi retrató en su monumental Guerra y Paz.
También concluyó en derrota la invasión nazi de 1941. Aquellas victorias del zar Alejandro I y de Stalin rondaron la advertencia con que Vladimir Putin respondió a la idea planteada por Emmanuel Macron: enviar tropas occidentales a Ucrania.
La respuesta del jefe del Kremlin fue aún más lejos, ingresando de en la dimensión siniestra de la amenaza atómica. “Tenemos armas capaces de alcanzar sus territorios”, dijo el presidente ruso refiriéndose a los países europeos y sus aliados americanos. Y habló de “una amenaza real de que se utilicen armas nucleares, lo que significa la destrucción de la civilización”.
El peligro de exterminio de la especie humana en un holocausto atómico existe desde las últimas décadas del siglo pasado, cuando los arsenales nucleares alcanzaron dimensiones que podrían crear un infierno planetario. Pero es la primera vez que el líder de una potencia con arsenales atiborrados de ojivas y misiles intercontinentales y de mediano alcance, incluye en una amenaza la posibilidad destruir “la civilización” entera.
Putin ya había amenazado con la guerra atómica. Fue al comienzo del conflicto cuando Ucrania, recién invadida, reclamó el ingreso inmediato a la alianza atlántica para que las potencias occidentales intervengan directamente en la guerra contra Rusia, en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, por el cual si un estado miembro es atacado el bloque militar debe entrar en acción contra el país atacante.
Ahora volvió a exhibir su disposición a librar la guerra que nunca ocurrió en virtud de la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD por su sigla en inglés), que a esta altura de la carrera armamentista sería de Destrucción Total Asegurada.
Fue la respuesta a la carta que Macron mostró estar dispuesto a jugar: el envío de tropas occidentales a Ucrania.
A la propuesta del presidente francés se sumó poco más tarde Úrsula Von del Leyen. La presidenta de la Comisión Europea sugirió usar los activos congelados de Rusia para financiar la compra de armas y municiones para Ucrania.
Esa dura propuesta potencia la posibilidad insinuada por Macron. Si bien dijo que “no hay consenso en este momento” para enviar tropas a Ucrania, añadió que “no se puede descartar ninguna opción” porque la decisión es que “haremos todo lo necesario para que Rusia no pueda ganar esta guerra”.
Ese es el mensaje que lee Putin: de manera terminante, Europa decidió que Rusia no debe ganar la guerra.
Mientras la decisiva ayuda norteamericana sigue trabada en el Congreso por los republicanos que responden a Donald Trump, el discurso europeo cada vez deja más en claro que de regresar a la Casa Blanca el magnate neoyorquino, Europa tendrá que reinventar su sistema de defensa prescindiendo de la alianza con Estados Unidos. Para Bruselas, Trump es uno de los activos estratégicos con que cuenta Putin.
Lo que están haciendo los republicanos trumpistas en el Congreso es absolutamente funcional al jefe del Kremlin y está inclinando la guerra a favor de Rusia. Las fuerzas ucranianas retroceden por la falta de municiones, aunque Rusia está evidenciando que le falta músculo para dar el golpe de gracia.
De todos modos, la posibilidad de que Ucrania pierda definitivamente el apoyo masivo que recibió de Estados Unidos, pone a Europa ante una decisión dramática: sin el apoyo norteamericano, una de las pocas chances que existen de vencer a Rusia está en enviar tropas europeas a Ucrania. O sea, el tan temido choque directo entre la OTAN y el gigante euroasiático.
Esa potencial confrontación que podría desembocar en una guerra nuclear, rondó como un fantasma en el inicio del conflicto. Con el avance de la contraofensiva ucraniana, ese peligro fue perdiendo intensidad, salvo por las reiteradas amenazas que hacían el presidente ruso y el número dos del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvediev, de usar armas atómicas.
En estos meses tan dramáticos para Ucrania porque Trump, bloqueando la asistencia militar, inclina el conflicto a favor de Rusia, a la posibilidad de un choque directo la ha empezado a plantear Europa.
El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte no dice que ocurriría si ejércitos pertenecientes al pacto atlántico son atacados en un país que no es miembro de la alianza atlántica. Pero la historia en marcha ha demostrado, en Vietnam, Irak y otros escenarios bélicos, que el artículo 5 no cubre esa posibilidad.
Lo que está sugiriendo Europa es que, con o sin Estados Unidos y con o sin el membrete de la OTAN, el choque militar entre potencias occidentales y Rusia es una posibilidad real.
*El autor es politólogo y periodista