¿Qué estamos diciendo?

El uso de muchas locuciones que en la actualidad para los hablantes muy jóvenes pueden resultar incomprensibles, han servido para otorgar al mensaje connotaciones especiales y, al mismo tiempo, de modo económico e ilustrativo.

¿Qué estamos diciendo?
Muchas veces las expresiones de una generación son difíciles de comprender para otras.

Al hablar, nos diferenciamos entre otros factores, por la edad y, en consecuencia, por el empleo de giros y expresiones que han caído en desuso o que han pasado a integrar, según Raffaele Simone, el “almacén de palabras virtuales”.

Si alguien llega con un niño a cuestas, sobre los hombros o las espaldas, podemos decir que lo lleva “a babuchas/a babucha”. Lo mismo podría haberse indicado usando los sustantivos que señalan el lugar donde se carga a la criatura. Es una locución de tipo coloquial, usada en nuestro país y en Uruguay.

Cuando el agua surge atropelladamente, como una erupción que se eleva sobre la superficie, decimos que lo hace “a borbollones” o “a borbotones”. Estas locuciones adverbiales significan “atropelladamente” y se vinculan, respectivamente, a los verbos “borbollar” y “borbotear”, de origen onomatopéyico, que se refieren al agua que “nace o hierve impetuosamente o haciendo ruido”.

En el ámbito laboral, se usa la expresión “a destajo”; dicho de un contrato o régimen de trabajo, indica que se paga por unidad de producto y no por el tiempo empleado en producirla: “Hicieron esa tarea a destajo”. Además, puede significar “con mucha prisa, en gran cantidad, intensamente”: “Se emborrachaba porque bebía a destajo”.

También se puede decir “hablar a destajo”, para señalar que se lo hace con exceso: “No se mide cuando toma la palabra, lo hace desmedidamente y a destajo”.

Una persona le cuenta a otra que ha guardado los bienes familiares “a buen recaudo”. ¿Qué significado posee el vocablo “recaudo” y la locución formada a partir de él? Entre las acepciones del sustantivo, nos conviene la que lo da equivalente a “precaución, cuidado”; por consiguiente, la locución significa “bien custodiado, con seguridad”.

Nos resulta inusual la expresión “a cascoporro” en ejemplos como “Bebieron café a cascoporro”. No figura en el diccionario de la lengua, pero averiguamos que es una expresión vulgar, usada en algunos lugares de España, como Castilla y León; su significado es “en exceso, con abundancia innecesaria”.

Tampoco escuchamos en Mendoza la locución “a la charamandusca”, de valor coloquial; es propia de Andalucía y significa “hacer las cosas de cualquier forma, sin cuidado, desordenadamente”: “Obra siempre sin reflexionar, a la charamandusca”.

Cuando vemos usada la locución “a humo de pajas”, con una negación, advertiremos que la intencionalidad es indicar que no “se hace o dice algo vanamente, sino con su fin y provecho”. Demuestra que la persona obra por interés: “No hace esto a humo de pajas, sino porque le da buenos réditos”.

Si alguien entra en un lugar y lo hace con llaneza, sin respeto ni permiso, se dice que obra “como Pedro/Perico por su casa”: “Al final, se movía en el sitio, como Pedro por su casa”. Hay que atribuirle a la locución un carácter positivo si se alude a la seguridad con la que se mueve una persona en una circunstancia que parecía adversa; pero, también, puede tener connotación peyorativa, al señalar exceso de confianza o impertinencia.

Cuando cualquiera de nosotros se cae con la cara o frente que miran hacia abajo, diremos que caímos “de bruces”. En general, esta locución acompaña a los verbos “caerse” o “irse”: “Estrepitosamente, cayó de bruces, con todos los paquetes desparramados”. A veces, se dice “darse de bruces”, equivalente a “tropezar de frente y de manera inesperada con algo o alguien”: “Al salir de aquel concierto, me di de bruces con ese músico al que tanto admiro”.

Desde el árabe, nos llega la palabra “balde”, que significaba “vano, inútil”; con ella se forman las locuciones “de balde/en balde” y “estar de balde”. Las dos primeras son equivalentes a “en vano, gratuitamente, sin coste alguno”; la tercera significa “estar de más, estar ocioso”. Escuchamos “Entró a la función de balde” y “Estaba de balde en esa reunión”.

Se vincula a “balde” el adjetivo “baldío”, que significa “vano, ocioso” y que se aplica a la tierra que no se labra: “Ese impuesto afecta a los terrenos baldíos”.

Decir “de ciento a viento” es indicar que algo sucede muy raramente, casi nunca. Se pueden utilizar otras expresiones, tales como “de higos a brevas”, que señala que transcurre mucho tiempo entre dos hechos. Esto se fundamenta en el hecho práctico de que, si bien ambos frutos provienen de la higuera, el nacimiento de unos y otras queda separado por un período de ocho a diez meses.

Alguna vez nos hemos encontrado en una situación difícil y comprometida; entonces, decimos que estamos “entre la espada y la pared”. Provendría de la esgrima puesto que, si alguien lograba llevar a su contrincante, a punta de espada, contra una pared, definía el pleito a su favor: podía matar al adversario o perdonarle la vida. Desde una perspectiva clásica, había una locución que aludía a que una persona podía estar entre dos peligros; si se escapaba de uno, caía en el otro de modo irremediable. Se usaba la locución “estar entre Escila y Caribdis”.

Si escuchamos decir, por ejemplo, “Hizo esa inversión, a sabiendas de que era riesgosa”, ¿qué hemos querido significar? La locución “a sabiendas” equivale a “de modo seguro, con conocimiento de algo, generalmente cuando se trata de algo malo”. También, puede significar “de forma intencionada, deliberadamente”: “No lo hizo de manera accidental, sino que obró a sabiendas de cómo procedía”.

Muchas veces debemos luchar denodadamente, con grandes dificultades y obstáculos. En esos casos, coloquialmente, puede usarse “a trancas y barrancas”: “Tuve que hacerme fuerte y, a trancas y barrancas, seguir adelante”.

¡Qué gratificante resulta escuchar acerca del modo de hablar de alguien que es “como un libro abierto”! Aquí, lo que se pondera es la absoluta claridad y precisión en la expresión: “Resulta un verdadero placer escucharlo porque es como un libro abierto”.

El uso de estas locuciones que, en la actualidad y para los hablantes muy jóvenes, puede resultar incomprensible, ha servido para otorgar al mensaje connotaciones especiales y, al mismo tiempo,de modo económico e ilustrativo.

*La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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