Quino y Mafalda, los inmortales

Quino confiaba que con cada relectura de Mafalda, Felipe, Susanita, nos volveríamos a reír... Y que él se seguiría preguntando -en el fondo- de qué nos reímos.

Quino y Mafalda, los inmortales
Quino y Mafalda, los inmortales.

“No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta”, Mafalda.

El 29 de septiembre Mafalda cumplió 57 años. Para aquellos que creen que la vida es un péndulo entre malas y buenas, también esta semana, el 30, se cumplió 1 año desde que Quino se fue de este mundo. Podríamos caer en el lugar común y decir que ese día, Joaquín Lavado dejó de tener 88 años para ser inmortal. Pero si había algo que odiaba el más original y creativo de los mendocinos eran los lugares comunes, así que le haremos un favor a su memoria y olvidaremos la oración predecesora.

Lo que sí podemos afirmar es que el hombre que nació en Guaymallén, se fue tempranamente a Buenos Aires y decidió volver a su provincia para pasar los últimos meses con su familia, dejó un puñado de enseñanzas que están más actuales que nunca.

1. Sobrevivir a Mafalda, la infinita

En 2004 tuve el placer de entrevistar a Quino, quien vivía en Madrid y desde allí distribuía sus páginas de humor a todo el mundo. Entonces confesó amargamente que sí, que había logrado sobrevivir a Mafalda. Que ya no le molestaban los reproches de a cientos por haber dejado, en los 70 (cuando salió su última tira), a tantos seguidores huérfanos de su personaje favorito. ¿Favorito? Necesario, mejor. Que lo hecho, hecho está y que Mafalda no volvería ni en tira, ni en película, ni en obra de teatro. Ni en figuritas. Que tampoco tenía más para decir sobre los temas de hoy, que son los de ayer. Quino nunca quiso contratar guionistas, tampoco quería seguir repitiéndose, no le interesaba seguir exprimiendo a su niña de oro, por más redituable que pareciera la idea. Lo dijimos, Lavado odiaba los lugares comunes y su pequeña creación ya lo había dicho todo. ¿O acaso alguien superó después a Los Beatles? ¿O terminó la disputa árabe-israelí? ¿O los argentinos superamos la crisis de sabernos argentinos? Que, total -me dijo- él confiaba en que con cada relectura de Mafalda, Felipe, Susanita, nos volveríamos a reír... Y que él se seguiría preguntando -en el fondo- de qué nos reímos.

“En el mundo cambió sólo la tecnología pero después todo sigue bastante igual de mal –dijo el humorista-. En una charla que di en Salamanca se comentó eso. Desde que yo dejé a Mafalda sólo cambiaron los nombres de las guerras y los villanos, pero todo lo demás sigue y bastante peor. A eso se le ha agregado el terrorismo globalizado que hasta hace poco no existía”.

Quino había dejado a Mafalda sólo para hacerla eterna.

2. El humor te hace libre

- ¿Cuando supo interiormente que aquel “nos tomamos unos días” de 1973, era un hasta siempre?

- Ya sabía de entrada que no volvería con la tira- dijo el historietista.

- O sea que nos engañó a todos.

- No, uno nunca está tan seguro de nada. Me costó bastante tiempo decidirme. Y siempre me atrajo más mi página de humor que sostener un personaje así.

- ¿Cree que Mafalda podría haber sobrevivido a la época del proceso?

- Supongo que no. Fue uno de los motivos para dejar. Ya se veía a la Triple A, se estaba poniendo fea la cosa. Había periodistas desaparecidos, tuve amigos desaparecidos...

- Cuéntenos el final de la historia. ¿Manolito compró el supermercado, Mafalda consiguió el puesto de traductora de la ONU, Susanita se casó…?

- No tengo ni idea (ríe). Nunca los pensé como personas de verdad, en serio.

Quino pinchaba los globos con facilidad. A veces los dibujantes son despiadadamente realistas. Claro, su tarea no es la de “divertirnos”, como podríamos creer. La misión del humorista es la de hacernos ver; la risa es apenas una de sus artimañas.

Quino fue el mejor de los mendocinos. Y el que al irse, más verdades nos dejó. Y eso sí es para toda la vida.

En definitiva, ¿de qué nos reímos cuando leemos Mafalda? De que el humor es lo único que puede vencer a la muerte. De eso nos reímos, querido Quino.

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