La pregunta que recorre Perú es si logrará Keiko Fujimori que la presión de los poderosos sectores que la apoyan actúe como la “mano invisible” de la metáfora de Adam Smith, pero en este caso guiando la revisión de actas y mesas impugnadas hacia una reversión del escrutinio. Una suerte de “fraude suave” que puede operarse cuando la diferencia de votos es mínima.
Pero es posible que no lo logre, porque la elección fue impecable y porque el sistema electoral peruano es sólido, blindado contra las presiones que buscan adulterar un resultado.
Mientras Keiko no logra robar el triunfo a Pedro Castillo, la pregunta que crece es hacia dónde se encaminará Perú. ¿Se sumará al eje del chavismo y el castrismo? ¿Al rumbo lo impondrá Perú Libre o el candidato que postuló ese partido?
Todo puede pasar. Es posible que Perú gire hacia La Habana y avance en la misma dirección que tomó Hugo Chávez y continuó Maduro, guiados por Fidel y Raúl Castro. Pero también es posible que mantenga la democracia y el rumbo económico que inició el régimen de Alberto Fujimori, institucionalizó Alejandro Toledo y continuaron Alán García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. Lo que ocurra depende de Pedro Castillo, o sea, depende cuál Pedro Castillo sea el que asuma la presidencia.
Sucede que, en términos ideológicos, es difícil definir al hombre que ganó la elección. Quienes lo acusan de tener apoyo de organismos vinculados a la guerrilla maoísta Sendero Luminoso, ocultan o ignoran que Castillo fue “rondero” y también dirigente de la organización que coordina las “rondas campesinas”, agrupaciones cuasi-paramilitares que además de combatir la delincuencia rural, combaten a las guerrillas.
A la política ingresó a través de Perú Posible, el partido de Alejandro Toledo, economista de la Universidad de Stanford cuya presidencia profundizó y consolidó la economía de libre mercado. Y se mantuvo en esa fuerza de centroderecha hasta el 2017, cuando desde el sindicalismo docente lideró el paro de maestros más prolongado que se haya realizado en el país. Esa huelga lo visibilizó a nivel nacional, dándole la imagen de sindicalista combativo. Por eso le ofreció su principal candidatura Perú Libre, el partido proclamado marxista-leninista y mariateguista por su líder, Vladimir Cerrón.
José Carlos Mariátegui fue el intelectual que realizó la primera traducción de El Capital, de Carl Marx, en Latinoamérica, además del ideólogo que incluyó, en su obra “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, el componente indígena en los procesos revolucionarios.
Cerrón no podía ser candidato del partido debido a la sentencia por corrupción que recibió cuando fue gobernador del Departamento de Junín. Por eso ofreció la postulación al sindicalista docente cuya imagen campesina y su trabajo de maestro rural lo fortalecía en el Perú agrario de las regiones selváticas y andinas.
Castillo hizo campaña levantando las banderas de ese partido marxista. Prometía un “Estado socialista”, cerrar el Congreso si bloquea sus políticas y una nueva Constitución que reemplace a la de 1993, para poner fin a la garantía constitucional a la economía de mercado. También prometía confiscaciones, estatizaciones y expropiaciones, además de controles a los medio de comunicación.
Al mismo tiempo, rechazaba el aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana, como hacen los más conservadores. Y al pasar a la segunda vuelta, emprendió un giro copernicano, colocando en posición de futuro ministro de Economía a Pedro Francke, a quién nadie puede considerar enemigo del capitalismo. Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú y asesor de Verónica Mendoza, candidata de centroizquierda, Francke pasó al frente a último momento, para tranquilizar a los sectores del poder que procuran el “fraude suave”.
Mientras un batallón de influyentes abogados se sumaba a la demanda de revisar actas antes de proclamar presidente electo al candidato de Perú Libre, Francke repetía en voz alta “no vamos a confiscar ahorros, no vamos a estatizar nada, no vamos a expropiar a nadie”. Y el equipo que dirige publicaba un documento comprometiéndose a respetar la independencia del Banco Central de Reserva y elogiando su labor en las últimas décadas. También se comprometió a mantener el equilibrio fiscal y a no cerrar importaciones ni imponer controles de cambio ni de precios. Francke parece una versión peruana de Luis Arce.
El actual presidente boliviano fue el exitoso ministro de Economía que mantuvo en pie el capitalismo durante los gobiernos de Evo Morales.
Por cierto, Arce y Francke no son libremercadistas ortodoxos. Pero Arce salvó con su heterodoxia inteligente las inversiones y la empresa privada del ala marxista del MAS.
Algo similar podría ocurrir en Perú. Cuando ya estaba claro que ganó el ballotage, Castillo se comprometió a respetar la Constitución. ¿Le alcanzarán sus giros copernicanos para hacer fracasar la presión fraudulenta del fujimorismo?