Con una decisión política que EE.UU. tenía pendiente con la comunidad internacional, el presidente Biden reconoció como un genocidio el exterminio de más de un millón y medio de armenios por parte del Imperio Otomano. El pronunciamiento fue en coincidencia con los 106 años desde el inicio de esa lamentable cruzada.
Hay que reiterar que Biden fue el primer presidente de EE.UU. en señalar la trascendencia de esa tragedia. Aunque a través de su comunicado pretendió justificar el silencio oficial de ese país durante décadas. “Cada año, en este día, recordamos las vidas de todos los que murieron en el genocidio armenio de la era otomana y volvemos a comprometeros a que esa atrocidad no vuelva a ocurrir”, expresó el primer mandatario con singular virtud diplomática.
Entre los pronunciamientos trascendentes sobre aquellos hechos se expresó hace casi 5 años el papa Francisco definiendo a la masacre cometida contra cristianos armenios hace más de cien años como “el primer genocidio del siglo XX”. En esa ocasión el Pontífice recibió críticas en Turquía, el país que heredó el Imperio Otomano, a lo que replicó: “No podemos callar lo que hemos visto y escuchado”.
Como era de esperar, el pronunciamiento de Biden generó sorpresa y malestar entre las autoridades turcas, que reconocen la muerte de muchos armenios en combate con los otomanos, pero siempre rechazando el calificativo de genocidio y cuestionando el número de víctimas, argumentando que se trató de una guerra y que hubo muertes en ambos bandos. Es importante señalar que en el número de caídos armenios (1.500.000) coinciden todos los historiadores.
Si bien son pocos los reconocimientos de genocidios en la comunidad internacional, partiendo del Holocausto contra los judíos aplicado por el régimen nazi hasta el más cercano de musulmanes de Bosnia tras la separación de Yugoslavia, el citado consenso académico (historiadores) sobrepasa claramente al de carácter político en el caso puntual de la guerra sufrida por los armenios.
De ahí la trascendencia de este pronunciamiento del presidente Biden, que a primera vista no busca tomar distancia o enemistad con el aliado gobierno de Turquía, sino poner las cosas en claro para continuar en una relación armónica superando condicionamientos que fueron prioritarios sólo para mantener una buena relación estratégica y comercial.
La Casa Blanca remarcó que Biden expresó al gobierno de Turquía su interés en una “relación bilateral constructiva con áreas ampliadas de cooperación y una gestión eficaz de los desacuerdos”.
Buenas intenciones, más allá de haber reconocido aquel ataque a la comunidad armenia, que alientan a una mayor armonía.
El mejor ejemplo es el de Alemania, que, tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, supo reinsertarse en el mundo civilizado reconociendo, incluso, la voracidad del exterminio de los judíos.