Los efectos económicos del Covid-19 exceden en mucho una caída del PBI, y afectarán casi todos los sectores productivos, e incluso de servicios.
La CEPAL en un informe reciente identifica tres grupos de sectores entre los más afectados por la crisis: fuertes, significativos y moderados. Entre los primeros menciona el comercio minorista y mayorista; hoteles y restaurantes; actividades sociales y personales, inmobiliarias.
Pero también todos sufrirán los impactos, veamos algunos: la actividad aérocomercial, sólo los viajes de negocios sumaban 1,5 billones de dólares, hoy operar con ocupación restringida, cambia radicalmente la ecuación costo-tarifas. Jack Ma fundador de Alibaba afirma que los bancos deben abandonar la mentalidad de “casa de empeño” que prestan sobre garantías y estimación de riesgos y no atienden nuevos proyecto y oportunidades para los jóvenes y países en desarrollo. La industria petrolera no podrá escapar a las opciones por energías limpias.
La gran mayoría de las empresas de América Latina registran considerables caídas de sus ingresos, tienen serios problemas para atender sus obligaciones salariales, impositivas, comerciales y encuentran dificultades para financiar capital de trabajo. Las orientadas a la exportación, enfrentan una reducción generalizada de la demanda externa y del retorno por exportaciones; las mercado internistas deberán soportar cambios en el consumo y estilos de vida. Pero todas afrontarán un cambio estructural regresivo, como la obsolescencia, devaluación y sobre dimensionamiento de activos tanto físicos (inmuebles, maquinarias, etc ) como intangibles (franquicias, patentes), con riesgo de devenir activos tóxicos, de baja calidad, difíciles de realizar.
Las universidades nunca volverán a ser las mismas tras el coronavirus, no sólo por la necesaria hibridación de clases presenciales con virtuales. Algunos impactos que no son inmediatamente visibles, adquirirán importancia en lo inmediato y en el medio y largo plazo; imponiendo una revisión integral de su misión, funciones, organización y planteles docentes.
UNESCO estima que más de 1.500 millones de estudiantes en 165 países no fueron a la escuela por el COVID-19. El IESALC dijo que al menos un tercio de los estudiantes y de profesores no tienen acceso a Internet, dificultando una transición a la educación virtual. Lo confirma una encuesta sobre la experiencia digital irlandesa: el 70% de los académicos nunca habían enseñado en línea antes de la crisis, es posible que estas capacidades hayan sido insuficientes para el repentino aumento de la demanda, y no todo el personal y los estudiantes estaban familiarizados con ellas.
Otro ámbito a considerar es el movimiento internacional de los estudiantes, si bien las fronteras entre países están cerradas de momento, las universidades deben, impulsar iniciativas internacionales en materia de docencia e investigación. Pueden perder un porcentaje de estudiantes internacionales. En EE.UU. los chinos e indios alcanzan el 33,7% y 18,4 % de la población estudiantil extranjera. Los candidatos a doctorado internacionales corren un mayor riesgo, ya que a menudo no cuentan con redes de apoyo locales y pueden verse además afectados por la situación en su país de origen.
He sostenido que la pandemia actuó como un acelerador del futuro, y este cambio en la dinámica de los acontecimientos, afectará también a el desarrollo y difusión tecnológica, la que se encuentra como conocimiento incorporado en herramientas, dispositivos, y procesos pero también como conocimiento tácito en los cerebros donde la velocidad de adquisición es notoriamente más lenta. Esto ha sido aprovechado por Google que por 300 dólares y en seis meses ofrece una formación y un certificado que equiparan al de una carrera universitaria. Al anunciar esta iniciativa Google indica que becarán 100.000 estudiantes que más lo necesiten. ¿Cómo competirán universidades tradicionales que tienen una matrícula que multiplica por mil este costo?
Asimismo, preveíamos que el impacto de las nuevas tecnologías sobre el trabajo aumentaría en forma dramática el desempleo y la obsolescencia de la formación profesional. Aquello que se esperaba paras las próximas tres décadas, ya quedó instalado entre nosotros y no hay marcha atrás.
La pandemia obligará a las universidades a cambiar carreras, contenidos, modalidad y tecnologías educativas afrontando ajustes en los costos de matrículas y mucho de los cambios podrían ser permanentes. Al tiempo que reformulan su articulación con productores y trabajadores de las comunidades locales y nacionales, para revalidar su responsabilidad y prestigio social, también una más estrecha colaboración y asociación entre gobierno, empresa y academia para abordar diversos problemas emergentes causados por el Covid-19, y participar de actividades de I+D+I.
Pero no se trata sólo de recuperar la funcionalidad que se tenía antes del covid, sino maximizar el empleo de los nuevos recursos tecnológicos, para basar la docencia en investigación y generación de proyectos, dando respuestas a los profundos cambios acelerados por la pandemia, que experimenta el mundo del trabajo.
*El autor es Doctor en Historia.