Decíamos hace unos meses (Los Andes, 19 de mayo), trazando una hoja de ruta trágica que se va cumpliendo inexorablemente, que la política económica actual implicó disminuciones notorias en los presupuestos de educación, investigación científica y salud y en los haberes jubilatorios.
¿Qué dice esto acerca de una sociedad cuando los presupuestos de educación y salud disminuyen, pero se encuentran recursos para comprar aviones de guerra, armas y fortalecer la SIDE?
Un presupuesto gubernamental nos dice algo más que el dinero que entra y sale. Nos informa claramente cuáles son las prioridades de quienes gobiernan, no las que alaban con insinceridad sino aquellas por las cuales están dispuestos a pagar con el dinero de nuestros impuestos.
Ocurre que en los gobiernos neoliberales los recursos destinados a educación y salud son considerados como un gasto cuando un elemental conocimiento económico hace comprender que, en buena parte, constituyen una inversión.
El desarrollo económico y social no está condicionado y limitado por la disponibilidad de recursos naturales, sino que resulta esencial la calidad de los recursos humanos, vinculada con la salud y la educación, que junto con la investigación científica constituyen inversiones determinantes de rentabilidad.
Y como es difícil dejar totalmente estas decisiones al ámbito privado, tienen que ser los gobiernos los que preponderantemente las financien.
Actualmente, la mayor parte de los asalariados tiene ingresos reducidos, que en proporción elevada cubren solo alimentos y servicios del hogar. Pero, al igual que la gente de grandes ingresos, están preocupados por mejorar su situación y la de sus hijos. Y, desde luego, no son menos competentes que quienes tienen mayores ingresos en lograr los mejores beneficios de sus limitados recursos.
La educación es una forma de acceder a mejores niveles de vida y determinante en la calidad de los recursos humanos, mejorando además sus criterios para tomar decisiones.
Los costos de educación no pueden ser considerados como un recurso consumido, ya que constituyen una forma importante de generación de capital humano, especialmente con el rápido avance de la tecnología.
Cuando en gobiernos anteriores se proporcionaban notebooks a los alumnos de nivel secundario, se facilitaba el conocimiento y dominio de técnicas sustancialmente importantes para el desempeño laboral.
Considerar la adjudicación de estos recursos como gastos constituye una miopía lamentable.
¿Qué ocurre con los recursos destinados a salud, esto es, prevención y cura? Obviamente se traducen en incrementos en la duración de la vida, con los consecuentes beneficios de ingresos y mejores posibilidades de adquirir capacitación y proporcionar bienestar y una mejor atención de los hijos, junto con la temprana y prolongada escolarización.
Considerándolo desde un punto de vista económico, una vida más larga, además de la satisfacción personal, constituye extensiones de la vida laboral, incluyendo reducción de ausencias por enfermedad, incrementando la productividad global. Los programas de salud pública, incluidos los calendarios de vacunaciones, constituyen inversiones en la calidad de los niños.
La existencia de mayores centros sanitarios permite el acceso a información y asesoramientos relevantes, participando en propuestas de educación y sanidad públicas, incluyendo información sobre nutrición, con mejoras en la calidad de la alimentación.
Las familias responden a incentivos implícitos que permitan el acceso a estos conocimientos, con la consecuente mejora en el bienestar familiar.
También es lamentable la disminución en los presupuestos universitarios. Eliminar becas de investigación y estudiantiles (que permiten que los estudiantes dediquen mayor tiempo a su formación e incluso que accedan quienes con insuficientes recursos no podrían hacerlo), disminuir los salarios docentes y no docentes y afectar los otros organismos de investigación científica tendrá consecuencias nefastas.
La calidad promedio de la población se vincula con el crecimiento del “stock” de administradores, ingenieros, médicos, contables y toda clase de estudiosos, investigadores y técnicos, constituyendo también un medio de crecimiento en la escala social. La investigación científica influye en la salud pública, permitiendo el control evolutivo de virus y enfermedades transmisibles, de creciente variabilidad, el suministro de mejores insumos y servicios sanitarios, el mejoramiento de procesos de la industria, mejoramiento de variedades y control de enfermedades de la agricultura, etc.
Si se piensa que los equilibrios presupuestarios se logran disminuyendo estas inversiones, ello determinará qué tipo de lamentable sociedad se está creando, por lo que urge restablecer correctas prioridades a corto plazo.
* El autor es profesor emérito de la UNCuyo.