Durante su paso por San Juan como gobernador, a principios d la década de 1860, Sarmiento se vio constantemente en la mira del Chacho Peñaloza y su montonera.
El caudillo había alcanzado el poder de La Rioja una vez muerto Quiroga.
Durante la presidencia de Mitre, que coincide en parte con la gobernación de Sarmiento en San Juan, atentó contra la organización institucional de la República, aunque en un primer momento colaboró con el Presidente.
Por ejemplo invadió Catamarca y Tucumán, debido al apoyo que estas provincias dieron al gobierno nacional.
Su montonera protagonizó espectáculos atroces donde no faltaron robos, violaciones y asesinatos.
Fue un agente de permanente belicosidad, acechando sobre las fronteras de San Juan, San Luis y Córdoba.
Tras ser vencido por las tropas nacionales, obtuvo una tregua —Tratado de la Banderita, 1862— con la condición de reconocer a las autoridades residentes en Buenos Aires.
Pero el Chacho no cumplió con su palabra y siguió instigando invasiones, aunque buscó no exponerse directamente, debido al compromiso.
Así, Peñaloza tuvo en jaque a las autoridades nacionales durante años.
El cobarde y espantoso asesinato que puso fin a sus días lo impregnó de un aura heroica que, como vimos, no lo representa con justicia.
A esto se sumó el maltrato a sus restos. Luego de acribillarlo, pese a haberse rendido, las tropas nacionales se ensañaron salvajemente con el cadáver del Chacho: separaron las orejas y la cabeza para exponerla sobre una pica.
Hacía dos meses que Sarmiento no tenía poder militar sobre la zona en la que se llevó a cabo el asesinato y, por ende, no fue quién dio la orden.
Sin embargo, festejó el hecho escandalosamente, por ende se lo vinculó y años más tarde fue culpado por sus opositores.
En palabras del mismo Sarmiento “le tiraban el cadáver del Chacho”.
Ricardo Rojas señaló al respecto en “El profeta de la Pampa”: “En 1868, cuando Sarmiento iba a ser presidente de la República, imputáronle por la prensa el crimen de Olta (asesinato del Chacho) y él contestó por la prensa, comprobando la verdad mediante documentos y testigos y dejando probada su inocencia. Esto se repitió en el Senado de cuerpo presente, siete años después”.
A esos documentos se refirió el sanjuanino en carta a su hermana Bienvenida: “Pregúntale a Rosario si se acuerda que al saber que el Chacho estaba en Caucete, la llamé y le dije: ‘dentro de dos horas esta casa será saqueada. No toquen nada. Sálvame estos papeles que son mi justificación ante el Consejo de guerra’. ¡Esos papeles vienen a salvarme hoy!”.
La acusación contra Domingo Faustino fue pronunciada por primera vez por el poeta federal Olegario V. Andrade y viralizada por el diario La Nación, del resto se encargaron diversos historiadores hasta la actualidad.
*La autora es historiadora.