Sin confianza social un país no puede funcionar

Las discrepancias sobre la política económica entre integrantes del equipo gubernamental; la elevada emisión de pesos y la falta de señales contundentes sobre el respeto a la propiedad privada y a la independencia de la Justicia generan un clima de desconfianza.

Sin confianza social un país no puede funcionar
Imagen ilustrativa / Archivo

Es preciso encarar con energía y decisión política este grave desafíoEl Ministerio de Economía de la Nación intenta corregir los desfases que se produjeron en el mercado cambiario durante el último mes, cuando se acentuó la preferencia de los inversores particulares e institucionales por el dólar. Las decisiones adoptadas por el ministro Martín Guzmán suponen una inusual enmienda al plan instrumentado por el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores el 15 de septiembre último. Los desacuerdos dentro de la administración de Alberto Fernández revelan los problemas que acarrea la falta de un plan común a los integrantes del elenco oficial. Las discrepancias sobre la política económica entre integrantes del equipo gubernamental; la elevada emisión de pesos y la falta de señales contundentes sobre el respeto a la propiedad privada y a la independencia de la Justicia generan un clima de desconfianza. Este es el principal punto a corregir, según acuerdan diversas entidades empresarias y economistas. La falta de expectativas en la gestión de Alberto Fernández dinamita cualquier medida que intente acortar la brecha entre el dólar oficial y las otras cotizaciones que sirven de referencia a la sociedad. Las últimas decisiones podrán ocasionar un alivio temporal en ciertos valores, pero no terminarán de atacar la cuestión de fondo, que es la carencia de un plan confiable que aliente la inversión y la actividad privada. Esa premisa es resistida por destacados exponentes del kirchnerismo, que sostienen que el mercado debe aceptar que la economía es manejada por el Estado. Los principios básicos de la economía enseñan que los agentes reaccionan a los incentivos. La experiencia contraria concluyó en 1989 con la caída del Muro de Berlín y de las economías controladas por el Estado. Si los estímulos están vinculados con el intento de controlar las decisiones en los negocios, además de una excesiva emisión de pesos, que los agentes no quieren, es lógico que se frenen las inversiones y que los ahorristas se refugien en el dólar para preservar el valor de sus billetes. La coyuntura –que registra una caída histórica en el segundo trimestre, con elevada desocupación y una pobreza que incluye a amplios sectores sociales– deja escaso margen de acción al Presidente. La estrategia de contener a varios grupos políticos en el seno del Gobierno muestra signos de debilidad. El primer mandatario debe elegir un rumbo para evitar una brusca devaluación por parte de los agentes económicos y el salto a una inflación incontrolable, que agravaría aún más las condiciones sociales. La administración nacional está obligada a ofrecer una visión más amplia que sólo la estrategia de enfrentar los movimientos en torno del dólar. Para ello, necesita un amplio respaldo de todos los actores y acuerdos básicos que incluyan qué tamaño de Estado están dispuestos a sostener los contribuyentes y cuáles serán sus funciones básicas. De allí surgirán mejores respuestas y la confianza necesaria para revertir la crítica situación, que serán superadoras a las medidas aleatorias para contener al dólar.

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