En la Mendoza sin reelección, hay una máxima que se cumple gobierno tras gobierno: el día después de la legislativa de medio término, el poder del gobernador empieza a decaer y llega a su piso en el mismo instante que se confirma quién será su sucesor. Desde este momento, dicen, hasta el chofer deja de abrirle la puerta del auto y sólo queda espacio para la nostalgia por los buenos tiempos pasados.
A Rodolfo Suárez incluso los más cercanos lo creían, hasta no hace mucho, condenado a repetir ese “ciclo vital” de casi todos sus antecesores.
Hay dos datos ineludibles que pueden llevar a esa conclusión. La sombra política de Alfredo Cornejo siempre estuvo presente y puede agigantarse si decide postularse otra vez en 2023. El otro es que el actual gobernador nunca construyó un sector propio en la provincia. Hay cornejismo, pero no hay suarismo. Y eso marca un desequilibrio entre los dos socios.
Suárez tiene sí un grupo que le responde, pero está limitado al radicalismo de Capital, siempre distante del resto, que se ha adueñado de la primera línea del Gobierno provincial, ocupa algunas bancas en la Legislatura y tiene en la municipalidad su “semillero”. Hay “suaristas”, sí, pero no se puede hablar de “suarismo”.
Esa carencia tiene su explicación: el Gobernador cree en otro modo de construcción política. Aunque su padre era el “dueño” del comité radical de La Consulta, Suárez reniega de la clásica rosca y apuesta al “clamor”.
¿Qué es el clamor según su concepción? Su alta imagen positiva. La razón que lo llevó a convertirse en candidato en 2019 por sobre Martín Kerchner, el preferido de Cornejo, y también su principal capital político hoy. Las encuestas mandan.
Si se quiere, su perfil es más parecido al de Julio Cobos y al de Horacio Rodríguez Larreta, el dirigente nacional de Juntos por el Cambio con el que más coincide sobre el futuro y al que el fin de semana pasado recibió con los brazos abiertos.
Pero tampoco hay que dejarse llevar por las apariencias y las palabras: que a Suárez no le guste destinar horas a la rosca, no quiere decir que la política y el poder le resbalen, como a veces él quiere hacer creer.
De hecho, hace meses empezó a planear cómo resistir el declive luego del 14 de noviembre, cuando las tensiones internas crecerán. El Gobernador necesita juntar fuerzas para tener voz y voto en decisiones clave.
La contraparte con la que deberá negociar es Cornejo, su socio pero también su opuesto en muchos sentidos, que en los últimos tiempos no ha disimulado algunas diferencias. La tensión se palpa.
Señales internas
La primera acción de Suárez para no ceder protagonismo fue exigir estar en la boleta como senador suplente. Él será dueño de la victoria también.
¿Era imprescindible? Seguramente no. Al fin de cuentas, toda legislativa es un plebiscito de la gestión de gobierno y no hace falta que el gobernador sea candidato para hacer campaña o aparecer en la publicidad.
Pero en el entorno del mandatario defienden la decisión con una chicana interna: “El Rody es el que mejor mide lejos y levanta la boleta, por eso el está al frente de la campaña”.
Esa postulación testimonial generó la primera diferencia pública con Cornejo: el diputado nacional y candidato a senador en primer término la consideró innecesaria en una entrevista que publicó Los Andes antes de las PASO.
“Se habrá asustado por el planteo judicial, porque antes de eso siempre apoyó”, retruca una fuente que estuvo en la definición de las listas.
Desde fines de setiembre, Suárez asumió el protagonismo casi absoluto de la campaña. Con la excusa de los actos de gestión, ha recorrido todas las regiones más con traje de candidato que de gobernador.
Quienes han hablado con él en los últimos días cuentan que está muy entusiasmado: “Dice que ni en los mejores tiempos de intendente sintió en la calle la devolución que he tenido de la gente en estos días”.
El miércoles inicia la veda para los actos de gobierno, pero Suárez continuará con caminatas por los departamentos. Si el porcentaje de Cambia Mendoza crece como creen en noviembre respecto de las PASO, él hará valer su aporte en el futuro.
El segundo movimiento para conservar poder lo hizo esta semana: desde la Municipalidad de Capital dieron como confirmado que Nora Vicario será la ministra de Cultura y Turismo cuando Mariana Juri deba asumir en el Senado nacional, descontando la victoria oficialista.
Vicario es una funcionaria que Suárez heredó de Víctor Fayad en Capital y se transformó en una de las personas de más confianza en la gestión municipal, tanto como Juri.
¿Por qué el apuro para dar el nombre? La explicación subterránea es que el cornejismo había hecho circular el de la senadora provincial Gabriela Testa, quien ya había remplazado a Juri en el gobierno de Cobos y presidió el Ente Mendoza Turismo (Emetur) en la gestión Cornejo. Con la filtración, se cerró esa posibilidad.
En el Gobierno provincial no se hicieron cargo de la confirmación. Pero es un hecho que Vicario será la ministra. Así, Suárez cambiará una figura propia por otra leal.
Juri además preside el Emetur, pero Vicario no asumirá esa función. Suárez ha decidido que otra persona lo haga y cuentan que le ha ofrecido el cargo al grupo de libertarios, liderado por Rodolfo Vargas Arizu, que en las PASO dio pelea interna en Cambia Mendoza.
Las diferencias y el futuro
Cornejo ha dejado ver en los últimos tiempos que no siempre está de acuerdo con Suárez. La unidad monolítica de los inicios, incluso en la reforma de la 7722 pese a no coincidir en los tiempos, parece haberse roto. “Unidad no es homogeneidad”, aclara un intendente.
Además de aquella toma de distancia con la candidatura a senador, el ex gobernador se pronunció contra la estatización de Impsa de la que participó la Provincia. “El Alfredo dijo eso porque no gobierna. Igual que De Marchi. Si hubiera pasado en su gestión, ¿habría dejado caer a Impsa?”, respondieron desde el Gobierno.
Otro desacuerdo que quedó en evidencia tiene que ver con la decisión oficial de avanzar con la licitación de Portezuelo del Viento sin la definición del laudo presidencial.
El gabinete es la cuarta diferencia. En una suerte de remedo de aquel “funcionarios que no funcionan” de Cristina Kirchner, pero en privado, el ex gobernador ha apuntado particularmente contra Ana Nadal (Salud) y Raúl Levrino (Seguridad). Con menos intensidad que antes, también contra Víctor Ibáñez (Gobierno).
Del otro lado saben de esos cuestionamientos velados, aunque no se dan por enterados: “Es raro. Nunca ha dicho nada en las reuniones de gabinete ampliado”, responde uno de los funcionarios que ha participado.
Pero más que lo que pasó, lo que importa a Suárez es lo que viene y allí asoman dos diferencias más, de mayor trascendencia. En 2022 empezará a palparse quienes están en carrera para sucederlo. Y la puja será dura. No hay números puestos, salvo que Cornejo quiera volver a postularse a la gobernación.
El propio Cornejo subió al ring en algunas entrevistas a Marcelino Iglesias, incluso por sobre Tadeo García Zalazar, su discípulo desde hace dos décadas. La movida suena a distracción: de esa forma, protege al intendente de Godoy Cruz del desgaste que significa estar tanto tiempo lanzado y a la vez evita que vuelva a pasarle lo mismo que con Kerchner.
Suárez no tiene ministros para proponer como candidatos. Todos coinciden en esa debilidad. Pero sí un intendente en el que confía plenamente: su sobrino, Ulpiano, que lo sucedió en Capital y ha ganado protagonismo en los últimos tiempos.
Esa definición no será fácil. Como tampoco lo será el momento en que deba manifestarse el posicionamiento nacional.
Cornejo apuesta a fortalecer la UCR y que un radical (empezando por él) compita en las PASO 2023 por la candidatura presidencial de Juntos por el Cambio. Pero Suárez planea ir por otro camino: aunque deba enfrentar a sus correligionarios en una interna, apoyará a Rodríguez Larreta. Casualidad o no, en una entrevista publicada el domingo por este diario, el alcalde porteño se mostró dispuesto a llevar a un radical como vice.