Supercepo: una decisión ineludible que dinamita la confianza en la economía

El Estado se ha quedado sin dólares y decidió establecer medidas que son de un fin de ciclo, que generan un punto de inflexión, que tienen un fuerte impacto en una población que compra en pesos y ahorra en dólares.

Supercepo: una decisión ineludible que dinamita la confianza en la economía

Con explícitas contradicciones y una comunicación deficiente, el Gobierno está dinamitando las incipientes posibilidades de reconstruir la confianza que le había dado el canje de deuda soberana y que necesita como el oxígeno para imaginar una reactivación sostenible.

El Estado se ha quedado sin dólares y decidió establecer medidas que son de un fin de ciclo, que generan un punto de inflexión, que tienen un fuerte impacto en una población con cultura bimonetaria, porque transacciona en pesos pero piensa, ahorra e invierte en dólares.

Esto es lo suficientemente grave como para dejarlo a tiro de una estrategia comunicacional que en base a gacetillas explica medidas que van directamente a contramano de lo que públicamente exponen los ministros y el propio Presidente.

Alberto Fernández había dicho que se evaluaban medidas para cerrar más el cepo. Martín Guzmán, ministro de Economía, lo contradijo. Y dos días después, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, anunció más restricciones cambiarias.

Pesce habló el martes con un reducido grupo de periodistas. La excusa fue el distanciamiento social. No hubo un mensaje claro a la ciudadanía sobre la gravedad de la contingencia y el porqué. La decisión genera tanto impacto que no debería haber lugar para el oscurantismo.

Hay un sesgo ideológico en el Gobierno que es más fuerte para sus integrantes que los datos de la realidad. Como cuando gobernaba Cristina Fernández de Kirchner, la construcción semántica dice que el mercado blue no le importa a nadie, que es ilegal y casi inexistente.

Pero el blue existe. La cueva es el lugar donde un ciudadano compra dólares para intentar resguardar sus ahorros. Desde la artificial convertibilidad de Carlos Menem para acá, todos los presidentes han devaluado: el peso perdió el 99,23% de su valor desde entonces.

Qué pasa con los depósitos privados

La actitud oficial de no ser claro ante un problema estructural genera desconfianza, incertidumbre y desorden. Desde el 2007, en la Argentina, un producto vale lo que quien le pone el precio dice que vale. No existen referencias. El consumidor está desamparado.

El Gobierno se mueve como si desconociera que en un mercado tan chico, un jugador agita una variable tan sensible como la del dólar con poco dinero. Y esto tiene su correlato en la inflación, en la vida diaria de la gente.

La gestión de Fernández no explica tampoco que hoy no existen riesgos para los depósitos en dólares que los ahorristas tienen en los bancos. Las entidades tienen liquidez, están sólidas. Los activos líquidos en moneda extranjera totalizaron el 74,4% de los depósitos en esa denominación en agosto, cuando un año atrás equivalían al 54,8%.

Más aún, los indicadores de liquidez que siguen los estándares internacionales del Comité de Basilea, continúan excediendo holgadamente los requisitos mínimos en todas las entidades financieras que son exigidos para un escenario de eventual estrés financiero por salida abrupta de depósitos.

Un Estado sin divisas

El cepo se cerró por algo concreto: el Estado no tiene más dólares. Hoy las reservas brutas son de 42.495 millones. Allí están los encajes (el dinero de los ahorristas), el swap con China, plata del Banco Internacional de Pagos de Basilea, derechos especiales de giro, el oro y los dólares del Estado.

El oro y los dólares del Estado son las reservas netas, que hoy –según estimaciones del mercado porque el Banco Central no lo revela- equivalen a 3.690 millones de dólares. Las estimaciones privadas indican que todo lo neto ya es sólo oro, que no hay más billetes.

Desde que asumió Fernández, las reservas brutas no sólo no aumentaron sino que cayeron en 1.290 millones. Y los depósitos en divisas del sector privado están en los 17.384 millones de dólares, unos 619 millones por debajo de aquel momento. En los depósitos de origen público (Nación, provincias, municipios y organismos) hay sólo 2.365 millones de dólares.

La Argentina pendular

“¡Es la crisis por la pandemia!”, argumentan en el Gobierno. Y es cierto. Pero no menos cierto es que hubo un superávit comercial de 9.573 millones de dólares entre enero y julio; no se está pagando deuda en moneda dura; y desde el 20 de marzo no existe turismo emisivo. Y a pesar de ello, las reservas caen.

El Gobierno está atacando la fiebre sin atender la causa que la genera: la desconfianza en la moneda local, la incertidumbre sobre la actividad económica en la pospandemia y las expectativas negativas sobre la situación macro e individual de cara al futuro.

Hay suficientes motivos para una referencia tan negativa: el salario promedio ha perdido por paliza contra la inflación desde 2018 para acá y, al calor de la política económica de Mauricio Macri, medido en dólares se ha derrumbado como nunca antes desde la salida de la hiperinflación del alfonsinismo.

Es un nuevo capítulo de la Argentina pendular. Cristina puso en 2011 un cepo que Macri abrió en 2015 con una fenomenal y abrupta desregulación financiera, digna de un país con una moneda fuerte y sin desequilibrios macroeconómicos.

Aquella decisión de Macri dio lugar a la fuga de capitales más abultada de la historia del país: se fueron 88.371 millones de dólares. Ahora, con el kirchnerismo, se vuelve una década para atrás pero con un cepo más duro que aquel sin que se frene la fuga de divisas y con el doble de pobreza que el registrado entonces.

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