En 1983, en los albores democráticos argentinos, todo el mundo se sorprendía de que en nuestro país las afiliaciones masivas de ciudadanos hicieran que tuviéramos los dos partidos más grandes de Occidente, el peronismo y el radicalismo. Tal era el entusiasmo y la fe popular en lo que estaba por acontecer. Así, durante 40 años ese bipartidismo dominó la política nacional. Primero como partidos en sí mismos, luego en coaliciones pero todo nuevo actor si no pasaba por el tamiz de uno u otro partido, no tenía destino político alguno. Le aconteció a los liberales con Menem, a los peronistas antimenemistas del Frepaso con De la Rúa, al progresismo con los Kirchner y al PRO con el radicalismo. Sin embargo, por primera vez en cuatro décadas (y si nos remitimos hacia atrás, muchísimo más) los dos grandes partidos son derrotados en una elección preliminar, ni siquiera por un tercer partido, sino por un nuevo líder surgido de las entrañas de la crisis que desde 1975, y sin solución de continuidad, ha convertido a la vieja Argentina de clase media, en la principal fábrica de producción de pobres de América Latina. No sabemos si está explotando el sistema de partidos tradicionales, pero sí que un huracán feroz y tremebundo le acaba de pasar por encima como nunca antes. Y en gran medida, con una extraña criatura emanada de la bronca y la indiferencia popular ante toda la política y todos los políticos, pero impulsada por esos mismos políticos que la intentaron poner al servicio de sus designios, hasta que la criatura se les fue de las manos. Y vayan a pararla ahora.
En 2015, cuando fue derrotado el peronismo por el macrismo, grandes olas de masas ciudadanas de clase media que se alzaron desde 2008 (con la crisis del campo) en adelante contra el ataque a las instituciones provocado por el cristinismo, y ocuparon las calles con movilizaciones de cientos de miles de personas, fueron el prólogo, la base social del cambio político. Era una oposición republicana contra el populismo. Se sabía muy bien, por ende, quiénes se enfrentaron al kirchnerismo y qué buscaban. Pero en 2023 se sabía poco y nada de lo que pensaba políticamente una sociedad inmersa en un estrepitoso silencio. Sólo se sabía que había mucho enojo ante tanto sufrimiento ocasionado por los de arriba hacia los de abajo, pero nadie conocía cómo se canalizaría ese inmenso dolor. Hasta que se supo: frente a un gobierno horripilante y al borde del vacío de poder, la tendencia principal de la sociedad se acercó mucho más al que se vayan todos del 2001/2 que a las movilizaciones ciudadanas contra los avasallamientos kirchneristas. Solo que esta vez hubo una fenomenal diferencia: los decepciones con todo y con todos encontraron una encarnación humana donde canalizar sus frustraciones. Una persona llamada Javier Milei, uno solo, sin partido y sin nada más que sí mismo, pero que supo expresar, a la vez, las protestas y también las esperanzas de la gente común. Y esa es la principal razón de su sorprendente éxito. Piensa ideológicamente muy parecido a Bolsonaro y a Trump, pero a diferencia de ambos, no tiene detrás ningún gran partido (ni siquiera uno razonablemente pequeño) ni ningún sector social, ni ninguna institución. Aunque, a falta de todo eso, contó con el apoyo invalorable de los grandes partidos que lo quisieron utilizar y al final, él, quizá sin proponérselo, los terminó usando a ellos.
La pusilanimidad de las estructuras partidarias que hizo que casi todas las provincias desdoblaran las elecciones provinciales (y hasta municipales como en gran parte de Mendoza) dejó las boletas de candidatos nacionales sin candidatos locales. Y en la gran mayoría de esos lugares, Milei arrasó o casi. Le fue menos bien donde también se elegían gobernadores e intendentes. Esas claudicaciones partidarias (porque no tenían como objetivo principal el desdoblamiento por federalismo electoral, sino el temor de quedar pegados a candidatos nacionales perdedores y así correr el riesgo de perder las quintitas locales) hizo que los aparatos no influyeran casi en la voluntad popular. Lo cual es muy bueno, aunque haya sido por malas razones.
Pero más importante que ese dato de decadentismo estructural de los partidos, fue la picardía dirigencial de los que vieron cómo utilizar a Milei contra adversarios que suponían más peligrosos. Los dos grandes partidos quisieron usar a Milei de colectora de sus votos, y al final terminaron siendo ellos colectores del libertario. Toda la selva trabajó para hacer rey al autodenominado león.
Lo alimentaron tanto que hoy no lo pueden creer. Para sumar contra el kirchnerismo, Mauricio Macri y Patricia Bullrich mimaron hasta el infinito al libertario. Supusieron, con razón, que las ideas de Milei estaban más cerca de los nuevos climas sociales que sobrevuelan no sólo en Argentina, y eso les permitió ganar la interna que ambos impulsaron contra Horacio Rodríguez Larreta, pero a un costo colosal porque a la gente no le gustó una oposición “racional” que durante todo el último año, cuando menos, protagonizó una interminable y agresiva interna. Cada vez que un potencial elector de Juntos por el Cambio decía: “Ufa, otra vez esos dos peleándose”, era un voto que se iba imperceptiblemente a Milei. Porque si los racionales son así, en una de esas mejor probar con el supuesto irracional. Eso fue determinante. Aunque suene absurdo o de imposible realización: si un año atrás se hubiera elegido al candidato único de Juntos por el Cambio tirando una moneda, los perjuicios casi seguramente hubieran sido menores frente a estas PASO tan mal planteadas. Y no hablamos de los pocos votos por lo que Milei superó a JxC, hablamos de la probable tendencia creciente que puede arropar al libertario al quedar como el líder del nuevo clima social. Habrá que ver si su voto fue una advertencia o una tendencia. Si fue una advertencia, la suerte se puede revertir. Si es una tendencia, está todo dicho. Para eso habrá que oler en el aire los vientos que soplan, que sin lugar a dudas son huracanados, como era lógica frente a uno de los peores gobiernos de todos los tiempos, o mejor dicho, frente a un no gobierno. No pidan mucha racionalidad a nadie cuando lo que tienen enfrente es la anarquía. Ya sea en la época de Cambalache, en el 2001, y en el 2023 también.
Milei ya se sacó de encima a su ex amiga, Patricia, a la que incluyó también en la casta. Macri todavía sobrevive en su aprecio en la medida que no lo enfrente. Y hoy Patricia no sabe si atacarlo o no, porque antes lo alabó demasiado para transformar en su enemigo a quien hoy le dice montonera, segunda (o quinta) marca, traidora y esto recién empieza. A Patricia, que pretende el voto liberal racional, si es muy agresiva eso le irá en contra. Mientras que Milei la puede insultar a troche y moche que eso no le restará un voto porque la suya es la bronca de gente que quiere un vengador que los represente frente a los culpables de sus desgracias. Milei jamás pidió ni ofreció racionalidad. Lo suyo es otra cosa.
Patricia venció a la moderación de Horacio que quería consensuar con toda la parte no K de la casta, incluidos los peronistas. En ese marco la inflexible era ella. Por eso no se acercaba a Schiaretti pero sí a Milei, como aquella que le daría sensatez al extremismo del libertario. Pero ahora ella quedó ocupando el lugar de Larreta y el que ocupó ella lo ocupa Milei que promete hacer más o menos lo mismo que Patricia pero mejor y más rápido. Por lo menos logró inculcar eso en el imaginario colectivo de millones de personas.
Pero lo de Juntos por el Cambio no es nada comparado con lo que hizo el peronismo para ayudar al anarco libertario conservador. Para sumar contra Juntos por el Cambio Massa le ofreció toda la ayuda posible que Milei aceptó, como no podía ser de otra manera porque será muy anticasta pero no tiene un solo pelo (y tiene muchos) de tonto. “Si logro dividir el voto opositor haciendo que Milei crezca un poquito (porque el loco mucho no puede crecer) y que JxC decrezca todo lo que se pueda, yo paso por el medio”, especuló Massa con picardía. Pero para eso se necesitaba un Milei de 15 o 20 puntos. No uno de más de 30 puntos y además primero. Ahora Massa, que tiene menos pruritos que Patricia, inició sus ataques a Milei porque empieza a ser más enemigo que el malo de Macri y los suyos. Sin embargo, Massa cree que puede ganar atemorizando a los trabajadores y a los más humildes con que le van a anular las conquistas sociales que les dio Perón. Diciendo que Macri y Patricia les van a quitar el aguinaldo o las vacaciones y que Milei va a eliminar el art. 14 bis donde están los derechos sociales. Pero se equivoca grandemente, porque a los pobres sin empleo formal que cada vez son más, esas conquistas sociales ya se las quitaron los herederos kirchneristas de Perón. Y por lo tanto no les importa perder lo que ya no tienen porque se las robaron los mismos peronistas. (1). Massa le habla a otro mundo y a otro tiempo. En realidad no sabe de qué está hablando, pero mucho peor, no sabe a quien le está hablando. En fin, que el utilizado terminó siendo el utilizador. Se volvió león y se quiere comer a todos los demás habitantes del bosque que no acepten que él debe ser el rey de la selva.
Cristina Kirchner es la única que al menos en las PASO salvó las papas en cuanto a sus objetivos, porque ella, que coincide con Macri en que el clima de los tiempos va hacia donde está parado el libertario, quiere ganar Buenos Aires pero le importa un pepino que gane Massa (y ni siquiera le disgustaría mucho que pierda). Entonces, aunque al borde, Cristina es la única que por ahora pudo poner a Milei al servicio de sus propios fines: si en la provincia de Buenos Aires gana Kicillof, que sin la presencia del libertario hubiera perdido por mucho frente a Juntos por el Cambio. A ella no le molesta, como a Macri, que Milei gane. Pero Cristina quiere protegerse del torbellino ocultándose en Buenos Aires, mientras que Macri quiere colgarse del huracán. Por ahora la madre y el padre siguen teniendo más resultados que sus hijos, aunque sus ambiciones sean más la de salvarse solos, que salvar a toda la familia. (2)
El hecho es que hoy el rey león dejó de ser un dibujito animado para crecer a niveles que lo ubican muy cerca de la presidencia si en la Argentina de la bronca infinita (esa causada por las puertas del infierno semiabiertas que al día siguiente de la elección Massa abrió del todo con la devaluación sin plan que Cristina le decía que era políticamente insostenible hacer) se confirma el clima social del que se vayan todos encarnado en una persona. De ocurrir eso, lo de Milei será un crecimiento geométrico. Y será imparable. Si en cambio, en la elección general la mayoría opta por un cambio más racional. él puede encontrar los límites en sus propias contradicciones y en las cosas imposibles que propone, pero por ahora nada indica que el país vaya para ese lado. Y en el gobierno, en vez de unirse todos para intentar solucionar los catastróficos problema que sobre todo Cristina y Alberto crearon, lo han dejado solo a Massa y culpado de todo a Macri. La locura por arriba es total, no le pidan una respuesta demasiado cuerda a la sociedad.
Frente a ese estado de ánimo colectivo que el gobierno no hace más que alimentar, Milei se presenta explícitamente como un profeta del Antiguo Testamento que viene a vengar las ofensas infringidas. Se pone por arriba y delante de la casta y en su programa ofrece, como recibidas de Dios, las tablas de la ley. No importa que sea imposible eliminar el BCRA o privatizar el CONICET o quitarle el monopolio de la fuerza al Estado o no negociar con China porque es comunista, o cien cosas más por el estilo que no podrá cumplir. Pero como la versión por derecha de la sublevación del mayo francés del 68, Milei podría decirle a la gente: “sean realistas pidan lo imposible”. Eso es lo que quiere la gente y eso es lo que él les está prometiendo. Si gobierna será otro cantar o en toda caso la culpa de no poder hacer lo que prometió será de la casta que aún sobrevive.
Estamos entonces frente a una creación perfecta gestada por la irracionalidad de la “casta” y la desesperación popular que ve a Milei como el mesías salvaje que con su ira divina vengará todas las ofensas, Andá a parar eso. Los huracanes de la historia, cuando se desatan, no los controla ni quien los desató ni quien los aprovechó. La cuestión de fondo será si alguien será capaz de cabalgar sobre la inevitable evolución para darle direccionalidad y sentido, o si el tifón seguirá sin conducción y sin control destruyendo todo a su paso.
Apuntes al pie de página en primera persona
(1) Hace muy poco tiempo atrás hubiera resultado inimaginable en el país peronista que resultara ganador, y más aún entre los pobres, un candidato que propone suprimir la justicia social. Algo que está conceptualmente en las antípodas de mi pensamiento (hace décadas que admiro la socialdemocracia que Milei repudia, y hoy más que nunca). Pero si la justicia social que quiere eliminar Milei es la que aplicó el peronismo durante los últimos 20 años, yo coincido con Milei.
(2) Es una opinión mía, personalísima, pero aun así me parece más un dato que una opinión: Que al menos hasta el día de hoy, los únicos dos políticos pertenecientes a la casta que Milei quiere expulsar del templo que se alegraron con su triunfo en las PASO y que no les molestaría que llegara a presidente, son -aún por razones absolutamente opuestas- Cristina Kirchner y Mauricio Macri.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar