No, pará hermano, pará. Me parece que no me he explicado bien. El sábado me paraste en la calle y me dijiste: “Estoy de acuerdo con vos, este país ya no sirve”. Te dije, entonces: “Te voy a contestar”. ¿Eso pensás que yo quise decir? ¿Eso se interpreta de lo que yo digo? ¿Qué este país no sirve? Si es así, te pido disculpas, les pido disculpas. De ninguna manera es lo que quiero decir y mucho menos lo que siento. Al contrario, hermana, hermano.
Yo creo que tenemos un país maravilloso. Si he dado la imagen de descreído ha sido por torpeza periodística y no por convicción personal. Todos sabemos cómo estamos, lo que nos duele esta situación más incómoda que ducharse en el bidet, estas continuas postergaciones que nos consumen la vida, este estado de crisis que hace añicos la esperanza y salpica mufa para todos lados. Pero de ahí a que crea que este país no sirve está muy lejos de mis pensamientos.
También todos sabemos que al hacer las cuentas perdemos, ya sea por la inflación, por el dólar, por el producto bruto, por el índice de crecimiento, por la deuda externa y por las dudas. Pero hagamos las cuentas en su totalidad, no solamente las debe sino las del haber. ¿Qué tenemos? Tenemos un país más resistente que calzoncillo de aluminio. Mirá cuantas veces lo han fundido y sigue resistiendo, mirá cuantas veces lo han cacheteado y sigue ofreciendo la otra mejilla.
Tenemos un territorio extenso, peregrino de latitudes, donde se da de todo, selvas, llanuras, montañas, ríos, mar, bosques y lagos, o sea tenemos todas las posibilidades de crecer usando lo que no nos prestó Salamanca sino que natura nos dio.
Tenemos la posibilidad de darle de comer a muchos más que a nosotros apenas volvamos al campo y activemos las vacas y los cereales, el viento y las semillas. Estamos demasiado al Sur, es cierto, pero tal vez ahí radica la ventaja: la de no contaminarnos con las ambiciones del Norte y empezar a ser una alternativa, como lo es Australia.
Tenemos un pueblo hecho con una sumatoria de pueblos y el resultado no es malo, hermana, hermano. No creas eso porque estarías dudando de tus hijos. Ocurre que hasta ahora hemos demostrado que somos inteligentes de a uno; falta que nos demostremos que podemos ser inteligentes en conjunto. Tenemos una forma de amistad, de nostalgia, de orgullo que en Europa no se consigue.
Tenemos la maravillosa posibilidad de crecer que tienen aquellos que aprenden equivocándose. Ya nos equivocamos bastante, alguna vez nos tocará el tiempo de la maravilla. Yo no digo que seamos, sino que tengo fundadas esperanzas de que podemos ser. ¿Qué no lo vamos a ver nosotros? Tal vez. Pero vale intentarlo por los que vienen.
Si te dí la impresión en algún momento de que este país que me duele ya no sirve, me equivoqué. Estoy seguro de que se acabarán las imposibilidades el día en que entre todos, decidamos hacernos posibles.