En todas las culturas primitivas, la superstición, la magia o la hechicería se consideraron causa de las enfermedades. Muchos de estos aspectos aún sobreviven volcados al curanderismo o chamanismo.
Con los siglos se buscaron explicaciones más concretas y científicas. Una de ellas consistió en la “Teoría de los Miasmas”.
El especialista Charles Volcy considera que la “teoría del miasma fue dominante (…) hasta bien entrado el siglo XIX, y su vigencia podría explicarse por el nivel general de insalubridad de las nuevas ciudades en crecimiento y por la proliferación de olores nauseabundos por la ausencia de alcantarillas y de sitios para depositar las basuras. Podría resumirse con la conocida frase ‘todo hedor es enfermedad’”.
Se trataría de emanaciones fétidas y vapores o gases liberados por materias en descomposición, que supuestamente contaminaban el aire y al ser inhalados por personas las enfermaban.
Así, cualquier mal olor es sinónimo de enfermedad.
Por ejemplo, la malaria (“mal aire”) era producto de los miasmas de los pantanos.
Apoyando la teoría, el médico higienista Max von Pettenkoffer aseveró que el cólera se contraía por la inhalación de un gas venenoso emanado de la tierra.
La repercusión en Argentina fue inmediata. Guillermo Rawson consideró fundamental mejorar las condiciones higiénicas de Buenos Aires para evitar muertes durante las epidemias reinantes a fines del siglo XIX.
En una serie de conferencias propuso cambiar el empedrado de las calles, ya que las mismas habían sido rellenadas con basura y eso generaba olores enfermos.
“Sus calles tan estrechas -dice Rawson refiriéndose a la Ciudad de Buenos Aires- que impiden la circulación amplia y libre del aire atmosférico, es el inconveniente que a primera vista se presenta al ojo del observador; inconveniente tanto más incomprensible y deplorable, si se tiene en cuenta la inmensa extensión de nuestro territorio”.
Mendoza no se quedó atrás y este tipo de planteos se hicieron presentes en la prensa.
En diciembre de 1885, Los Andes señaló: “siempre tenemos ocasión de encontrar en las calles de la antigua ciudad, cadáveres de perros en completo estado de descomposición (...) Anteayer se encontraban en la calle Bolivia, al llegar a la esquina de la de Chacabuco, dos perros muertos que infectaban la atmósfera” también “varias gallinas y gatos muertos que se encuentran en la calle Rioja”.
A pesar de que estas consideraciones eran erradas dieron espacio a la toma de buenas decisiones.
Los cultores del higienismo, hombres como Luis Lagomaggiore en el caso de nuestra provincia, impulsaron reformas convirtiendo a las ciudades en espacios más salubres.
Acciones como la obligación municipal de recoger la basura nacieron en esta época.
* La autora es historiadora.