El papa Francisco finalizó el lunes una de las misiones más trascendentes realizadas por un jefe de la Iglesia Católica desde que Juan Pablo II se transformara en el gran pontífice viajero.
Justamente, fue el papa polaco el que no pudo cumplir con el objetivo que ahora sí concretó Bergoglio: visitar, en Irak, las tierras natales de Abraham, bíblico patriarca del judaísmo, que por designio divino deja su pertenencia para establecerse en la Tierra Prometida.
Abraham es considerado el padre de las tres religiones monoteístas del mundo.
En el año 2000, con motivo del jubileo, Juan Pablo II fue a Egipto, patria de Moisés, y a Tierra Santa, pero no pudo llegar al destino al que ahora sí arribó Francisco por la tensión que existía entre Estados Unidos y la tiranía de Sadam Husein.
Justamente, desde el punto de vista religioso este viaje sirvió para afianzar algo que siempre preocupó a Francisco, que es acercar, en el marco del respeto mutuo, a los credos que profesan la existencia de un solo dios
Por otra parte, como máximo referente del catolicismo, Francisco se ocupó de visitar una zona del mundo en la que los cristianos son minoría, situación que se acentuó a partir de los extensos conflictos raciales y bélicos que afectaron a Irak y otros países de aquella región.
En lo coyuntural y político este viaje constituyó una gran avanzada en procura de la paz en dicha zona y, por qué no, un riesgo importante para la integridad física del jefe de la Iglesia y de su comitiva.
Irak sigue siendo uno de los países más convulsionados, ya que pese a la derrota de la guerrilla autodenominada Estado Islámico, en 2017, subsisten en aquellas tierras grupos insurgentes que periódicamente producen atentados o ataques armados.
Una de las misiones que más se destacó fue la visita a Mosul, la ciudad del norte iraquí donde Estado Islámico instaló durante tres años su califato, gravemente afectada por la guerra que terminó con la derrota de esa organización.
Y otro encuentro que tuvo notoriedad fue el realizado con el emblemático líder chiita Ali al-Sistami, influyente referente musulmán iraquí, con el que el Papa buscó fortalecer la reciprocidad entre cristianos y musulmanes.
El llamado a la paz fue muy fuerte por parte de Francisco en esta misión. El más trascendente del reciente viaje lo realizó, justamente, en Mosul, a metros de los templos arrasados por el Estado Islámico en sus años de dominio a base fuerza y sangre.
“Si Dios es el Dios de la Vida, y lo es, a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz, y lo es, a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre”, sostuvo enfáticamente.
Una oración que la prensa en general consideró imposible de imaginar hace tan solo un puñado de años. Y una cruzada basada puramente en la fe religiosa.
Su correlato político será responsabilidad de los gobernantes de aquella región.
