Últimas imágenes del naufragio

El primer ministro del Reino Unido en el siglo XIX, Lord Palmerston, es el autor de la frase que define toda política internacional realista y sensata: “Los ingleses no tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos.”. El presidente Alberto Fernández sostiene el precepto opuesto: “La Argentina no tiene intereses permanentes, sólo amigos permanentes”. Y por eso defiende corruptos pertenecientes al grupo de Puebla y ataca a los gobiernos de los países de donde provienen esos corruptos. El mundo del revés.

Últimas imágenes del naufragio
Hundimiento del Titanic

El gobierno nacional hoy está siendo conducido (conducido es un decir... un mal decir) por tres dirigentes en vez de uno, que en total (de acuerdo a lo que están haciendo y no haciendo) suman menos de uno. En estos días ominosos se explicitó de una manera extraordinaria nuestro aserto.

El primero en la lista jerárquica institucional, el presidente que no preside, Alberto Fernández, al sobrarle el tiempo recorre el país inaugurando todo lo que puede inaugurar (obras terminadas, no terminadas y a empezar) en una autocampaña para promocionarse como candidato a una reelección que tiene al país dividido en dos (incluido todo el peronismo menos cafierito, la tolosita y un parcito más): los que no quieren que sea candidato y los que no les interesa que sea candidato. Pero él, que sólo hizo en tres años y medio nada más que lo que le pidió Cristina (todo lo hizo mal, es cierto, pero si hubiera hecho bien lo que le pedía Cristina, quizá habría sido peor por las locuras que ésta le pedía), ahora por primera vez se le insubordina a CFK porque su humillación acepta todo menos el suicidio que es lo que le piden ahora.

Cristina Fernández es la segunda en la lista jerárquica institucional pero es la más poderosa política del gobierno, aunque también es la más dura opositora de ese mismo gobierno. Pero nada de eso importa mucho porque ella sólo está ocupada en salvar el pellejo propio y el de sus hijos. Tanto es así que los camporistas pidieron usar los actos del 24 de marzo (en vez de contra el recuerdo nefasto de la dictadura del 76) al servicio de las necesidades judiciales personales de Cristina. Como habrá sido de exagerado el pedido que hasta la propia Estela Carlotto se negó. Aún así, los cristinistas igual lo hicieron.

El tercero es apenas un ministro, pero es el único que hoy está gobernando aunque a su exclusivo y peculiar modo, haciendo solo dos cosas: cada día liquida una parte de los pocos recursos que quedan en el Estado para hacer durar al gobierno un día más. Y a cambio cobra por esa tarea una comisión entregándole también cada día un negocio público a sus empresarios amigos. A la vez se vende como el hombre que salvó al gobierno de Alberto y Cristina del helicóptero delarruista, como le hace decir a su amigo Ferraresi, al cual por eso premia poniéndolo al frente de Edesur.

Esos tres son los personajes que nos están gobernando en esta extendida agonía de un gobierno que sólo sobrevive porque es peronista, y nada más que porque es peronista.

En este clima de delirio y de implosión (no de explosión porque nada parece explotar sino que todo parece hundirse) Alberto y Cristina invitaron a una pléyade de expresidentes jubilados y de aspirantes eternos a presidentes, casi todos implicados en algún tema de corrupción, a que se juntaran en un foro para autodefenderse y pedir la “liberación” inmediata de Cristina, la “proscripta”. En realidad se trató de un grupo de amigotes (lo único que no se entiende es que hacía allí el bueno del Pepe Mujica) que en nombre de los pueblos que dicen defender vinieron sólo a defender a Cristina en nombre de sí mismos. Un puñado de ególatras que se ven superiores al resto de la humanidad por autocalificarse de izquierda.

Ese encuentro y esa gente le sirvió a Alberto Fernández para destrozar el principal precepto de toda política internacional. Que las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes.

Alberto piensa y hace exactamente lo contrario, su precepto fundamental en política internacional es que “Argentina no tiene intereses permanentes, sólo tiene amigos permanentes”. Como el chileno Marco Enriquéz-Ominami” al cual para defenderlo de la corrupción de la que lo acusa la justicia chilena, se enfrentó al gobierno de Boric. O como la ex-ministra del ecuatoriona Rafael Correa, María de los Ángeles Duarte, otra acusada de corrupción a la que protegió en la embajada argentina en Ecuador y luego ayudó a escaparse a Venezuela.

O sea, se puso en contra de los gobiernos y los presidentes de Chile y Ecuador para defender a dos amigos acusados de corrupción, sólo por pertenecer al grupete de Puebla. Y dio vuelta una concepción histórica de la política internacional que aplica todo el mundo. Fíjense lo que alguien (que en general no hace nada) puede hacer si se lo coloca en un cargo que supera infinitamente sus posibilidades.

Más siniestros fueron el cristinista Oscar Parrili y la albertista Gabriela Cerruti con frases que asustan y que sólo la impunidad que rodea la política argentina puede dejarlas pasar.

Parrili aseguró que que “no puede haber elecciones si Cristina Kirchner está proscripta... Así no es viable la Argentina, nadie va a poder gobernar habiendo ganado las elecciones con una proscripción, eso ya se vio”.

Vale decir, no sólo le pide a la justicia que se expida ante de las elecciones en el juicio contra Cristina sino que le exige que la declare inocente. Caso contrario -advierte temerariamente- por más que haya elecciones nadie podrá gobernar el país. Adelantando lo que ellos piensan hacer como oposición con cualquier gobierno que asuma. Anticipación explícita de golpismo futuro.

Cerruti, la vocera presidencial, afirmó que los principales enemigos del gobierno, vale decir, la justicia y el periodismo independientes, se deben “depurar”. Sugirió así, efectivizar la práctica preferida de todos los totalitarismos de izquierda y derecha del siglo XX. Según wikipedia el término depuración o purga políticia significa “la eliminación, física o burocrática o el castigo o represión de un colectivo opuesto a quien ejerce el poder político”.

Las palabras gubernamentales se van llenando de violencia política cada vez peor aunque más no sea como señal de impotencia creciente ante una realidad que ya casi no pueden controlar y que se les viene encima, a ellos y arrastra al país todo.

Lamentablemente, ese clima no es propicio para ninguna oposición que pretenda venderse como racional. La reacción natural frente a tanto locura oficial es la locura opositora. Esa que ejerce Javier Milei al apoyar como su candidato a gobernador en Tucumán a Ricardo Bussi, el hijo del represor Bussi (que además defiende las ideas de su padre) que en un spot se filma practicando tiro al blanco con un revólver y proponiendo que a todos los ciudadanos se les permita libre portacion de armas para combatir ellos mismos a los delincuentes.

Por su lado, el oportunista de Fernando Burlando filma un spot donde recorre barrios pobres en camiseta y de tan torpe que es aparece abrazado con José Luis Auge, uno de los asesinos de José Luis Cabeza al que él mismo defendió y que por lo visto continúa siendo su amigo.

A tal oficialismo, tal oposición.

Pero hoy paremos aquí, porque serían interminables las imágenes igual de pornográficas que nos brinda el poder político todos los días en este naufragio en que sobrevive malamente nuestra sufrida nación y sus entristecidos habitantes.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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