La enorme trascendencia de la ley 1420 de enseñanza primaria obligatoria y gratuita aprobada por el Congreso en 1884, luego de un encendido y áspero debate, y cuya iniciativa fue impulsada por el presidente Julio Argentino Roca, tal vez ha opacado otras propuestas y leyes que tuvieron una incidencia enorme en las políticas nacionales para terminar con el analfabetismo.
Una de ellas fue la ley 4874 promulgada el 19 de octubre de 1905 y conocida por Ley Laínez, por haber sido presentada a la Cámara de Senadores y gestionada su tramitación y aprobación en el recinto por el senador por la provincia de Buenos Aires don Manuel Laínez, figura destacada del roquismo. El Censo de 1869 mostró una realidad preocupante, sólo el 20% de los habitantes del país estaba alfabetizado, con más de la mitad en Buenos Aires a un 4% en Santiago del Estero. El desinterés por la educación antes de Caseros quedó demostrado en estas cifras. Urquiza inicia una labor fecunda en su provincia y Mitre promueve la educación secundaria con la creación de cinco colegios nacionales. Sarmiento en su presidencia, logra triplicar la concurrencia a las escuelas, labor que continua su ministro de Instrucción Pública, Avellaneda pero ahora como presidente.
La ley 1420 de Roca es un jalón en esa obra redentora de educar al pueblo, pero en la mayoría de las provincias, responsable de la educación primaria de acuerdo a la constitución, el esfuerzo no es similar. Debemos agregar que un porcentaje alto de la inmigración que masivamente llega a las costas argentinas no estaba alfabetizada.
Las escuelas Laínez eran mixtas, rurales o en poblaciones pequeñas y de cuatro grados; la enseñanza era laica y estaban a cargo del Consejo Nacional de Educación que pagaba los sueldos de los maestros y la construcción, en muchas ocasiones en terrenos donados por pobladores. La prioridad eran las zonas donde el analfabetismo imperaba. Los programas eran establecidos en el Consejo Nacional de Educación.
Al año siguiente de la sanción y promulgación de la ley ya estaban abriendo las primeras 286 escuelas en su mayor parte en Catamarca, La Rioja, San Luis, Santiago del Estero Tucumán. En 1911 ya eran 1328 los establecimientos educativos que llegaran a 4130 en 1942 y a 6959 en 1968 cuando se inicia el proceso de transferencia de las mismas a las provincias, proceso acelerado y concretado en 1978 y que tendrá su secuela final cuando en los noventa se transfiere la educación secundaria y los institutos de formación docente, iniciando el camino de deterioro y retroceso educativo que nos ha hecho retroceder del liderazgo en Iberoamérica al sexto o séptimo lugar.
Las cifras de creación de escuelas nos señalan, al margen de los conflictos políticos, una continuidad virtuosa en la tarea de educar al pueblo. Esto se fue completando, en acuerdo con las provincias, en agregar grados para completar la primaria, indispensable para solicitar el ingreso a la educación secundaria.
En la provincia de Buenos Aires las escuelas Laínez eran el 7 % del total y en Entre Ríos un 16 %, pero en provincias como Catamarca la cifra se eleva al 82%, Corrientes 74%, La Rioja 83,9%, San Luis 71,3, Santiago del Estero 69%, Tucumán 62%. Menos del 50% de escuelas nacionales hubo en Córdoba con el 27,2, Santa Fe con 22,1% o Mendoza con 37,4.
Las escuelas Laínez generaron algunos conflictos localistas; en Córdoba hubo reclamos por la enseñanza laica. Otra controversia se daba por las diferencias salariales, el estado nacional pagaba mejores sueldos, sin atrasos y en moneda nacional. La década del treinta fue muy importante para las escuelas Laínez, por el incremento de los años de estudio y de la calidad de los contenidos.
Poco antes, en 1904, culminando la segunda presidencia de Roca, se creó el Instituto Nacional del Profesorado, para formar profesores secundarios, que lleva el nombre de su ministro Joaquín V González. También en esa presidencia se fundó el Colegio Industrial Otto Krause. Tal vez esta labor educativa muestre la diferencia entre ser liberal y libertario.
Don Manuel Laínez nació en Buenos Aires en 1852. Su madre era Cané, siendo entonces sobrino de Miguel Cané a quien acompañó en un viaje a Europa y a los Estados Unidos a los 15 años. Se educó en el Colegio Nacional Buenos Aires y fue periodista en La Tribuna, el diario de sus parientes Héctor y Mariano Varela. Como capitán de guardias nacionales combatió en apoyo del gobierno para sofocar la revolución contra Avellaneda en 1874 y en 1880 en el conflicto con Carlos Tejedor. Fue secretario del senado provincial con Dardo Rocha, diputado por la provincia en 1884 y senador nacional entre 1904 a 1913. Embajador en Italia en 1919.
En 1881 fundó El Diario, matutino que perduró hasta mediados de la década del treinta. Promovió otras iniciativas en defensa de los profesores y propuso un régimen jubilatorio especial para ellos. Sin duda uno de los políticos que construyeron una sociedad mejor para todos. Falleció en 1924.
* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.