“En los alrededores del desembarcadero se destaca entre la concurrencia el elemento femenino, la mayor parte de las cuales ostentan ramos de flores para rendir así tributo, cuando sean desembarcados los restos (…). En las calles (...) se había apostado cerca del portón principal la carroza fúnebre, de estilo sencillo, tirada por 6 caballos, seguida por otra destinada a las ofrendas florales (…). La operación se llevó a cabo lentamente, en medio de un silencio impresionante y sollozos de muchas de las mujeres que lo presenciaron”.
Así describió “El Litoral” al velatorio de Carlos Gardel, quien tras morir en Colombia llegó a Buenos Aires en febrero de 1936.
El ídolo había muerto en julio de 1935 en un accidente aeronáutico, en Medellín. Inmediatamente comenzaron las disputas por hacerse con su cuerpo. Uruguay, y Francia deseaban darle sepultura.
Según la historiadora Sandra Gayol “La madre del cantante puso rápidamente fin a esta disputa por las cenizas: reveló que su hijo había nacido en Toulouse y que era su deseo que descansara definitivamente en la capital argentina. Luego de éste veredicto Armando Delfino viajó a Medellín para iniciar el ajetreado proceso de repatriación”.
Sobre aquél ataúd no había camisetas abarrotadas de modo barroco, se hallaba recubierto por el poncho que usaba el cantante para sus viajes, con su nombre grabado en uno de sus ángulos.
Al zorzal criollo lo despidieron en el Luna Park, por entonces el estadio cubierto más grande del sur continental.
El lugar fue colmado por niños, mujeres y hombres como dispuestos para ver un espectáculo.
Cada tanto se entonaban “las canciones más difundidas de Gardel, que eran coreadas por los presentes”, señala el mismo diario.
Aquella capilla ardiente se levantó en el ring donde toda la noche el pueblo homenajeó al ídolo.
En medio de una multitud los restos del cantante fueron trasladados a la Chacarita.
“La procesión atravesó toda la calle Corrientes (…). En algunas esquinas pequeñas orquestas improvisadas tocaban tangos, y en el trayecto un grupo intentó desenganchar el carruaje para llevarlo a pulso, lo que fue impedido por la policía. El féretro llegó finalmente a La Chacarita”, explicó Sandra Gayol.
Por las imágenes de entonces es evidente que la despedida de Gardel fue tan multitudinaria como la de Maradona, pero el comportamiento del pueblo distó mucho.
Si consideramos otros funerales similares, como por ejemplo el de Evita, el orden se impuso notoriamente.
En momentos como este es importante observar hacia atrás para evidenciar algo sumamente profundo: el retroceso cultural y educativo del que damos muestra.
Los argentinos hemos llegado a un punto tan incivil en el que ni la muerte parece inspirar algún respeto.
Pero no siempre fue así y no tiene por qué seguir siéndolo.