Un juez que increíblemente sigue siendo juez

Crecen las pruebas contra Walter Bento, que ponía y sacaba presos por plata. El cristinismo lo protege.

Un juez que increíblemente sigue siendo juez
El juez federal mendocino Walter Bento (58) fue procesado como presunto líder de una asociación ilícita dedicada al cobro de coimas a cambio de beneficios judiciales Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Si fuera por la noticia, esta columna debería empezar por la aparición de pruebas que hunden más a un juez poderoso y, sobre todo, protegido por la política llamado Walter Bento. Si no fuese juez, Bento debería estar preso: está procesado por comandar una asociación ilícita y ese procesamiento fue ratificado por la Cámara. Pero sigue en su puesto lo más campante.

Se podría decir además que Bento es un tipo de suerte: este jueves iban a tratar su caso en la Magistratura, que es la que vigila la conducta de los jueces. ¿Y qué pasó? Pasó que la jefa de la Comisión de Disciplina, María Pilatti Vergara, dijo que le habían rayado el auto en la ruta y tenía que suspender la audiencia.

Pilatti Vergara es senadora chaqueña por el Frente de Todos y más que del Frente de Todos, es senadora de Cristina. Cuando estalló la causa de los cuadernos de la corrupción, dijo: “¿Sabés qué, Bonadio? Escaneáte la cabeza, en una de esas te queda una neurona”. Una metáfora horrible: poco después, el juez Bonadio murió de un tumor cerebral.

Hace más de cuatro meses que Bento fue procesado y Pilati Vergara sólo convocó dos veces a la comisión que preside: el 13 de agosto y el 30 de setiembre. Podría haber hecho la reunión de este jueves por Zoom pero la postergó sin fecha. Evidente: Bento tiene algo más que suerte. No como los ex jueces Carlos Soto Dávila (Corrientes) y Raúl Reynoso (Salta), que con procesamientos firmes fueron citados inmediatamente.

Bento llegó a juez en 2005 de la mano del dirigente peronista Juan Carlos “Chueco” Mazzon, íntimo de José Luis Manzano. A Bento ya se le comprobaron 10 casos de coimas. Es juez federal y electoral de Mendoza y, ahora se sabe, un especialista en extorsionar contrabandistas y sacarles plata. “El que no arregla conmigo, se jode” es ,o era, su frase de cabecera. La aplicó por años hasta que todo cambió por el asesinato de su operador y vecino en el lujoso barrio de Palmares, Diego Alliaga.

La doble vida del juez salió a la luz cuando el asesino de Alliaga, Diego Barrera, confesó. Dijo que vio a Alliaga negociar aprietes y libertades con Bento. Alliaga grababa esas conversaciones y las guardaba en una caja fuerte. No aparecieron. Era también informante de un comisario, hoy detenido y tenía de socios a los abogados Matías Aramayo y Martín Ríos, que declararon como arrepentidos. Otros dos, Luciano Ortego y Jaime Alba, están presos.

Son personajes centrales de una trama gigantesca que suma 27 imputados y procesados y 5 detenidos. Hay pruebas por todos lados de cómo el juez armaba y desarmaba causas. Las últimas son la denuncia de Sebastián Palumbo, al que Bento mantuvo preso. No bien salió de la cárcel, dijo que fue extorsionado por el abogado Francisco Alvarez, intermediario de Bento y detenido el lunes en Buenos Aires y trasladado a Mendoza. Palumbo certificó con escribano los mensajes de Alvarez y dijo que en nombre del juez también le pidió dinero el empresario Fabián Vaia.

Un dato: Daniel Palumbo, gerente general de la Superintendencia de Salud y papá de Sebastián, declaró que había denunciado en 2018 los aprietes del juez al senador jujeño Snopek, que no lo escuchó. Otra novedad del caso: llegó a la Justicia la escritura en favor de Alliaga de un departamento de Diego Martínez Pinto. Fue una coima que le permitió a Martínez Pinto recuperar la libertad.

Todo pasa como si el Consejo de la Magistratura fuera un espectador. No reacciona. Mira para otro lado cuando tiene una enorme trama de corrupción a la vista. No por nada la Justicia está en los últimos lugares de cualquier ranking de prestigio.

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