Sergio Massa, uno de los más talentosos simuladores -si no el mejor- que ha producido la política argentina se mostró en el debate en un doble rol de presidente: como el que ejerce la presidencia hoy (lo cual es verdad) y como el que ejercerá la presidencia a partir de diciembre (lo cual está por verse).
Es tanto su cinismo que puede hacer que le resbalen los desastres de los 16 años K de los que fue actor clave, de los 4 años de Alberto, de los que también fue actor clave, y del último año y medio del cual fue único actor clave. Pero él sabe mostrarse ajeno a todo sino no estaría en el balotaje (aunque está por verse cuántos le creen). Aún así los parches del gran emparchador se ven, son demasiados.
Fue un debate mucho peor que el de los vicepresidentes del miércoles pasado en TN donde una contundente Victoria Villarruel puso contra las cuerdas a un Agustín Rossi que por temor a ser agresivo con ella como lo fue en el debate anterior, perdió la pelea y casi por nocaut. Allí la amateur derrotó duro al profesional, tanto que ahora Massa intentó copiarla. Por eso ayer Massa quiso hacer con Milei lo mismo que Villarruel hizo con Rossi, y en los primeros rounds casi lo logra poniendo todo su profesionalismo político de miembro excelso de la casta contra un amateur que pasó de ser anticasta a un principiante dentro de ella. La ventaja en técnica política entre ambos es abismal, pero a diferencia del debate vicepresidencial, Milei pudo recuperarse en los últimos rounds, no tanto para ganar, pero sí para empatar o perder por poco.
Massa no logró tanto como Villarruel porque la falta la frescura con que el amateur sustituye la falta de experiencia, eso que no solo le hizo ganar el debate a la vice, sino lo que llevó a Milei hasta el balotaje. Pero Milei esta vez no tuvo frescura, entre otras cosas porque acá el meollo de la pelea era otro. Massa debía culminar el eje de toda su campaña: la de lograr que los indecisos se asusten con Milei y sus propuestas. Milei tenía que evitar cualquier actitud o idea que pudiera asustar, esas que le gustan a sus fans pero no a los antik votoblanquistas de JxC o Schiaretti.
En ese sentido a los dos les fue mal y bien: Massa apabulló a Milei con preguntas que éste respondió con ingenuidad supina, pero a la vez Massa se mostró muy soberbio y chicanero. Milei fue puesto a la defensiva hasta casi quedar sin aliento, pero logró contener su carácter agresivo y se mostró como el más pacífico de los dos. No obstante, los primeros rounds técnicamente los ganó Massa.
Así como Villarruel sabe golpear donde duele, en los desastres puntuales y masivos de todos los gobiernos kirchneristas, Milei es mucho más abstracto y recita teorías económicas o teorías del Estado que cuesta entender y que demuestran su falta de sentido práctico de la política. Massa es mucho más concreto en las cosas que habla, pero su nivel de macaneo es estrepitoso y también se vuelve abstracto no por recitar teorías sino por repetir clichés políticamente correctos absolutamente alejados de su práctica actual como ministro.
No obstante, en los énfasis discursivos fue mucho más contundente Massa mientras que Milei aún en sus críticas a Massa, la fuerza que ponía era menor. Sin embargo, en las chicanas mutuas estuvo mejor Milei porque lo golpeó bien con el arancelamiento que Massa de joven defendía, con la derrota estrepitosa de su esposa en Tigre o con el juicio a la Corte. Pero no repreguntaba cuando Massa dudaba o se borraba, mientras Massa le repreguntaba todos sus puntos débiles. Aunque lo jodido de Massa es que las chicanas que le hizo a Milei sobre su vida anterior a hacer política, parecían sacados de informes de inteligencia. Allí no tuvo reflejo Milei para relacionar esas preguntas non sanctas con los actuales escándalos de espionaje. Es que a Milei le faltó viveza, que sólo compensó porque a Massa le sobró cinismo. No obstante ninguno de los dos se alejó nunca de su camino: el león calmado en busca del voto indeciso versus el pícaro disfrazado de estadista en búsqueda del voto moderado. Aunque los fortalezas que los hicieron ganar a cada uno de ellos una elección, ayer no se vieron: ni Milei pudo imponer mucha bronca contra la casta ni Massa pudo imponer mucho miedo contra Milei. Ninguno de los dos se arriesgó demasiado. Ambos intentaron conservar el supuesto empate más que desempatar. Por eso fue un debate flojo.
En casi todo el combate la iniciativa estuvo más en manos de Massa que de Milei, en la medida que uno arrojó casi todos los golpes aunque el otro los pudo esquivar, a veces mejor y otras peor. Pero fue un atacante contra un atacado. Y Massa estuvo mejor al decir que ese era un debate entre él y Milei, y nadie más. Se supo borrar de Cristina mucho mejor de lo que Milei se supo borrar de Macri.
Sin embargo, en la parte más conceptual del debate, no la teórica sino la de los temas profundos, Milei pudo asestarle un golpe durísimo a Massa: cuando el candidato oficialista se llenó la boca con eso de la unidad nacional, Milei le dijo que esa unidad era el acuerdo entre la casta contra el pueblo: los empresarios amigos, la burocracia sindical y los políticos corruptos. Allí si, Milei, en modo calmado, volvió a ser el Milei original, el que pudo conectar con el sentir popular.
En fin, nosotros, los comentaristas, podremos poner puntajes como jueces de la pelea, pero ellos tienen poca importancia. Acá los verdaderos jueces son los millones de espectadores que presenciaron el combate y que decidirán con su voto si el debate logró hacerlos elegir a uno, a otro o a ninguno.El pueblo dirá.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar