En el primer debate entre los candidatos presidenciales ninguno de los participantes mostró algo distinto a lo que vienen sosteniendo en la campaña. O, como en el caso de la socialista Bregman, lo que forma parte de discursos tradicionales, repetidos. Sí hubo momentos de tensión muy puntuales. El bloque inicial, el de los temas económicos, fue el más jugoso por tratarse del costado fuerte de Javier Milei y también de Sergio Massa, que es el ministro de Economía en medio del actual descalabro, pese a lo cual el tigrense siempre encuentra una palabra de optimismo. Ese entusiasmo fue el que llevó a ambos a agotar las cinco instancias de derecho a réplica que cada participante tenía para toda la noche.
Quedó la sensación de que ese arranque con los temas de la economía fue el elegido por el libertario y el candidato oficialista para jugar un poco a la polarización entre los dos, de modo de preparar un escenario de segunda vuelta electoral que muchos analistas y consultores consideran posible. Recuérdese que mucho se habló al respecto en los últimos días. Es algo difícil de imaginar si se tienen en cuenta los problemas que afrontan día a día la mayoría de los argentinos por el caótico rumbo económico actual, pero Massa pretende llegar a aquella “definición por penales” a la que se refirió después de que se conociera el resultado de las PASO.
Por su parte, y como se esperaba, Patricia Bullrich tuvo sus momentos más difíciles en los segmentos de debate sobre la economía, en los que se limitó a cumplir con un libreto básico que le trazó su economista, Carlos Melconián, como para salir del paso.
En cambio, la candidata de Juntos por el Cambio logró reflotarse y emparejar el juego en las restantes temáticas, en especial cuando con habilidad aprovechó el segmento de derechos humanos y convivencia democrática para, sin que nadie se lo planteara, enfrentar a los que hablan de su lejano pasado vinculado a organizaciones peronistas revoltosas y también cuando defendió enfáticamente la labor de las fuerzas de seguridad y policiales.
Prácticamente nada relacionado con las provincias y sus perspectivas de producción surgió del debate de anoche. Sólo Sergio Massa habló de la eliminación de retenciones a las economías regionales en una de sus insólitas intervenciones para referirse a las medidas implementadas durante su gestión al frente del Palacio de Hacienda.
El cordobés Juan Schiaretti fue el único que se refirió, en parte, a pretendidas reivindicaciones de las provincias ante lo que consideró supremacía centralista de Buenos Aires, pero casi siempre lo hizo en su condición de gobernador de la provincia mediterránea. Fue muy reiterativo con los aspectos salientes de su gestión en Córdoba, a la que puso como ejemplo del modelo que implementaría en el país si fuese electo presidente. Insistió con su tradicional postura a favor de poner freno a inequidades sobre las provincias del interior. Si dio garantías de apoyo, a través de sus representantes en el Congreso, a cualquier gobierno que se constituya a partir del 10 de diciembre. Escapó de ese modo a algunas críticas que le hicieron por la cercanía con el macrismo en su momento y algunos votos solidarios con el gobierno de Alberto Fernández.
En síntesis, entre los tres principales aspirantes a la Presidencia no arriesgaron más de lo recomendable en esta primera cita de debate. Como ya señalamos, sí fue evidente que Massa y Milei coinciden en que les resulta cómodo y conveniente polarizar para definir entre ellos si no hay un ganador el domingo 22. Y Bullrich quiso mostrar que tiene equipo y coraje para manejar el país, pero tendrá que demostrar en el segundo debate que todo lo que pretende para el país si llega a ser presidenta no se agotó con lo que dijo anoche.