En un país donde impera el desencanto y el escepticismo, sobre la posibilidad de revertir, el prolongado proceso de decadencia y empobrecimiento hay, es bueno decirlo, una Argentina que funciona.
En 1990, en nuestro país la producción agrícola ascendía a treinta millones de toneladas. En el 2000, los agricultores argentinos lograron producir sesenta millones de toneladas, en diez años la duplicaron. El año pasado se lograron 140 millones de toneladas. Eso le asegura al país exportaciones por más de cuarenta mil millones de dólares. Un 65 % del total.
Ciento veinte mil millones de dólares es el aporte en retenciones, ese impuesto a las exportaciones, que se cobra solamente en la Argentina. Esas retenciones y el sistema cambiario despojan al agricultor argentino pues, cobra por la soja, en promedio, un 40% de lo que obtiene un productor de los Estados Unidos, del Brasil, el Paraguay y el Uruguay.
A esto se agregan los otros impuestos nacionales, provinciales y municipales y el costo del transporte con fletes ridículamente altos, por la falta de ferrocarriles, autopistas y costos laborales en el transporte por camión abusivos o el peaje más caro del mundo en la hidrovía.
Gran parte de esa producción se industrializa, los granos se convierten en harinas, aceites, en carne generando centenares de miles de empleos, directos e indirectos.
Toda esta riqueza se genera en la argentina interior, y no recibe regímenes de promoción, como las industrias truchas de Tierra del Fuego o las que se instalaron en varias provincias con galpones vacíos con el nefasto régimen de promoción industrial que, solo sirvió para evadir el IVA
Los avances científicos y tecnológicos aplicados a la producción agrícola ganadera, hacen obsoleta el calificativo de “producción primaria”. Algunas explotaciones son complejos agroindustriales, que hasta generan su propia energía aprovechando incluso los desechos de sus cosechas y de sus ganados.
No tienen la capacidad de lobby para que le paguen “barril criollo” como los petroleros, ni proteccionismo aduanero, que sirven para proteger producciones ineficientes incapaces de vender sus productos caros fuera del mercado interno.
A pesar de estar expoliados, pagando impuestos superiores a actividades infames como el juego, la industria que más promueven los gobiernos desde los noventa, a pesar de ser atacados y agraviados por buena parte de la dirigencia política y de algunos escribas y militantes del pobrismo, el sector rural argentino, ha demostrado una capacidad de innovación, imaginación para financiar inversiones, ante la falta de crédito y acceso a un mercado de capitales. Ha emprendido la ampliación de las fronteras agropecuarias hacia el norte a pesar de la falta de apoyo de los gobiernos provinciales que violan los derechos de propiedad con bandas de usurpadores protegidos, o integrados por miembros de esos gobiernos.
Esta expansión al norte debería estar completada con la reforestación de la región. Ganadería y selvicultura son altamente compatibles y la forestación y la industrialización de la madera permiten crear muchos empleos y la obtención de divisas pues no hay barreras al comercio forestal
Además de expandir la frontera productiva, tanto en el norte como en el sur, con el riego. El bermejo permite irrigar un millón de hectáreas. El Chocón, con las tecnologías actuales tres millones de hectáreas. En la provincia de la Pampa su gobierno, en vez de obstruir a Mendoza, que aprovecha el agua, debe encarar el aprovechamiento integral del Colorado. Recuperar Los Bajos Submeridionales entre Chaco, Santa Fe y Santiago del Estero permitirían, recuperar más de tres millones de hectáreas.
Son todas obras que se pueden concretar con tecnologías propias y sin requerir financiación externa y que, significan la base de un proyecto de ocupación y poblamiento territorial. Se habla mucho de federalismo desde el ámbito nacional y de los provinciales. Pero parece que sólo se trata de pelear por recursos para malgastar en burocracias o en obras de baja rentabilidad social.
Cuando se expolia a los productores del agro se ataca al federalismo, pues, se succionan riquezas al interior para financiar gasto improductivo y subsidiar a los empresarios prebendarios amigos del poder.
En dejar producir y posibilitar más inversión dejando de expoliarnos, tenemos, junto con las industrias del conocimiento, las bases para colocar nuevamente a la Argentina en la senda del desarrollo y la recuperación de su rango en el mundo.
* Miembros de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.