Hace meses que no hablan. No hay motivos para que lo hagamos, dice él. No le interesa el consenso, argumenta ella. Pareciera que las consecuencias políticas y sociales de aquella negociación secreta entre ambos que derivó en la modificación de la ley 7722 hubiera marcado a fuego la relación. De allí en adelante, casi no hubo acuerdos, pero sí muchos desencuentros entre Rodolfo Suárez y Anabel Fernández Sagasti.
El final de la campaña los vuelve a mostrar enfrentados, cara a cara, aunque sea a través de las declaraciones mediáticas, los posteos en las redes sociales y los spots de campaña. Más incluso que cuando compitieron por la gobernación en 2019.
Rompieron así los pronósticos que preveían un recorrido electoral picante entre la presidenta del PJ mendocino con su rival directo, Alfredo Cornejo. Más allá de alguna declaración puntual, el ex gobernador ha estado más enfocado en la estrategia nacional de Juntos por el Cambio que en polemizar con su competidora por el Senado nacional.
El primer antecedente de lo ocurrido los últimos días fue hace dos semanas, cuando el oficialismo aprobó en soledad en la Cámara de Diputados el Presupuesto 2022. La jugada fue clara: apurar el tratamiento sabiendo que el PJ votaría en contra y aprovecharlo electoralmente. Todo sirve para juntar votos.
Ni siquiera en esa instancia clave hubo una comunicación entre el líder del Gobierno y la jefa de la oposición.
Después, ambos bandos se ajustaron al libreto: unos, con el Gobernador a la cabeza, dijeron que el kirchnerismo “pone palos en la rueda”; los otros remarcaron el perfil opositor que adoptaron tras las primarias cuestionando la gestión provincial, pero sin la palabra de Fernández Sagasti.
Precisamente, el giro de la campaña del Frente de Todos puso a Suárez como principal blanco de las críticas, apuntando a aspectos específicos de su administración como la OSEP, el endeudamiento y la seguridad.
“Los obligamos a admitir lo que pasa en la OSEP”, se ufanan en el peronismo. “Ellos dejaron la provincia destruida, no tienen autoridad moral”, responden desde Cambia Mendoza.
El último duelo
Todo transcurría dentro de lo previsible, sobre todo en el oficialismo, que ha basado toda su campaña en un jingle y una apelación reiterativa a la mendocinidad. Pero una declaración de Suárez, casi al pasar, terminó poniendo pimienta y algo de acción el jueves: “Nosotros damos la cara, yo no la veo a ella en la vía pública”.
Twitter fue el canal elegido por Fernández Sagasti para reaparecer. “Poner la cara en política no es salir en los carteles, gobernador. Es recibir afiliados de OSEP que no tienen cobertura, es ir a barrios que no tienen agua, es no esconderse frente a la inseguridad. Eso es poner la cara en política, estimado Rodolfo. Pruebe con eso”, fustigó la candidata desde la red social.
“Hace rato se hablaba de que Anabel no aparecía en la campaña y pensábamos decir algo, tal vez no así, no específicamente sobre los carteles”, justificaron al mandatario en el Ejecutivo.
La respuesta del peronismo no quedó allí. Al día siguiente, como si se tratase de otro capítulo de una telenovela, salió un spot en el que la candidata increpa a Suárez directamente. “Mendoza no está bien, todos lo sabemos, menos el Gobernador”, arranca y luego detalla las mismas falencias que en los avisos previos y el tuit.
¿Tan rápido armó la respuesta el comando de campaña del peronismo? No. Simplemente tuvo una gran cuota de suerte por el momento en que Suárez declaró lo que declaró.
El video había sido filmado el sábado anterior en la casa de Fernández Sagasti y el martes fue cargado en el sistema nacional que asigna el espacio publicitario a los partidos. Desde su carga, deben pasar 72 horas para que empiece a verse en los canales de TV. “Calzó justo”, dijo entre risas, el mismo viernes, uno de los estrategas del justicialismo.
Nadie puede arriesgar que le servirá al Frente de Todos para sumar votos, pero sí está claro que ayudó a polarizar aún más.
El kirchnerismo se presenta como el opositor más duro en Mendoza para captar a los descontentos con la gestión radical y a la vez deja en claro ante el electorado quién es su mayor enemigo, empujando hacia el oficialismo provincial los votos de los indecisos anti K. Las terceras fuerzas mascullan su bronca.
Una encuesta reciente de Aresco, la consultora de Julio Aurelio que suele medir para el peronismo nacional, confirma esa sensación: 11% de los mendocinos dice que votará contra el gobierno de Suárez y 34,5% para apoyarlo, mientras que 28,6% asegura que su voto será para oponerse al gobierno de Alberto Fernández y 16,7% para apoyarlo. Sólo 9% escapa a esa antinomia.
Futuro brumoso
La ausencia de diálogo entre los líderes de los dos espacios políticos mayoritarios, más cuando la provincia marcha hacia un claro bipartidismo durante al menos los próximos cuatro años, es una mala señal.
No sólo para la convivencia política, sino, en particular, para el avance de proyectos que puedan ayudar a revertir la decadencia en la que se hunde hace años la provincia.
Un acuerdo entre Cambia Mendoza y el Frente de Todos se ha vuelto un imposible. Cualquiera sea el tema. Aunque en privado puedan coincidir, en público cada uno se ocupará de decir exactamente lo contrario que su adversario. La grieta manda.
En los próximos dos años, asoman además otros desafíos políticos para los protagonistas de esta historia.
Sin reelección, Suárez deberá sostener su liderazgo para que la pelea por la sucesión dentro de la alianza gobernante no le reste poder.
Para lograr ese objetivo necesita legitimidad tal como la entiende él: una alta imagen positiva. Ya sin el argumento (y excusa) de la pandemia, deberá reperfilar su gestión. Sólo así podrá hacer valer la “acción de oro” en la definición del candidato a sucederlo.
Fernández Sagasti, luego del 14, también deberá atender el frente interno. No son pocos los que ya quieren pasarle factura por las dos derrotas al hilo como cabeza de la boleta del peronismo y pretenden correrla en 2023.
Tal vez, como ella dice a los suyos, tenga muchos años por delante para volver a postularse, pero muy distinto es que esté dispuesta a ceder el poder en el PJ.
Paradójicamente, el Gobernador y la senadora nacional pueden necesitarse y mucho los próximos dos años. Sus destinos parecen entrelazados, más de lo que ellos puedan admitir, desde que en 2019 sus caminos se cruzaron.