Alfredo Cornejo decidió gritarlo a los cuatro vientos. Y no se guardó nada. Su discurso en el tardío desayuno de la Corporación Vitivinícola Argentina, que luego repitió palabras más, palabras menos, en el almuerzo de Bodegas de Argentinas, fue una declaración de amor casi incondicional al proyecto de Javier Milei.
El fallido tratamiento de la ley ómnibus había marcado un antes y un después en una relación siempre mediada, nunca directa. Pero aun en aquel momento, el mendocino aportó los votos de sus dos diputados leales.
La inflexibilidad presidencial ante el pedido de recursos para las provincias llevó a Cornejo a tomar la decisión de correrse por un tiempo y concentrarse en el escenario provincial. Buscaba “autonomía”. Que Milei ordenara la economía nacional, mientras él se ocupaba de “mejorar” los servicios que da el Estado provincial.
Precisamente el reparto de todos los impuestos que hoy se queda la Nación y que deberían coparticiparse con las provincias es la única condición que puso el sábado para consumar esa declaración sorpresiva de respaldo, al menos por el tono, el escenario y la contundencia.
“Los mejores años de este país son sin coparticipación. Cada provincia se sostenía con los impuestos internos y los externos iban a la Nación”, dijo para fundamentar su reclamo, esperando que esta vez Milei escuche.
Nada le garantiza el éxito que hasta ahora nunca tuvo en esa relación, ni siquiera la presencia del ministro del Interior, Guillermo Francos, el ala blanda del gobierno libertario que parece no poder contener a su jefe cuando lo invade la furia. Menos aún la de la vicepresidenta Victoria Villarruel, excluida de la toma de decisiones.
Sus palabras ante ese auditorio mitad político mitad empresario reflejan que los resquemores quedaron atrás rápidamente. Y la razón de tal explosión de euforia parece haber sido el discurso presidencial para abrir las sesiones del Congreso.
Cornejo lo definió como música para sus oídos. “Aspiramos a que Javier Milei dé vuelta la historia de decadencia de las últimas décadas”, dijo. Y fue más allá: “Hay que apoyar medidas estructurales que den vuelta la página de decadencia de este país”.
Esa declaración pública, ante esa tribuna, por supuesto superó el impacto de su publicación en X posdiscurso presidencial. Cornejo había adelantado su apoyo en esa red social el viernes a la noche, cuando el Presidente propuso el “Pacto de Mayo” junto con un decálogo de medidas.
En el mismo sentido se habían pronunciado varios de los gobernadores de Juntos por el Cambio, como el entrerriano Frigerio, el chaqueño Zdero y el jujeño Zadir. Incluso el cascoteado Ignacio Torres, de Chubut. Eligieron creer que era una convocatoria al diálogo de Milei antes que un pedido de adhesión sin chistar a su plan.
Todos ellos son parte de esa liga de gobernadores que Cornejo había imaginado como un bloque hace tres meses, pero que las necesidades de cada uno fue descascarando.
El santafesino Pullaro resistió un incremento de las retenciones a la soja clave para el déficit 0 que seguramente el mendocino, en su fuero íntimo, apoyaba, pero debió callar. También debió firmar un comunicado de apoyo al chubutense Torres, aunque tal vez piense que Milei tiene razón.
El “enamoramiento” de Cornejo lo llevó a decir que la presencia de funcionarios nacionales “muestra un gobierno sensible con la economía y nuestras problemáticas”. A Milei y los suyos tal vez se le puedan reconocer algunas virtudes, pero no es una de ellas precisamente la sensibilidad y menos con las provincias.
Hasta ahora, ha demostrado un desconocimiento preocupante de las economías regionales. Los discursos vacíos de Villarruel en el desayuno y el almuerzo así lo demostraron. Pero claro, en el período de la idealización es difícil que se vean los defectos, aunque después se tengan que pagar los costos políticos de los desatinos que pueda cometer el Gobierno nacional.
El oficialismo mendocino ha priorizado concentrarse en las coincidencias. Esas que enfatizan una y otra vez cuando dicen que la Nación ahora inició el camino que Mendoza recorre hace ocho años. Tiene, además, en sus filas a una defensora a ultranza del Presidente: Hebe Casado.
La vicegobernadora no oculta su alineamiento con el ideario de la derecha más tradicional. Al punto de publicar el viernes una foto con Felipe Kast, un senador de la ultraderecha chilena, sobrino del polémico ex candidato presidencial José Antonio Kast.
Si los deseos de la jefa política de Casado, Patricia Bullrich, se cumplen y el Pro termina fusionado con La Libertad Avanza (como la Ucedé en los ´90 fue coptada por el menemismo), Cornejo va a tener de pronto una vice libertaria y su alianza ya no va a ser con el macrismo sino con Milei.