No sé qué van a decir ahora los que siempre están atentos a destacar que la clase política mendocina es distinta, que en esta provincia no suceden cosas que en otras sí y que la convivencia entre las distintas fuerzas siempre es destacable.
Lo que pasó en la Legislatura, con la interpelación a la ministra de Salud, Ana María Nadal, tira por tierra todas estas frases. El primer papelón fue prohibir que los periodistas ingresaran al recinto en donde se realizarían las preguntas. Que no pudiera estar ahí la prensa y que no se transmitiera por YouTube, es algo que debería avergonzar, por lo menos, a las autoridades legislativas. Si bien se amparan en el reglamento para sostener la decisión, lo cierto es que si hubiera habido voluntad política, los periodistas podrían haber presenciado la interpelación y cualquier ciudadano interesado haberla visto por YouTube, como se hace con las sesiones que se realizan en la Legislatura. Y cómo siempre sucede cuando se quiere ocultar algo, la pregunta que sigue es ¿qué es lo que se buscará esconder?
Si la prensa hubiera entrado a poder ver la interpelación, habríamos podido evitar el penoso declaracionismo de funcionarios y legisladores sobre lo sucedido. Si buscaban proteger a Nadal, no lo lograron porque lo más sano era que todos podamos escuchar sus respuestas y cómo argumentaba ante los legisladores. No sabremos si es verdad que la ministra no respondió las preguntas, como dicen los legisladores opositores. No vamos a enterarnos si los legisladores opositores chicanearon a la ministra con mentiras o supuestos. Tampoco si respondió con datos y evidencia. Todo porque censuraron la interpelación.
No es sano que la prensa no pueda presenciar la interpelación a cualquier funcionario. Todo porque les cuesta entender, a legisladores de cualquier partido y a varios funcionarios, que están donde están para servirle a la gente y para dar toda la información y explicaciones que sean necesarias. No es un favor que nos hacen, es obligación explicar e informar.