Se prepararon, rindieron y hoy están al frente de una escuela secundaria. Abrazaron la vocación docente y repiten convencidas que lo volverían a hacer -confiesan que les genera adrenalina y que son felices cuando hacen su tarea-. Soñaban, sueñan y se desvelan por ocuparse de la dimensión pedagógica de su rol, por acompañar a la masa de profesoras y profesores que están bajo su ala y a tantos adolescentes que cursan en las más de 275 instituciones (gestión estatal) de Nivel Medio de Mendoza.
La realidad les suele poner obstáculos: las tareas administrativas, las situaciones conflictivas cada vez más graves -incluso con drogas, batallas entre bandas, peleas callejeras, inseguridad en las inmediaciones de los establecimientos-, los organismos estatales que deberían contribuir pero que son ineficientes o están colapsados y entorpecen más que ayudan.
Confiesan que las “escuelas están implotadas”, que viven “apagando incendios”, que cada vez cuesta más conseguir docentes porque no conviene económicamente tener tantas horas de clases, que cada inconveniente edilicio -estufas, techos, vidrios, sillas, etc- les consume energía porque deben llamar una y otra vez hasta obtener respuestas, que los problemas sociales se han exacerbado.
Este contexto ha puesto a directoras y directores al límite (son más de 1.500 los cargos directivos de secundarias de gestión estatal en la provincia). Tanto que muchos se animan a plantearlo, aunque sea off the record. Es que estas mujeres y hombres (70 y 30 por ciento respectivamente) que rindieron tres exámenes para liderar sus instituciones cobran como un secretario o preceptor con dos cargos. “Queremos que se ponga en valor la jerarquización”, sueltan y denuncian precarización laboral. En su bono dice que el básico es de 51 mil pesos (con los adicionales algunos sueldos pueden rondar los 220 mil pesos).
Muestran que la pirámide salarial se ha achatado tanto que los oprime, al punto de desvalorizar su trabajo y dedicación, que suele ser 24/7. Varias y varios llevan más de 20 años en la docencia y no recuerdan que este desfasaje se haya dado en otras oportunidades más allá de los reclamos salariales del sector.
Recomendaciones desde el Cippec
Ya en 2016, el documento de trabajo del Cippec “¿Una bala de plata para mejorar la calidad educativa? La formación de los supervisores y directores de escuela” hace hincapié en que “la difícil situación de la educación actual no se soluciona sólo con medidas de política: es indispensable motorizar una transformación cultural a través de una visión inspiradora que destaque el rol central de los supervisores y directores y que movilice a toda la sociedad”.
El mismo documento destaca varios aspectos entre las reflexiones de cierre.
- Condiciones de trabajo, para que puedan focalizarse más en la orientación de las escuelas y de los docentes: “Un paso significativo en este sentido sería aliviar el peso de las tareas administrativas, ligadas a los procesos burocráticos, la gestión de los comedores o las exigencias vinculadas a los programas nacionales”.
- Equipos directivos: “Para lograr transformaciones profundas será crucial mejorar las condiciones organizacionales de las escuelas, con la intención de potenciar el foco pedagógico, distribuir las tareas de una manera más eficiente, consolidar equipos de trabajo variados y estables, y propiciar una mayor participación de las familias en la tarea cotidiana de la escuela. Generar redes locales de apoyo para temas no pedagógicos permitiría reducir la presión sobre los equipos directivos”.
- Salario, como mejora del estatus de la profesión: “En línea con la creciente complejidad de las funciones directivas, es necesario establecer una jerarquización salarial que refleje la responsabilidad de su rol. Un salario digno y previsible no es sólo un derecho laboral, sino que habilita un mejor desempeño profesional y promueve una mayor atracción y permanencia de postulantes al cargo”.