Se habla desde hace algún tiempo sobre la decisión del Ejecutivo provincial de construir un restaurante en la explanada del Monumento al Ejército de los Andes, en el Cerro de la Gloria.
La iniciativa ha creado una resistencia, a mi entender, con mucha cordura, decisión y claridad, señalando con argumentos sólidos, importante legislación vigente a la mano, que se pretende violar, y hasta el sentido común, que no es poca cosa, pero que hasta ahora funciona sólo a nivel declaratorio, pues no tiene poder para evitar el desastre final.
El restaurante de marras, tiene una superficie tal que podría albergar a 180 comensales, lo que obligaría a estacionar por lo menos 90 vehículos, en un lugar cuya función está muy lejos, en las antípodas diría, de respetar las perspectivas necesarias para destacar la contemplación del monumento, obstaculizando visuales importantes al entorno, al recorrido, hacia la ciudad, etc.
Tal situación me recuerda a la mala decisión tomada en el momento de ampliar el Club Mendoza de Regatas. Se demolió un hermoso edificio, y se construyó otro tan grande, que de inmediato el lago pasó a ser un pequeño espejo de agua, perdiendo el equilibrio de la relación de escalas. Pareció que era un edificio para un espejo de agua y no un lago con un edificio a escala.
Aquí, ahora, parece algo similar. Se hará un restaurant con toda su infraestructura, autos por todos lados, baños con colas de usuarios, humo de frituras, olor de basura, etc., en un sitio donde había un monumento, que pasará a ser una pequeña escultura al servicio “decorativo” de un restaurant.
La cordura, ya se dijo, está de un lado, del otro… ¿qué hay?
