Vacunas usadas como armas de guerra política

Muchas cosas justifican dudar que el gobierno argentino se haya esforzado por sumar las vacunas de Pfizer.

Vacunas usadas como armas de guerra política
De lo único que se puede estar seguro es de la irresponsabilidad y la oscura intencionalidad de ciertos actos y pronunciamientos. / Foto: Orlando Pelichotti/ Los Andes

Churchill decía que “en tiempos de guerra, la verdad debería ser custodiada por guardaespaldas”. En Argentina, donde se libra una guerra política despiadada, había que custodiar la verdad para que la pandemia no se convierta en campo de batalla. Pudo, por ejemplo, establecerse un mecanismo con participación de la oposición para blindar las decisiones delicadas, protegiéndolas de la especulación política.

No se hizo, por eso una parte de la población naufraga en incertidumbres mientras la otra se abraza a las certezas que reconfirman su posición política.

Como otras naciones de este tiempo, los argentinos se dividen entre los que prefieren la certeza autocomplaciente sustentada en la fe ideológica, y los que prefieren la duda pagando el precio desesperante de la incertidumbre.

Por cierto, los abrazadores de certezas son mayoría y se dividen entre los que profesan la fe kirchnerista, y los que creen ciegamente todo lo que se diga contra el kirchnerismo y el gobierno que controla.

Con el país dividido por trincheras, si lo que se busca es aproximarse a la realidad de los hechos y no abrazarse a versiones sobre esos hechos, la duda es más recomendable que la certeza. Todo lo que se escucha y se lee debe ser tomado con pinzas. El problema es que son demasiados los que no tienen interés en buscar la verdad, porque prefieren abrazar certezas.

De lo único que se puede estar seguro es de la irresponsabilidad y la oscura intencionalidad de ciertos actos y pronunciamientos.

Fue irresponsable y absurdo que Elisa Carrió rechazara recibir la vacuna Sputnik aduciendo que en Rusia impera una dictadura. El mismo razonamiento invalidaría también las vacunas chinas. Los seguidores de Carrió que decidieran imitarla, multiplicarían una conducta ridícula y totalmente negativa.

A su vez, Cristina Kirchner dejó entrever una oscura intención al sostener, mediante una ironía, que son Rusia y China las que están “salvando” a la Argentina en la pandemia. La intención de la vicepresidenta se explicita en el pronunciamiento de Sabino Vaca Narvaja, embajador argentino en China que actúa, más bien, como representante de China ante Argentina.

El funcionario cristinista que reemplazó a Luis Kreckler, un diplomático de vasta experiencia, tuvo pronunciamientos propiciando el alineamiento total con la potencia asiática. A eso se suman las posiciones asumidas por el gobierno de Alberto Fernández sobre las violaciones de Derechos Humanos en Venezuela y sobre la última escalada entre Israel y Hamas, alineando el país con las posiciones que asumen Rusia y China en el tablero geopolítico.

Las usinas de propaganda trabajan en ese sentido, logrando reveladores comportamientos replicados. Por caso, se convirtió en regla que militantes y adherentes del kirchnerismo, al recibir la vacuna rusa, lo anunciaran en las redes con mensajes que transmiten la falsa idea de que Vladimir Putin es izquierdista, o lisa y llanamente comunista. La realidad está en las antípodas de la imagen difundida mediante un jueguito irónico lucubrado por expertos en propaganda y expandido a través de lo que Joseph Stiglitz llamó “conducta de manada”.

Putin fue el hombre clave en el gobierno de Boris Yeltsin, el presidente que destruyó la Unión Soviética y proscribió al Partido Comunista. Por otra parte, además de perseguir y eliminar disidentes, Putin reprime el feminismo y la diversidad sexual. Es un líder homofóbico que impuso una constitución que prohíbe el matrimonio igualitario y otorga a la Iglesia Ortodoxa una gravitación similar a la que tenía en el tiempo de los zares. Pero siguiendo al pie de la letra una bajada de línea, al vacunarse, los militantes y adherentes kirchneristas describen como líder progresista de izquierda al jefe de una autocracia represiva y conservadora.

Ese marco justifica la sospecha de que, a partir de un momento determinado y cediendo a presiones internas, el gobierno empezó a declinar esfuerzos por adquirir vacunas norteamericanas.

Declaraciones, actitudes y posicionamientos internacionales justifican dudar que el equipo de Alberto Fernández se haya esforzado para sumar la de Pfizer al arsenal de vacunas necesarias.

Tan lógica resulta esa duda que, al cobrar una fuerza inusitada, el gobierno empezó, finalmente, a buscar un acuerdo con Pfizer.

No se trata de creer en la temeraria afirmación de Patricia Bullrich sobre un pedido de coima. Hasta sería estúpido pedir “retorno” por un producto que tiene una demanda gigantesca. A las coimas las pagan quienes, además de carecer de escrúpulos, carecen de demanda. Pero es posible suponer que una presión interna llevó al gobierno a congelar esfuerzos por obtener vacunas norteamericanas.

En definitiva, la vicepresidenta, el embajador en Pekín, los posicionamientos internacionales del gobierno y el comportamiento de manada de los vacunados K, parecen revelar la existencia de un proyecto de alineamiento con una alianza en difícil gestación, el eje ruso-chino, donde lo único en común es el enfrentamiento con Washington.

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