La verdad y la mentira, las palabras y las acciones, los pensamientos y las conductas: ¿cuántas veces en nuestra vida los seres humanos habremos reflexionado sobre estas cosas?, Muchísimas, porque atraviesan nuestra vida cotidiana. Y como la política es igual a la vida de todos los días, porque está hecha por seres humanos, con ella pasa lo mismo. Pero con más trascendencia, porque en los políticos/as los ciudadanos/as confían parte de su destino y el de las generaciones por venir. Además, a nosotros/as, el sueldo nos lo paga la gente. Esto es sagrado y no debemos olvidarlo.
En momentos de tanto dolor como el que atraviesa el mundo entero a veces sentimos que las certidumbres se desgajan día a día. En el ámbito de lo público la certidumbre requiere en primer lugar, que las palabras tengan valor: que lo que se diga se cumpla. Es tan sencillo que hasta da un poco de pudor decir esto que tendría que ser indiscutido. Pero la práctica política muchas veces le falló a la gente, y las consecuencias son claras…
Hoy en Mendoza se está gobernando de una manera distinta. Ni mejor ni peor: distinta. Y lo distinto, muchas veces sorprende. Hay un Gobernador que antes de cumplir los 10 meses de gestión ya ha cumplido con casi la totalidad de lo que dijo que iba a hacer tanto en su campaña como en la Asamblea Legislativa, cuando la pandemia ya era parte de nuestras vidas. “No es el momento”, “El Gobernador debería haber hablado primero con la dirigencia”. ¿Por qué? El compromiso del Gobernador es con las y los mendocinos, tanto con quienes lo votaron como quienes no ¿por qué antes de tomar una iniciativa y de enviar un proyecto a la Legislatura que dice exactamente lo que ha dicho que iba a hacer debe primero realizar una ronda de consultas?. Por supuesto que el pensamiento de las demás fuerzas políticas es muy importante porque representan legítimamente la opinión de muchos mendocinos/as.
Por eso, a pesar de contar con mayoría en ambas Cámaras, lo cual implica que muchas de las medidas que ha tomado el gobierno provincial podrían haber sido aprobadas sin ningún inconveniente se optó por el camino de la construcción colectiva y de escucha permanente y horizontal. Sin ningún tiempo límite, sin ningún apuro, sin necesidad de “ir a los empujones”, con todos los espacios de diálogo garantizados. Una vez enviado el proyecto se abre el debate, se enriquece, se modifica, se lo vota o no. Eso es lo que debe ocurrir, lo natural, lo sano, lo que corresponde.
¿Cuál es el momento de gobernar? Este. Porque estamos en una crisis sin precedentes, porque la improvisación es el peor enemigo, porque hay que tener firmeza para pararnos frente a un futuro incierto. Porque mientras se atiende la urgencia, es necesario sentar las bases para lo que viene después. En la vida de todos los días pasa lo mismo. Cuando una familia tiene un problema importante, ese problema se prioriza. Pero no se deja de lado todo lo demás.
Hay muchas maneras de gobernar. Pero la mejor forma es colocarse en el lugar del otro. Hay muchos otros, muchísimos, cada uno con sus propias necesidades y urgencias. Quien gobierna debe incorporar todas esas “otredades” en un proyecto inclusivo y sensato.
Sabiendo a cada paso lo qué es importante, necesario y urgente. Lo urgente se hace, se ejecuta. Y de lo demás se habla, se lo coloca en la agenda pública, sin prepotencia, respetando los espacios que las instituciones representan. Lo demás es viejo, y ya demostró que es inútil.
Los momentos se construyen, no vienen dados. Tiene que haber voluntad, diálogo, consenso, debate y legitimidad. Tenemos una gran oportunidad. Con todo el tiempo que se requiera, con toda la apertura mental y política necesaria, las y los mendocinos tenemos la posibilidad de construir en armonía la forma en que queremos vivir luego de este “antes y después” que significa la pandemia en todos los sentidos. Tenemos los espacios para hablar de economía, de nuestras instituciones, de educación, de lo que queremos ser.
Está en nosotras y nosotros dejar de lado intereses particulares, entender que es el momento de abandonar un pasado frustrante atrás, arremangarnos y trabajar escuchándonos: el resultado nos va a enorgullecer y tal vez estemos un poco más cerca de lo que la gente espera que seamos.