Vestigios clásicos hoy

Hay un sustantivo latino que está adaptado al español: se trata de “nomenclátor”, definido como “catálogo o lista de nombres propios o de voces técnicas de una ciencia o disciplina”.

Vestigios clásicos hoy
Vestigios clásicos hoy / Foto: Archivo

Conservamos en el español actual vocablos que constituyen restos vivos del latín o del griego originales en que tenían plena vigencia. Se trata de términos que nos llaman la atención por su terminación en -um, que no cambió a “o”, como en otra inmensa mayoría de casos. Uno de ellos es el sustantivo “ultimátum”. El diccionario académico lo define como las “condiciones últimas que se imponen de modo terminante y definitivo”. Lo vemos en casos como “El administrador del consorcio ha lanzado un ultimátum para quienes aún se encuentran sin pagar las expensas”. El plural es “ultimátums” y debemos añadir que la voz adaptada “ultimato” no ha prosperado. Debemos colocar tilde en “ultimátum” porque el término se ha ajustado a la norma de tildación de las graves que no terminan ni en N, ni en S ni en vocal. Allí alguien podría preguntar por qué el plural conserva la tilde si termina en S. La respuesta se encuentra en la regla que nos indica que se tildan los vocablos graves terminados en S agrupada con otra consonante, tal como ocurre en “bíceps” o “fórceps”.

No ha corrido igual suerte el vocablo “pandemónium”. Este término se originó en las palabras griegas “pan”, que significaba “todo”, y “daimónion”, que traducimos como “pequeño espíritu”. Pudimos averiguar, según el Panhispánico de dudas, que se prefiere hoy la voz españolizada “pandemonio” a la etimológica “pandemónium”. De todos modos, en el caso de usarse la forma clásica, hay que tomar en cuenta que se adaptó al español en cuanto a su tildación como vocablo grave. El significado es “lugar con mucho ruido y confusión”; así, “El recinto, con tantos gritos e insultos, era un pandemonio/pandemónium”. Hay una ocasión en que aparece “Pandemónium”, con mayúscula inicial, para aludir a la capital imaginaria del reino infernal.

En algunas situaciones y para referirnos al más alto grado que algo puede alcanzar, usamos la palabra “súmmum”. ¿O debimos escribir “sumun”, como voz adaptada al español, sin la doble “m” en el medio de la palabra, sin tilde por ser grave terminada en N y con la “m” final cambiada a “n”? Así nos lo dice el Panhispánico: “Si se desea adaptar completamente el latinismo “summum” al español, es preferible la forma “sumun” [...] que ya se documenta en el uso: ‘Apuesta por las camisas claras, aunque a veces se atreve con las negras, el sumun de la nueva progresía’ “. Recordamos que es una voz proveniente del latín “summum” (lo sumo) y que se usa siempre precedida de artículo con el significado de “el colmo o el grado más alto de algo”: “Ha alcanzado el sumun de poder merced a su gran capacidad”.

Otra herencia latina es el vocablo “ítem”, que puede aparecer como adverbio o como sustantivo. Proviene del latín “item” (igual que en español, pero sin tilde), lengua en que se desempeñaba como adverbio, con el significado de “también, del mismo modo”. Es por ello que, en textos antiguos y en textos jurídicos o de nivel muy culto, aparece la forma “ítem más”, que equivale a “además”. El Panhispánico nos da como ejemplo: “No hice el menor caso de la requisitoria. Ítem más: Cuando dejé la Editora Nacional, mi situación económica quedó considerablemente quebrantada”.

Además, se usa como sustantivo masculino y equivale a “apartado de los varios de que consta un documento”: “Esto se trata en el ítem 43”.

También pudimos saber desde la misma fuente académica que, por influjo inglés, se usa en disciplinas como la psicología, en las que significa “elemento o conjunto de elementos que constituyen una unidad de información dentro de un conjunto”: “Cada ítem de esa monografía se evalúa con puntaje propio”. El plural de este sustantivo es “ítems”, no *ítemes, como se escucha erróneamente, a veces.

Hay un sustantivo latino, que está adaptado al español por su tildación como vocablo grave: se trata de “nomenclátor”, definido como “catálogo o lista de nombres propios, o de voces técnicas de una ciencia o disciplina”: “Hemos vuelto a usar el nomenclátor en vigencia antes de la pandemia”. El plural es “nomenclátores”. La voz totalmente evolucionada al español dio “nomenclador”, que equivale a “glosario” y que tiene como plural “nomencladores”: “Para aprovechar la lectura de ese material, te aconsejo la consulta de algunos términos en el nomenclador adjunto”.

No debe confundirse el vocablo “ítem” con “ídem”, que proviene también del latín; lo usamos como adverbio y le adjudicamos el valor de “lo mismo”. Al poseer valor adverbial, no tiene variaciones. En las citas bibliográficas, aparece en la forma abreviada “íd.”, que significa “el mismo” y que se usa para evitar repetir el nombre de una fuente ya citada.

Y ¡cómo nos encanta pedir a un intérprete que vuelva a deleitarnos con un tema musical que nos ha gustado! Estamos pidiendo un “bis”: este vocablo puede usarse como adjetivo y como sustantivo. Cuando lo usamos como adjetivo, se pospone a un número e indica que lo referido por ese número se da dos veces, con diferentes contenidos: “Hoy estudié los artículos 14 y 14 bis de nuestra Constitución”. Como sustantivo, indica que, al final de una actuación, se brinda una repetición o una pieza suplementaria a fin de responder a los aplausos del público: “La ovación de los asistentes lo obligó a hacer como bis el fragmento más conocido de esa joya musical”. El plural de este sustantivo es “bises”.

Algunas veces, es necesario someter al voto popular leyes o decisiones políticas, mediante un procedimiento de tipo consultivo al que se llama “referéndum” o “referendo”. La primera forma, aunque es la variante etimológica, ha evolucionado al español y toma tilde como vocablo grave. Su plural es “referéndums”, con acento ortográfico por la misma razón que dimos para “ultimátums”. La forma adaptada totalmente al español es “referendo”, con su plural “referendos”; esta forma adaptada es menos usada que “referéndum”.

Nos queda una palabra latina que no hemos considerado: se trata de “ictus”. El origen es latino, significaba “golpe”. Y ha pasado igual al español, con singular y plural solamente diferenciados por el artículo. En cuanto a su aplicación, un ictus puede referirse tanto a una enfermedad cerebral súbita, por interrupción del flujo sanguíneo, como al acento métrico en la poesía puesto que aludía al golpeteo rítmico con que se medían los versos.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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