En la economía argentina, no hay tiempo para hacer historia. Es que en los últimos 15 días las condiciones cambiaron en tantas ocasiones, que el tiempo para adaptarse de un escenario a otro termina siendo escaso.
Primero fue la falta de gas oil, que profundizó y ralentizó entregas, y le puso presión a los precios al consumidor. Sobre el final de junio se sumó la restricción para acceder a dólares para el pago de las importaciones impuesto por el Banco Central, con el objetivo de priorizar la compra de energía. Con ello, los “importados” empezaron a desaparecer de las góndolas. Por último, el sábado la renuncia de Guzmán le puso primera a una crisis que se venía desencadenando a cuenta gotas.
El comercio lleva por lo menos tres días virtualmente parado. ¿Especulación? Si querés comprar hierro o materiales para la construcción, no hay. Si querés comprar un auto, no lo venden. Si querés comprar en cuotas, la gran mayoría desapareció. Hay poco stock y lo que se vende está por las nubes.
Lo peor de todo es que los consumidores comenzaron a perder la referencia de qué es caro, qué es barato y qué está en su justo precio, básicamente porque el poder adquisitivo está diezmado y los precios han tomado una senda alcista, que difícilmente, por ahora, tenga techo.
La economía va hacia una importante retracción. El que tiene “resto” quiere saber cómo resguardarse de lo que se supone vendrá durante el segundo semestre, más inflación sin crecimiento. Si la economía es expectativas, sin plan y sin credibilidad, no hay forma de acomodar este “barco”.