En mis primeras 24 horas en Oporto he escuchado -y leído- la palabra francesiña o francesinha una y otra vez. Joao, el portugués que oficia de guía, habla de este sandwich como si se tratara de uno de los atractivos imprescindibles de la ciudad. “Venir a Oporto y no comer una francesinha es no haber estado en Oporto” sentencia.
La francesiña es a Oporto lo que, por ejemplo, un sandwich de milanesa es a Tucumán. Uno de esos placeres culpables que se viven con menos culpas en un viaje. Para que el lector se dé una mejor idea, esta delicia lusa se asemeja bastante a los que se preparaba el personaje de Joey Tribbiani en la serie, Friends: tiene de todo y no le falta nada. El plato en cuestión se conforma de tres niveles de pan lactal tostado que se separan por lonchas de jamón cocido, mortadela, filete de ternera y chorizo. Luego se recubre con fetas de queso derretido y se baña en una salsa picante a base de tomate, whisky, cerveza, chile y mostaza. Como con el lomito, su versión especial o completa culmina con un huevo frito. De más está decir que, a pesar de ser un sandwich, su volumen exige comerlo con cuchillo y tenedor. Pero la francesiña no termina aquí: se suele acompañar con papas fritas y cerveza. Si alguno tiene todavía dudas, este plato pantagruélico exige un estómago más que entrenado... El que avisa, no traiciona.
Joao dice que la francesiña, además, es económica.
“Uno come una al mediodía y se asegura de no comer nada hasta el mediodía siguiente” resume entre risas, aunque teniendo en cuenta los ingredientes algo de cierto (y bastante) hay en su comentario.
La historia del suculento plato se remonta al Oporto de mediados del siglo pasado y al restaurante Regaleira -abierto hasta nuestros días-. Allí en 1952 comenzó a trabajar un cocinero llamado Daniel Silva, que volvía a Portugal luego de haber andado por Angola y Francia. Silva pretendía hacer una versión local del croque-monsieur (un tostado en pan de molde relleno de jamón y queso oriundo de Francia). Joao cuenta que, inspirado en la sensualidad de las francesas, Silva pretendía con su plato rendirles tributo. En Regaleira se jactan de mantener la receta del cocinero original y, por supuesto, de conservar algunos de los componentes de su salsa también en secreto. Aunque lo cierto es que cada restaurante mantiene sus características principales y reinventa con algunos toques la fórmula que, a estas alturas, supera las siete décadas.
En un mediodía cálido me dispongo a probar este clásico. El mozo ubica el plato frente a mí e intento no intimidarme ante el voluminoso manjar. No se requieren muchos bocados para llegar a la conclusión de que sabor -ni calorías- no le falta. Uno de los comensales me mira desde la mesa de al lado y me dice en portugués “El mejor sandwich del mundo. ¿A que sí?” Ahora sí puedo decir que estuve en Oporto.
Información
Regaleira. Rua do Bonjardim 87, Oporto. 5 euros aproximadamente. Fue aquí donde en 1952 nació la francesiña.
Casa Guedes. Praça Poveiros 130, Oporto.
Este pequeño restaurante no ofrece las célebres francesiñas, sin embargo, su sandwich de cerdo y queso bien merece darse una vuelta para probarlo. 3 euros aproximadamente.