Hemos crecido en una sociedad donde por años se instaló, exitosamente una única forma de pensar (y por lo tanto de vivir): el pensamiento arraigado al pesimismo, a que todo está mal y, peor aún, a que todo va a seguir mal.
Lo bueno del cambio de era, es que estamos asistiendo a un gran alboroto emocional. Muchos científicos ya lo demuestran: pensar positivo modifica realidades internas y externas.
Y si no, miremos las estadísticas sobre salud: muchos pacientes aseguran haber mejorado su estado físico gracias a haber hecho un profundo cambio emocional; trabajar sobre el humor, sus hábitos de consumo y pensamientos.
Tan simple como cambiar el "chip de información", ese que nos ha dominado por años llevándonos a lugares donde, seguramente, no hemos querido estar. Este cambio de "chip", consiste en alimentar pensamientos positivos: aquellos que nos hacen sentir emociones saludables.
"Se trata de reeducar nuestra mente. Esta es tan poderosa que debemos entrenarla para combatir los pensamientos negativos que, por años, han reinado y nos han hecho gastar tanta energía", analiza la psicóloga Ana Clara Salvatierra. El desafío es dejar de prestarle atención a lo malo, a todo aquello que aún no pasa pero que construimos negativamente en nuestra mente.
Técnicas muy simples son las que colaboran en este proceso. La más sencilla: "Ponerle atención a las cosas buenas y lindas del día a día. Esas pequeñas -o grandes- situaciones que aportan y que a veces pasan desapercibidas (un abrazo, una sonrisa, una ayuda recibida, una palabra de aliento, etc.)". En la sociedad actual, tenemos la gran tarea de "entrenar nuestra mente para crear nuevos hábitos de pensamiento y colaborar en que los más pequeños crezcan con este nuevo chip. No desvirtuarlos", agrega la profesional.
Pero, para crear pensamientos positivos, primero debemos ser conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Hay cosas de las que no podemos escapar, pero sí podemos reeducar la forma con la que afrontamos las situaciones de la vida, “lo que hacemos con lo que nos pasa, eso determina todo. Entonces, es hora de tomarse las cosas de otra manera, si es que queremos cuidar de nuestra salud física y emocional”, comparte la psicóloga
Adriana Lobos. Lógicamente, y al haber vivido en una sociedad contaminada con altas dosis de pesimismo, esta nueva rutina será todo un desafío.
Muchas veces sentiremos que no funciona, que es una pérdida de tiempo, que no está teniendo ningún resultado e, incluso, que no somos buenos para eso; pero, “la tecla” está ahí: no desistir, sino persistir. El resultado será lo mejor para nuestra evolución, y para acompañar la evolución de los demás, en especial si hablamos de niños.
“Atender a lo que ahora cruza por nuestra mente, detenernos en ese pensamiento y valorarlo: ¿es algo bueno o malo?, ¿me ayuda a avanzar en mi proceso evolutivo o me tira abajo?, ¿me hace sentir fuerte y capaz o me lastima y avergüenza? El pensamiento también es energía y donde llevemos nuestra atención, eso se manifestará”, añade la profesional. Existen cientos de libros sobre el tema, muchas personas andan por el mundo llevando estos mensajes. Podemos creer o no, pero: ¿has intentado ponerlo en práctica? Es ahí donde la magia se produce, en la propia experiencia.
"Es importante enseñar a los más pequeños el vivir de forma más positiva. Fomarlos para un mundo difícil pero con una mirada optimista capaz de superar adversidades".
¡Vamos a practicar!
Imaginá que vas en tu vehículo y de repente deja de funcionar, se detiene de a poco hasta quedar totalmente varado en el medio de la ruta. ¿Hacia dónde llevás tu atención? Quizás hacia la molestia de quedar ahí, la demora que tendrás, la cantidad de cosas que te quedarán sin hacer o, en la molestia que ocasionará tu tardanza, el gasto que tendrás en caso de que el auto se haya roto, etc.
¿Se te ocurrió pensar en cómo solucionar el problema? o ¿qué hacer mientras esperás a que la grúa llegue? Ahí está el cambio, en vez de enfocarnos en lo negativo de la situación, "es importante hacer todo el esfuerzo posible, para encontrar un halo de luz que nos permita ver más allá y así capitalizar positivamente cada experiencia", dice Lobos.
En esta sociedad, “nueva” en el sentido de los pensamientos alternativos que están en auge, el foco está “en estar siempre presente en el presente.
No dejar que la mente deambule en el pasado o futuro, sino amarrarla en lo que necesitamos, a aquello que estamos haciendo. Y en eso es crucial el optimismo”, continúa. Y el optimismo tiene muchos condimentos: uno de ellos es dar las gracias. Ser agradecido significa valorar positivamente lo que nos ocurre en la vida lo que, obviamente, reforzará lo bueno de cada situación.
Otro aspecto: reír más. "Nuestra mente no distingue la ficción de las situaciones de la realidad, por lo que sonreír hace que el cerebro genere neurotransmisores que nos hacen sentir bien", dice Salvatierra. Algunos profesionales recomiendan estar por la vida sonriendo a todo, y a todos, por más difícil que sea la situación o por más desagradable que sea quien tennemos enfrente; ¡sonreí! La risa provee de emociones y pensamientos con tendencia positiva.
Una mentalidad con esta carga energética, indudablemente produce actitudes y resultados positivos, colabora a sobrellevar las situaciones de la vida y a lograr los objetivos propuestos. "La idea de este cambio de mentalidad es poder estar realmente atentos a lo que pasa en nuestra mente, saber cómo y cuándo detenerla para limpiar pensamientos negativos y transformarlos en algo positivo", comenta Lobos. Esta práctica es un gran puntapié para liberarnos del ruido mental y poder encontrar lo bueno de cada situación o, al menos, poder descubrir la solución a los problemas que nos aquejan.
Albert Eisntein, manifestó que “no podemos resolver nuestros problemas con el mismo pensamiento que usamos cuando lo creamos”; entonces, debemos trabajar en lo que pensamos y modificarlo. Es por eso que las profesionales comparten una técnica que permite trabajar ese cambio de paradigma en el seno familiar. “Es importante enseñar a los más pequeños el vivir de forma más positiva y así formarlos para un mundo difícil, pero con una mirada optimista capaz de superar adversidades”, afirma Salvatierra.
Se trata de un juego creado por una filósofa llamada Elsa Punset, un simple frasco transparente en el que se depositan solo los pensamientos y acciones positivas de cada día. Sostienen que está técnica es ideal para hacerla en familia ya que "colabora en el arduo trabajo de alimentar pensamientos positivos en cada miembro y alejar todo aquello que trae confusión, negatividad y conflicto", agrega.
Este sencillo juego consiste en que, todos los días, cada miembro de la familia tiene que escribir en un papel lo mejor que le pasó y luego colocarlo en el frasco: “una sonrisa, una ayuda, una buena nota, el encuentro con un ser querido, una linda noticia... Cualquier situación que haya generado alegría. Escribirlo hace que se grabe en nuestro cerebro sin que nos demos cuenta, calando muy profunda la idea de lo positivo, lo bueno y agradable”, aporta Lobos. Luego de un tiempo (el que la familia considere razonable), se abre el frasco y se lee cada recuerdo positivo.
Mientras más positivos sean esos recuerdos, más estaremos contribuyendo a que los menores de la familia (y los grandes) aprendan a reconocer y valorar las cosas buenas de la vida, los pequeños detalles y sobre todo a recordarlos, ya que "muchas veces recordamos más lo negativo, lo feo porque es hacia ahí donde llevamos nuestra atención. Pero, si logramos cambiar el enfoque, escribiendo y luego leyendo lo positivo, poco a poco se irán grabando en nuestra mente", dice. ¿Qué esperás para ponerlo en práctica?
El juego del “frasco de la felicidad”, enseña a llevar la atención a lo que realmente importa, permite diferenciar los pequeños problemas de aquello que merece más atención, mejora vínculos, refuerza lazos y forma niños más seguros de sí mismos, con mentes más amplias y con la capacidad de afrontar la vida desde una mirada positiva.