La ceremonia del Oscar tiene cada vez menos audiencia. Hay varios motivos para que eso pase: el show televisivo es aburrido hasta no poder más, por su estructura y la gran lista de premios que tienen que entregar. La gente ve cada vez menos televisión -ni hablar de los adolescentes que casi no saben que existen el aparato-, y el "negocio" del Oscar ha ido a través de su historia comiéndose a tarascones la porción de "cine" que hay en todo esto.
Esta última idea es la que nos interesa acá. Si hacemos una retrospectiva en la entrega de los premios veremos que, entre las décadas del ‘30 y el ‘70, con igual, diferente o cuestionado gusto respecto de las candidatas a mejores películas, actrices, actores y directores, los filmes que había en danza eran lenguaje cinematográfico en disputa.
Hay muchos ejemplos. En el '39 se llevó el Oscar a mejor película y director "Vive como quieras" de Frank Capra, un filme que trataba los problemas de clase en la Estados Unidos puritana. En el '44 fue la mítica "Casablanca" de Michael Curtiz, con evidente pertinencia del momento respecto a la guerra. En el '47 ganó "La luz es para todos" de Elia Kazan, el tema era el antisemitismo. En el '55 fue "Marty" de Delbert Mann, sobre un solterón con Edipo que quiere casarse. En el '60 fue otro clásico "Ben-hur" de William Wyler: época de superproducciones épicas en Hollywood, donde el centro de los conflictos era la injusticia de los oprimidos respecto a los opresores podersos. En el '76 fue "Atrapado sin salida" de Milos Forman, donde el asunto es el hombre destrozado por el sistema: se esbozan los inicios del individualismo como centro social.
Los '80 fueron época de transición: respecto a temáticas, la idea de disociar al director y la película -asunto que está estrechamente ligado con mirar al cine como negocio y no una expresión de firma artística-, y la calidad técnica por encima del concepto narrativo.
En tanto que los '90 fueron las épocas en que esta nueva forma de "evaluación industrial" tuvo su apogeo. "Corazón valiente" ('96), "El paciente inglés" ('97), "Titanic" ('98), "Shakespeare enamorado" (99) son suficientes nombres de prueba. Los 2000 y los 2010 han sido, francamente, un camino hacia el descenso de los Oscar como premios creíbles y sólidos. Y la estatuita pasó de ser el más importante reconocimiento, a una especie de Normas Iram caprichosas, y últimamente inclinadas a favorecer los negocios detrás de la cámara.
No puede explicarse de otra forma que filmes edulcorados, previsibles y solo bien diseñados y fotografiados -a millones de presupuesto por segundo- puedan dejar atrás a otras que son obras maestras de puño y letra de grandes cineastas.
"La forma del agua" de Guillermo del Toro jamás habría podido ganarle a "El hilo fantasma" de Paul Thomas Anderson, a "Tres carteles por un crimen" de Martin McDonagh o a "Dukerque" de Christopher Nolan si estuviésemos en los '30 o '40. Pero estamos camino al 2020 y, a tono con lo que pasa en el mundo capitalista, la industria del cine más grande dejó de lado las sutilezas y los pudores y se dedicó a facturar sin vergüenzas: después de todo, las plateas se dejan llevar de la nariz por cualquier zanahoria bien pintada.
Bajo esta mirada que sostenemos aquí, analizamos los principales rubros con la intención de que tengas un aporte para decidir, si no has visto las películas, con cuál de ellas querés pasar dos horitas de tu vida.
Las que ganan
Es solo desde esta lupa que te exponemos aquí que se explica que una peliculita (en sentido narrativo) puritana y mentirosa, que se presenta como "biografía" de un rockero como Mercury ("Bohemian Rhapsody") esté compitiendo en Mejor Película. O que Rami Malek pueda siquiera ser considerado Mejor Actor: un tipo que no actúa sino que imita. Esta película pensada para que Queen salga de gira -y funcionó- no ganará en ese rubro pero sí será Malek el que es muy probable que se lleve el premio, dejando en el camino a tremendos actores como Viggo Mortensen ("Green book"), Willem Dafoe ("Van Gogh en la puerta de la eternidad") o Christian Bale ("Vice").
Tampoco es viable entender bajo la idea de "cine antes que negocio" que "Roma": una película bien filmada, técnicamente de escuela, pero lábil y descastada en su narrativa -dirigida por Spielberg sería aceptable pero en manos de un mexicano es una especie de traición ideológica- se lleve el premio a Mejor Película (porque es casi seguro que se lo va a llevar). Tanto lobby hace Netflix para instalarse en estos premios que consagran todo lo que tocan, que logró insertar al filme en Mejor Película de Habla No Inglesa y Mejor Película a la vez.
Desde la perspectiva de la actuación, no es justo que Yalitza Aparicio (presentada por su director como una especie de 'paradigma latino al que enfundó en un vestido de Prada') se caree con actrices monumentales como Glenn Close ("La esposa") u Olivia Colman ("La favorita"). Nada contra Aparicio, pero la chica no actúa sino que hace de ella misma en "Roma".
Y la premisa de que un director puede ser el mejor, pero su película no gana: ¿acaso no hay prueba más elocuente de que el cine importa poco en los Oscar? Este año hay realizadores notables, con películas extraordinarias: Spike Lee ("El infiltrado del Kkklan"), Yorgos Lanthimos ("La favorita") y Pawel Pawlikowski ("Cold war") pero quien gane (al menos ya sucedió en el marketing) será Alfonso Cuarón, fiel soldado del negocio estadounidense que es talentoso y es -¡golpes de la suerte!-... ¡mexicano!
Las que deberían ganar
Si lo que estuviese en juego es el cine como expresión artística, otros serían los tantos. Como mejor película tendrían que sacarse chispas "El infiltrado..." y "La favorita".
Como mejor actor sería casi indudable que le toca a Mortensen, varias veces nominado y que en este filme chiquitito se luce como siempre. Como mejor actriz bancamos a Glenn porque su protagónico no admite discusión y también está en la lista de espera del reconomiento que se ha ganado hace años.
Como mejor director le tocaría a Spike Lee o a Lanthimos (sus películas son formidables y están nominadas en el rubro, no así "Cold war" que también tenés que ir a ver, si te gusta el cine). Y, esta es yapa: como mejor película no inglesa no hay más que pensar en "Somos una familia" de Hirokazu Koreeda porque es alto, alto, alto, cine.
Pero Hollywood es otra cosa: es millones en merchandising bajo la pátina yanqui-culposa del bien pensante. Y un pagaré que solo tiene como garantía un estandar técnico de rango superlativo.