El brazo derecho levantado de Nicolino, de una imagen de un antiguo póster en el interior del quiosco de revista, parece estar saludando.
Por eso, cada mañana cuando Pancho Wohlfart abre las puertas del escaparate, lo primero que hace es mirarlo y lo saluda: "Buenos días Maestro, Buenos Días Nicolo", la expresión de cada uno conmueve y se repite a diario.
"Qué te puedo decir de Nicolino conmigo era muy bueno", recuerda Francisco Wohlfart, árbitro y juez y que vivió junto a sus padres, 40 años en la Federación Mendocina de Boxeo, eran los encargados.
"Todos los días lo saludo, era mi amigo, era mi ídolo", dice Pancho y continúa, "Vi a casi todos en la Federación, yo era chico y recuerdo que una vez llegó mi papá a mi casa y me dijo: "Sabés que hay un pibe en el Mocoroa (gimnasio de Don Paco Bermúdez) que se mueve como una avispa. ¡No le puede pegar nadie!. Ese pibito era Nicolino", recuerdo.
Mientras va recordando con los ojos brillosos, destacó que: "Era totalmente distinto a todos se caracterizó por no pegar... era un monstruo. Don Paco lo moldeó, pero para mí eso que él tenía le venía de fabrica. En el Luna Park choreaba 2'30" por rounds, miraba el reloj y cuando faltaban unos 15 segundos empezaba a pegar y terminaba el round ganando y el Luna bramaba. Entonces Nico decía: "Este round es para mí".
"Recuerdo que cuando volvió de Japón me contó que le habían ofrecido dar exhibiciones por mucha plata, porque había gente que no creía que un boxeador ganara sin pegar o esquivando.
Y le dije: ¿Nico, y por qué no agarraste? le pregunté. Me dijo: "¡Estás loco, te agarra un guacho de 20 años y le voy a esquivar 4 piñas, pero me va a meter 6!."
Pancho deja escapar una carcajada. "Era un genio. Las sabía todas en el ring."
