El alerce patagónico, conocido también como Lahuán, que en lengua mapuche significa "abuelo, el que guarda toda la sabiduría" es acaso la especie que con más rigor atesora el parque. Estos árboles, no sólo le da el nombre al Parque Nacional, sino también, como en la hoja de ruta de toda familia, el abuelo relata sus historias y experiencias que ha tenido durante toda su vida.
El Alerce Patagónico es una de las especies arbóreas más grandes y longevas del planeta, y puede llegar a vivir hasta 4.000 años. Hace 80 años que en la Argentina se los protege celosamente y éstos se han convertido en verdaderos vigías del Parque.
Llegar a encontrarse parado frente al Lahuán milenario de más de 2620 años, es una de las experiencias más relevantes para los turistas, adentrarse en el corazón del parque nacional y abrazar figuradamente al coloso del bosque patagónico, concibe el momento perfecto para jugar con la imaginación y vivenciar todas las épocas transcurridas. El alerce abuelo posee una altura como la del Obelisco de Buenos Aires y una edad como la del Partenón griego. Su importancia deslumbra a los visitantes que llegan desde todas partes del mundo a conocerlo.
Ocho décadas
El Parque Nacional Los Alerces, situado a 42 kilómetros de Esquel, fue creado en mayo de 1945, pero inicialmente en 1937 fue reserva. Hace 80 años que resguarda al alerce patagónico (Fitzroya Cupressoides), conocido también como Lahuán, que en lengua mapuche significa “abuelo, el que guarda toda la sabiduría”.
En sus 263.000 hectáreas de superficie pertenecientes a la ecorregión de Bosques Patagónicos, protege también a coihues, cipreses, radales, maitenes, ñires y lengas, sirviendo de casa y refugio para numerosas especies de la fauna autóctona, incluso de aquellas en peligro de extinción como el Huemul, Monumento Natural de Argentina.
En su octogésimo aniversario, este 2017, el Parque Nacional Los Alerces no sólo festeja por ser un área protegida sino por ser también el gran impulsor del turismo en toda la región. Su geografía conformada por montañas, lagos y ríos, permite la práctica de diversas actividades.
Elegancia y encanto natural
Mientras se navega por el lago Menéndez en busca del circuito donde se encuentra el Alerzal Milenario, el imponente Glaciar Torrecillas asoma entre las cumbres, con sus paredes de hielo de color blanco azulado, se aprecia toda su magia desde las aguas.Tomarse unos minutos y sentarse frente al bloque helado de más de 24.000 años, es una manera de contemplar la inmensidad.
No hay quien deje de conmoverse estando dentro de este ambiente de biodiversidad en estado puro. Es un paraíso de turismo sustentable con ecosistemas de extrema fragilidad de la Cordillera Patagónica.
A los pies del Torrecillas se despliega la Laguna del Antiguo, de color esmeralda, desde donde se pueden apreciar las cuencas que le dieron origen al glaciar en la última Glaciación.
Destino de leyenda
El Parque cuenta con una variada propuesta de sendas para trekking y es uno de los cinco que conforman la Huella Andina. Por ello se puede disfrutar del senderismo recorriendo caminos de variada dificultad o realizando un viaje de reflexión (en el que el camino conduce hacia el interior de uno mismo). El viento y el trinar de las aves son la mejor música, el paisaje nítido y el ambiente en estado de máxima pureza, ayudan a dejar atrás las preocupaciones cotidianas.
Han pasado 80 años de la creación de esta área protegida, con el fin de dar resguardo a este maravilloso ecosistema de puertas abiertas, único en su especie.
Podemos afirmar que, gracias a las labores de cuidado de este entorno (enmarcado por la cordillera de los Andes, los lagos y el bosque patagónico), la herencia de la naturaleza está en buenas manos y está garantizada su continuidad.
Muchas más generaciones podrán vivenciarlo.