Una de las aristas por las que el fútbol es pasión de multitudes tiene que ver con el alto grado de ilógica que carga. En poco más de 90 minutos es moneda corriente que convivan las incongruencias entre lo que se propone y genera y lo que finalmente se consigue.
Juan
Huracán y Maipú, que ayer inauguraron oficialmente la temporada 2020 para los elencos de estos lares, pueden dar fe de ello. El Globo generó menos y se llevó más que un Cruzado que se debatió entre la falta de fortuna (como el cabezazo de Persia que pegó en el travesaño) y la propia impericia para capitalizar las claras oportunidades que se le presentaron para convertir antes y después de la definición de Juan Manuel Barrera en el 1-0.
Porque justamente Maipú chocó con su propia barrera. Está claro que hizo mejor las cosas que Huracán (menos la definición, claro), ganó en la gestación de juego con la calidad de Jesús Méndez y fue punzante por las bandas con las trepadas de Vallejo y Navarro. Excepto los primeros minutos de cada tiempo, jugó mejor que su rival. Huracán extrañó demasiado a Jonathan Mazzola. El cordobés era el termómetro del corte y confección de juego en el medio para que luego Tifner, Hongn y compañía soltaran las palomas por el aire.
Impreciso y errático, el Globo suplió su falta de juego con un gran esfuerzo. Y si bien no perdió el ADN de la era del Cachorro (pelota clara desde el fondo), le costó imponerse a un Maipú que le cerró bien los caminos y no lo dejó pensar.
El desarrollo del partido fue de menor a mayor. Comenzó como uno de pretemporada y terminó con la adrenalina de una final. Con Maipú yendo a buscar el empate que por juego mereció.
Huracán podría haberse llevado un premio mayor si Daian García no pecaba de egoísta y tiraba el centro atrás para Lucero después del 1-0. El Globo pegó primero y esta historia se definirá el miércoles.