Nuestros dirigentes, desde ya hace un tiempo y cualquiera sea el cargo que tengan, le han encontrado la vuelta a la forma de salvar de alguna manera sus actos irresponsables y a veces hasta delictivos. Usan algo que creen gratis y sin valor, sin siquiera recapacitar sobre el alcance que esa actitud tiene.
Se han relativizado tanto las cosas que desde arriba, como siempre, los dirigentes dando el ejemplo, no han pensado en algo más fácil que “pedir perdón” o “disculpas” (lo escribo entre comillas para resaltarlo de alguna manera) así, al voleo, mientras siguen caminando por la vida al mismo ritmo y con la misma renguera de siempre.
Digo fácil, porque lo hacen con tanta caradurez que parece algo mecánico, libre de cualquier carga personal o social.
Yo pienso que no debe ser así, porque a muchos nos ha pasado desde cuando éramos niños, el temor que sentíamos cuando sabíamos que habíamos cometido una falta, y más aún cuando percibíamos que nuestros padres o maestros sabían de esa nuestra falta.
Nuestra cara se recalentaba y nuestro cuerpo temblaba. No era fácil.
Después nos enseñaron que para las faltas que cometíamos existía, gracias a Dios, “el perdón”, pero para conseguir ese regalo tan preciado debíamos recapacitar y reconocer la importancia de lo que habíamos hecho y el alcance negativo que tal hecho tenía para nosotros, y más aún para el destinatario de nuestra falta.
Debíamos dar la cara y no esperar, como ahora que nuestros dirigentes reaccionan cuando aparecen voces de protesta o reclamos, para pedir las “disculpas”. Y más aún, debíamos pagar por esa falta.
No era fácil, y sé muy bien que todavía no es fácil, como mucha gente de bien lo sabe.
Oscar Laguna
DNI 8.144.258