Scottie Pippen entró a la 1997-1998 como un veterano de 10 temporadas, habiendo sido elegido al All-Star Game en siete de las últimas ocho campañas (seis de forma consecutiva), además de integrar alguno de los tres Quintetos All-NBA desde 1992 y el All-Defensive desde 1991. El torneo anterior lo había visto promediar 20,2 puntos, 6,5 rebotes y 5,7 asistencias, culminando con la obtención de su quinto anillo de campeón con Chicago Bulls.
En otras palabras, había pocos jugadores alrededor de la liga con un nivel superior y mayores pergaminos que los que presentaba el nacido en Arkansas. Y sin embargo, su salario estaba muy lejos de reflejar esa realidad.
El plantel de 1997-1998 de Chicago tenía lógicamente a Michael Jordan como su jugador mejor pago, ganando unos exorbitantes 33 millones de dólares. Entre los humanos, Ron Harper y Toni Kukoc aparecían en el tope con 4,6 millones, seguidos por Dennis Rodman (4,5) y Luc Longley (3,2). ¿Y Pippen? Recién aparecía sexto, con 2,8 millones por año.
¿Cómo se explica que una de las mayores figuras de la liga y un hombre que en 1996 había sido elegido entre los 50 mejores jugadores de todos los tiempos por la NBA, fuera apenas el sexto salario más alto de su propio equipo? Fácil, la firma de un contrato poco favorable en 1991.
Tras pasar los primeros cuatro años con los Bulls con un sueldo de novato, Pippen tuvo que renegociar su vínculo con Chicago antes de la 1991-1992, ya consolidado como escudero de Michael Jordan y una de las mejores figuras jóvenes de la competencia.
Loferta de Chicago, aceptada por Scottie, parecía reflejar la confianza que tenían depositada en el alero: siete años y 18 millones de dólares, con un salario que oscilaría entre los 2,2 y los 3,4 millones hasta la 1997-1998.
Pippen pasó a ganar 2,8 millones de dólares en la 1991-1992, transformándose entonces en el 16° mejor pago de toda la NBA y bastante cerca de los 3,2 que ganaba su compañero Jordan. Hasta entonces parecía un negocio redondo, pero claro, el paso del tiempo cambió rotundamente el panorama.
Lo que en 1991 era uno de los mejores salarios de la NBA, para 1997 había quedado completamente desactualizado. De hecho, Pippen no solo tenía apenas el sexto más elevado en los Bulls para la 1997-1998, sino que además estaba rankeado 122° alrededor de la liga. Desde novatos como Tim Duncan, a jugadores que casi no pisaban la cancha como Micheal Williams, ganaban más que él.
The Last Dance, documental que desde hace 10 días tiene sus primeros capítulos disponibles en Netflix, nos dejó el punto de vista del alero, a la hora de justificar la firma de ese contrato: "Sentía que no podía arriesgarme a apostar por mi salud. Podía sufrir una lesión y no ser capaz de proveer a mi familia. Tenía que asegurarme que iba a poder cuidar a mi gente".
Claro que esas potenciales complicaciones físicas jamás aparecieron. Entre 1991 y 1997, Pippen se perdió apenas 19 partidos de Fase Regular, jugando 473 de los 492 posibles, siempre como titular.
Dicha situación contractual fue una de las razones para el eventual desmembramiento del plantel de Chicago: en conflicto con la dirigencia, Scottie esperó hasta el arranque de la Fase Regular en 1997 para operarse de una lesión en el pie, perdiéndose así los primeros 35 partidos de los Bulls y rompiendo cualquier puente que pudiera quedar en pie con Jerry Krause y compañía.
Tras obtener su sexto título en Chicago, Pippen abandonó la franquicia y se sumó a los Houston Rockets, pasando a ser el 10° mejor pago de la 1998-1999 y el 6° mejor de la 1999-2000 (ya en Portland).
Fuente: Juan Estevez// ar.nba.com