Carlos Eduardo Osorio (47) fue ultimado de un disparo en el tórax durante la madrugada del pasado lunes, en la puerta de su casa en el loteo Cantú Caroglio, del distrito Belgrano, en Guaymallén. Antes de morir alcanzó a nombrar a una mujer, quien para la fiscalía sería la única sospechosa hasta el momento. Los pesquisas encontraron pruebas importantes, aunque faltan las vainas servidas del arma.
Minutos antes de que el sol saliera para amanecer en Mendoza, los vecinos del barrio Pedro Molina se despertaron con los desgarradores gritos de un hombre, previo a haber escuchado una detonación similar a un disparo.
En ese mismo instante y aterrada por lo que creía estar viendo, una mujer llamó al 911 a las 7.40 y no supo explicarles bien a los operadores sobre lo que acababa de ocurrir, pero sólo repetía una cosa: que había un hombre tendido en la puerta de su casa de la calle Colombia al 2300.
Al lugar arribó un patrullero con dos policías. Cuando se bajaron, se encontraron con Osorio, a quien apodaban “Tata”, tumbado boca arriba y con un disparo en el pecho. Para sorpresa de los agentes, el hombre estaba aún con vida y con el poco aliento que le quedaba alcanzó a susurrarle a uno de ellos el nombre y apellido de su asesina.
Tras las últimas palabras de este hombre, cuyo nombre aparece en varios expedientes judiciales por diferentes delitos, llegó una ambulancia del Servicio de Emergencias Coordinado (SEC) y los médicos que se bajaron le practicaron RCP, maniobras ya inútiles a esa altura porque Osorio había fallecido.
Pero los galenos se dieron cuenta de un detalle no menor: que la bala había sido propinada por la espalda y había salido por el pecho, dejando un orificio abierto. Este dato fue el que más adelante le dio la pauta a los investigadores de que se trataría de una bala grande, de grueso calibre.
Con Osorio yaciendo en la vereda de su casa y los vecinos asomados para tratar de entender qué estaba sucediendo en el barrio, la Policía Científica arribó al lugar y cercó la escena del crimen para recolectar pruebas, mientras que el caso pasó a manos del fiscal de Homicidios Gustavo Pirrello.
Una uña reveladora
Los primeros informes de la autopsia revelaron que Osorio falleció producto de un disparo que ingresó por un costado de la espalda y salió por el pecho. Aunque para los sabuesos aún no está claro si el disparo se efectuó adentro de la vivienda o en la vereda, pero sí están seguros de que se trata de un proyectil mayor a un calibre 32 debido a que los de menor tamaño no tienen la fuerza suficiente para atravesar tantos músculos, órganos y/o huesos.
También les llamó la atención que no había vainas servidas por ninguna parte, lo que los llevó a pensar que la persona que disparó se tomó el trabajo del alzar el “casquillo” de la bala sabiendo que es una prueba necesaria para los peritos. Aunque también existe la posibilidad de que haya empleado un revólver, ya que las mismas quedan alojadas en el tambor.
Una de las pruebas encontradas es una uña postiza, aparentemente de mujer. Sin embargo, varios vecinos contaron a los pesquisas que a Osorio se lo veía continuamente con diferentes mujeres y que era un hombre conflictivo, con una vida complicada. Estaba separado hacía más de un año y, a pesar de tener familia, su relación con ellos era básicamente nula.
Entre los antecedentes judiciales que llevaban su nombre había causas por estupefacientes, encubrimiento simple, lesiones leves, amenazas agravadas con abuso de armas y violación de domicilio, tenencia ilegal de arma civil y amenazas agravadas por uso de arma en contexto de violencia de género, hecho por el cual debió cumplir condena en el penal provincial hasta febrero pasado.