Debajo de un montículo de piedras en medio de la nada. Con sus manos atadas con un alambre y con dos heridas en el torso. Así fue hallado el cadáver de Héctor Dionisio Aguilar, el cordobés de 64 años que fue engañado a través de las redes sociales y luego asaltado en San Rafael. Llegar a sus restos sólo fue posible luego de que uno de los imputados se quebrara e indicara el lugar donde habían sido enterrados.
La búsqueda con perros, drones y policías que había iniciado el lunes no lograba resultados positivos. Y, “con el diario del lunes”, tampoco los hubiera dado ya que era imposible determinar que estarían detrás del cerro Bola, en una zona entre la ruta 150 y la Villa 25 de Mayo conocida como La Atómica, según detallaron fuentes policiales. El área es cercana a la mina Sierra Pintada. Hasta allí llegaron los investigadores guiados por uno de los acusados del cobarde crimen.
La vasta llanura escondía en una de sus laderas una suerte de pirca. Debajo yacían los restos de Aguilar, que fueron desenterrados por peritos de Policía Científica alrededor de las 16.30 de ayer. El médico forense que examinó el cuerpo describió que presentaba “dos lesiones, aparentemente de arma blanca, en el lateral izquierdo: una superficial y otra más profunda”, confiaron fuentes de la investigación.
Sus manos estaban atadas con un alambre liso. Aguilar llevaba la ropa que vestía el pasado 2 de julio, cuando fue visto por última vez: una campera de hilo de color negro, una chomba de color amarillo con una franja horizontal de color verde y otra de color beige, y un pantalón de jean azul. También tenía puestos los lentes recetados con marco negro que usaba habitualmente, pero les faltaba el cristal derecho, el mismo que fue hallado en el rodado de la víctima.
Un par de zapatillas de color blanco marca Nike completaba el vestuario. Además, fuentes judiciales indicaron que presentaba muy visible una cicatriz en el costado derecho de la cadera debido a que tenía una prótesis. Los implantes dentales terminaron de permitir la confirmación de la identidad, por lo que luego la familia fue notificada del hallazgo.
“Uno de los acusados se quebró y declaró el lugar dónde habían enterrado el cuerpo”, se comunicó oficialmente horas después, con el hallazgo ya confirmado. “Manifestó tener un profundo cargo de conciencia por lo ocurrido y querer colaborar para que los familiares de la víctima recuperaran a su papá y poder así enterrarlo”, añadieron.
“Con la autorización del director de la penitenciaría y con fuerte custodia, el imputado fue trasladado con una comitiva integrada por efectivos de la Policía Científica y profesionales del Cuerpo Médico Forense. Al sitio se accedió luego de recorrer varios kilómetros por una huella muy complicada, con predominio de piedra laja. Al llegar al sitio, el imputado pidió que se removiera un montículo de piedras que estaban colocadas allí. Al quitarlas, se pudo dar con el cuerpo”, precisó el Ministerio Público Fiscal en un comunicado difundido ayer por la noche.
Aclararon que, si bien transcurrieron 25 días desde la fecha de muerte, las muy bajas temperaturas en la zona hicieron que el cuerpo se conservara, lo que facilitó la identificación.
Víctima de un cruel engaño
Según la investigación realizada por el fiscal Javier Giaroli, en diciembre de año pasado Aguilar, quien vivía en la localidad cordobesa de San Basilio, fue contactado a través de Facebook por una usuaria de San Rafael que decía llamarse “Caro Arenas”. Pero se trataba de un engaño. El perfil era utilizado indistintamente por Brian Ríos Quiroga (30), su mujer Silvia Raquel Luffi (31), Alan Martínez Guevara (28) o Hernán Oviedo Castro (31), los ahora imputados.
Ríos y Martínez, ambos detenidos en la cárcel de San Rafael, lograron engañar a Aguilar ya que contaban con su información personal. Según la investigación, le hicieron creer al cordobés que “Caro Arenas” era una mujer con quien hace 10 años había tenido una relación ocasional. Y que de ese encuentro había nacido una niña que vivía en La Rioja junto a su madre y sus hermanos.
Con este ardid los reos consiguieron que Aguilar les hiciera transferencias de dinero a billeteras virtuales de los cuatro sospechosos. Sobre la marcha, los mendocinos cambiaron el plan y le dijeron que “Caro Arenas” se había mudado a la casa de un pariente en San Rafael, donde lo esperaba junto a sus hijos.
Para los pesquisas, el plan de la banda era recibirlo en el Sur provincial, robarle el dinero que traería (entre 150.000 y 200.000 pesos, según el abogado de la familia Aguilar) y VW Gol Trend en que viajaría. Por ello le pidieron que no informara a nadie de su entorno sobre su destino.
Crédulo y probablemente lleno de ilusión, el cordobés salió de Río Cuarto rumbo a San Rafael el 2 de julio pasado en su auto de color blanco y les dio a su conocidos un destino falso. Horas después llegó a Salto de las Rosas, en el distrito Cañada Seca, y se encontró con Ríos y Luffi en una estación de servicio.
Le prometieron que lo llevarían a conocer a “Caro Arenas”, pero se cree que en el camino lo asesinaron dentro de su propio auto. Los sabuesos creen que Ríos mantuvo oculto el rodado hasta el 17 de julio, cuando se lo llevó a Cesar Campos, con quien previamente había acordado desarmarlo y repartir las ganancias. Un allanamiento en el club Cuadro Benegas realizado el 20 de julio permitió hallar el vehículo, que tenía manchas de sangre.
Este fin de semana Ríos, Luffi, Martínez y Oviedo fueron imputados por el delito de “estafa en concurso real con robo agravado por uso de arma y homicidio agravado para procurar impunidad, por alevosía y por ser cometido por el concurso de personas en concurso ideal”. La banda se había conocido en la cárcel de San Rafael. Mientras que Campos Carmona fue imputado por el delito de “encubrimiento agravado por la gravedad del hecho”.