Nadie lo olvida. A más de un mes de la trágica muerte de Emiliano Fernández, el trabajador de Cuyoplacas que fue ultimado de un piedrazo por un delincuente que le robó la bicicleta cuando pedaleaba rumbo a la fábrica, en su entorno siguen consternados.
Tal vez por su don de gente, su eterna sonrisa, compañerismo y generosidad, no cesan las muestras de afecto hacia la familia, así como los permanentes reclamos de los grupos de ciclistas y motociclistas para dotar a la zona –a la del hecho y a otras de Mendoza– de más seguridad.
Sus compañeros de trabajo, incluso algunos de secciones diferentes que ni siquiera lo conocían personalmente, han logrado reunir un total de 250.000 pesos entregados en forma de cheque a su madre y su hermano.
La finalidad fue colaborar con todos los gastos correspondientes al sepelio y también para ayudar a su familia: Emiliano vivía con su madre, a quien, en parte, sostenía económicamente.
“Somos alrededor de 150 los compañeros que hicimos la colecta y estamos siempre al tanto de la situación de sus familiares. Fue una persona ejemplar y no queremos que todo esto quede en el olvido”, subrayó a Los Andes Sergio Ruiz, también empleado de Cuyoplacas.
Mariana Lucero, que integra un grupo de deportistas que compartió salidas con Emiliano, advirtió: “Esta muerte no puede quedar así, tenemos que seguir luchando y reclamando”, alertó.
Entre los pedidos, basados en los múltiples hechos de delincuencia que afectan a numerosos ciclistas, figuran dotar de cámaras de seguridad a los sectores más comprometidos, mayores controles y presencia policial, especialmente en horarios de escaso movimiento.
“Todos estamos aportando ideas y tenemos una comisión que las plantea al Ministerio de Seguridad. Atentos a cada lugar que recorremos, enseguida elevamos las falencias que encontramos para que sean tenidas en cuenta”, sostuvo, para ejemplificar con sectores clave como los alrededores del Cerro de la Gloria.
“En determinados horarios pico donde la gente sale a entrenar, sabemos que no hay controles. Mucho menos a las 6 de la mañana, cuando este pobre trabajador se dirigía a su trabajo. Esto debe mejorar”, enfatizó.
“Loquillo”, así lo llamaban sus amigos, trabajaba bastante cerca de su domicilio. Solía utilizar su bicicleta como medio de transporte, aunque además amaba ese deporte.
Puntual y de conducta intachable en su trabajo, aquel lunes 14 de marzo la tragedia se coló en su vida y nunca llegó a destino: un delincuente, Héctor Fabián Maravilla, alias “Pitay”, de 20 años, le dio un piedrazo mortal en la cabeza para robarle su bicicleta. Emiliano agonizó y finalmente murió luego de dos paros cardíacos camino al Hospital Central.
Era fanático de las juntadas y los asados. “Un loco lindo que todos quisiéramos tener como amigo. Seguimos infinitamente tristes. Parece que la gente buena tiene que morirse”, dijo Diego Blanco, amigo entrañable. Y concluyó: “No quisiera que este crimen quede impune. Emiliano no lo merecía”