Seis años después del brutal asesinato de la periodista Paula Giglio (33), ocurrido en la municipalidad de San Carlos, la causa -si bien su autor fue considerado inimputable- sigue “abierta”. En breve un tribunal deberá decidir si el homicida, un paciente psiquiátrico, continúa en libertad o debe volver al hospital El Sauce donde estuvo internado desde 2014 hasta los primeros días de enero.
Se trata de un caso muy complejo y en muchos sentidos parecido al del israelí Gil Pereg, el acusado de matar a su madre y a su tía. ¿Dónde debe estar (vivir) una persona con sus facultades gravemente alteradas que ha cometido un homicidio? Es que según la Ley de Salud Mental, la internación debe ser “lo más corta posible”.
Puntualmente en el crimen de Giglio, su agresor, un paciente de 30 años con un cuadro de esquizofrenia paranoide agravado, en ese momento por el policonsumo de drogas, cuyo nombre aquí no se publica para resguardar su identidad, tal como lo establece a Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, fue declarado inimputable y lo derivaron al nosocomio psiquiátrico de Guaymallén, en junio de 2014.
En ese centro de atención especializado pasó sus días, sometido a un tratamiento que lo compensó psicológicamente, por lo que dejó de presentar alteraciones de conducta y se determinó finalmente que su evolución es favorable en un ambiente controlado. En este contexto, se evaluó que debían darle el alta.
Por eso el 4 de enero pasado la jueza Teresa Di Bari ordenó su salida del hospital, siempre bajo el cuidado de un acompañante terapéutico, quien lo visita periódicamente y lo controla.
La fiscalía del Valle de Uco se opuso a la medida y apeló el fallo, por lo que en los próximos días un tribunal conformado por tres jueces definirá si el agresor vuelve al Sauce o sigue en libertad y bajo qué condiciones.
Si bien la ley de Salud Mental es clara en cuanto a que ningún paciente psiquiátrico –que haya o no cometido un delito grave- debe pasar buena parte o toda su vida encerrado en una internación, pareciera surgir una suerte, no de contradicción sino al menos de paradoja, en casos donde hay riesgo o posibilidad de que esta persona vuelva a tener una conducta peligrosa para él o para otros. Sobre todo, por la dificultad práctica de controlar la medicación que los estabiliza.
Con este panorama a cuestas deberán resolver en poco tiempo tres magistrados mendocinos, sobre la situación de este hombre.
En el nombre del diablo
En la mañana del 18 de junio de 2014, Paula estaba en la municipalidad de San Carlos haciendo cola para cobrar una factura del programa de radio que producía.
Minutos antes el atacante había intentado entrar a un colegio secundario armado con un cuchillo, pero alguien se lo impidió. Entonces siguió su camino e ingresó en la dependencia municipal.
Eran las 11 y el brutal crimen quedó registrado en las cámaras de seguridad: el sujeto observó a Paula en la caja, de espaldas, y se paró a su lado con una mano en el bolsillo de la campera.
Luego la miró a la cara, sacó un cuchillo tipo carnicero y le dio un estiletazo en el cuello. La gente que estaba en el hall le oyó decir: “El diablo me ordenó matar a una mujer”.
Cuando Giglio quiso escapar y subir una escalera, la siguió y le aplicó cuatro cuchilladas que le provocaron la muerte inmediata. Víctima y victimario no se conocían, el asesino había elegido al azar, solo guiado por su demencia.
Luego se supo que este hombre había hecho una consulta en el hospital Tagarelli y desde allí habían pedido su internación durante 20 días en El Sauce. Salió, pero un día perdió las medicaciones, luego dejó el tratamiento y se descompensó. En ese estado agredió a la productora radial.