“Morocha”, “Pitu”, “Caconi”, “Tanga”, “Tortita” y “Perro” son sólo algunos de los alias con que se recuerda a aquellos jóvenes que trascendieron los expedientes, transformados en peligrosos delincuentes. Ellos son: Matías Cerón, Ricardo González, Javier Wilson Herrera Poblete, Oscar Gómez, Franco Cruz y Ricardo Videla.
Todos protagonizaron hechos violentos y hasta utilizaron armas de fuego para matar sin razón a sus víctimas. Algunos han sido protagonistas de espectaculares fugas y otros aún purgan sus culpas en los distintos penales de la provincia. Dos murieron: uno por decisión propia, al ahorcarse, y el otro en un enfrentamiento con efectivos policiales.
Sin embargo, otros aún permanecen en el anonimato porque no habían cumplido los 16 años, tiempo límite para la inimputabilidad, y sus casos hoy están en expedientes archivados y sólo vivos en el triste e irreparable recuerdo de los familiares de las víctimas. Este es el caso del múltiple crimen cometido el 8 de diciembre de 2011 en una vivienda de Las Heras, donde un menor de 13 años asesinó a cuchilladas a Alí Miguel (79), su esposa Sara García (84), la hija de ambos Mónica Miguel (48) y su hijo Ezequiel (10). El agresor, que confesó los asesinatos, no fue detenido y por imperio de la ley nunca fue imputado.
Con nombre y apellido
Distinto fue el caso de Saúl Roldán Caja, con un pasado de robos que lo llevaron a la Colonia 20 de Junio cuando aún no tenía 10 años. Y sin alcanzar la mayoría de edad, en diciembre del año 1998 ingresó a la farmacia Payen, en Dorrego, y mató de un disparo a Eduardo Fabián García Ortega cuando intentaba evitar que el delincuente se llevara su vehículo.
Detenido dos años después, el menor fue condenado a perpetua pero un fallo de los supremos mendocinos Mario Adaro y Fernando Romano le redujo la pena a 15 años (establecido por la Ley 22.278, que pone ese límite para los menores), aunque estando en prisión fue juzgado por otros hechos delictivos.
Un par de años después, Mendoza fue condenada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por el fallo de prisión perpetua dado contra otro menor y, por lo tanto, inimputable. El protagonista era Ricardo “Perro” Videla, acusado de dos asesinatos, cuatro robos agravados, tenencia de armas de guerra y otros delitos menores. Sin embargo, el beneficio no le alcanzó para recuperar la libertad porque Videla (que había nacido en 1984) fue encontrado ahorcado en el interior de su celda en el complejo San Felipe en el año 2005.
También hay que mencionar a Diego Daniel Arce, con 16 años de edad, acusado de matar de un disparo al dueño de un depósito donde había entrado para robar. Este homicidio fue cometido en San Rafael. El muchacho fue condenado a prisión perpetua. Pero 10 años después el fallo fue anulado por una resolución internacional, que además determinó su inmediata libertad.
Otros alias
El apodo que se da a una persona en vez de su nombre y por el cual casi siempre se los reconoce en el mundo del hampa es el alias.
“El Tanga” Gómez con sólo 16 años mató a tiros en el año 2000 a Claudio Azcurra, quien estaba en su auto en el barrio La Gloria. Fue detenido pero al poco tiempo protagonizó una recordada fuga del ex COSE, con algunos “célebres” delincuentes juveniles como Ricardo “Perro” Videla y el “Ñato” Capano, hasta que fue detenido y condenado a 14 años de prisión.
Después “Tanga” sumó una fuga y actualmente continúa detenido en el penal Almafuerte por el crimen del joven Matías Quiroga en el asalto a un blindado en Godoy Cruz en marzo de 2012.
Ricardo “Pitu” González, quien también arrastraba un pasado emparentado con la delincuencia, terminó siendo condenado a 21 años por el homicidio de la maestra jardinera Claudia Oroná. El crimen fue otro de los que sacudió a la provincia. Tiempo después, junto a otros presos, “Pitu” fue protagonista de un motín con toma de rehenes dentro del penal ubicado en Cacheuta, que fue abortado y por el cual sumó más años a su encierro.
“Caconi” es el alias que identifica a Wilson Herrera Poblete, que a los 7 años fue testigo presencial del asesinato a tiros de su madre, a la que acompañaba por las calles del barrio Pedro Molina de Guaymallén, después que fuera testigo en una causa que se ventilaba en Tribunales.
Sólo un par de años más tarde fue detenido cuando asaltaba a mano armada a un panadero en Guaymallén. Entonces “Caconi” fue señalado como autor de otros hechos delictivos y terminó en la cárcel donde varias veces resultó herido en peleas con otros internos en ajustes de cuentas.
En San Rafael, y con epicentro en el barrio El Molino, aún hoy, después de una década, todos recuerdan a Franco Cruz. El joven conocido como “Tortita” fue autor de un sinnúmero de asaltos y delitos, muchos de ellos, antes de cumplir los 15 años. Aunque sus últimas andanzas se remontan a varios años atrás.
La leyenda de “El Morocha”
Matías Cerón se escondía en el alias de “Morocha”, apodo que se ganó por burlar una custodia policial vestido de mujer. Fue, según estadísticas oficiales, un asesino múltiple: se le contabilizaron seis homicidios. A ellos sumó otros delitos.
Su historia criminal comenzó cuando tenía 15 años y era temido en todo el barrio San Martín, de Ciudad, que supo ser su mundo y también su refugio. Las crónicas hablan de su paso por el ex COSE compartiendo espacio con otros menores y con los que protagonizó una espectacular fuga por los techos de una de las aulas.
Pero también las autoridades lograron detener a “El Morocha” en una vivienda de calle Doctor Moreno, de Ciudad, después de que un francotirador le disparara y le sacara una pistola 9 mm de la mano.
Sin embargo, por su edad y fiel a su estilo de vida, Cerón volvió a la calle y también a delinquir, hasta que alertada la Policía sobre un asalto en una casa de la Cuarta Sección, se montó un espectacular operativo que le puso fin a su corta su vida en un vano intento de escapar por los techos. Estaba armado con dos pistolas, decenas de balas y tenía 18 años.
Y muerto “El Morocha”, calzando zapatillas de marca y un reloj de oro en la muñeca izquierda, nació la leyenda que hoy se extiende no sólo por su barrio sino también en el cementerio donde reposan sus restos, lugar donde era asiduo visitante de la tumba del “Gaucho” Cubillos, uno de los santos pagano mendocinos y al que se dice que quería imitar.