Un ratito antes de ser salvajemente asesinada por su propio vecino, Daiana Jazmín Aballay (24) cruzó al almacén situado frente a su casa, en calle Necochea al 2700 del barrio Espejo, de Las Heras, y compró una milanesa. Era para que almorzara Dante, su único hijo, de 5 años. Porque cuando estaban los dos solos -como el domingo al mediodía, cuando su marido salió a trabajar en el remis- se arreglaban con cualquier cosa.
Siempre hermosa, con una sonrisa perfecta, “madraza”, humilde y querida por todo el barrio. Así describen a esta joven que, ese día, poco después del almuerzo, vivió una verdadera pesadilla en su propia casa cuando -según se sospecha- Sebastián Salomón, de 20 años y con antecedentes penales, la abusó y la mató a puñaladas y machetazos. Todo, delante de su hijo.
“Me asomé por la reja y la vi en el piso envuelta en sangre. Fue tanta la impresión, que decidí alejarme. Hacía minutos había charlado con ella”, evoca Lili Barrios, que atiende su despensa por la ventana.
Claro que poco después Lili comenzó a atar cabos: Salomón no es “trigo limpio” en el sector y son varios los vecinos que tuvieron problemas. Solía mirar fijo o perseguir a las mujeres y un último episodio lo pinta de cuerpo entero: se acercó a la comisaría 36 con dos machetes luego de haber mantenido una discusión callejera y alertó a los policías: “Métanme preso o me mando una cagada”.
A veces solía comprar pan o tortitas, también en lo de Lili. “Mis hijas le tenían miedo”, insiste la comerciante y cuenta que ahora a ella le cuesta conciliar el sueño. Sigue recordando episodios que la dejan pensando. A veces, de madrugada, cuando sentía ladrar perros, se asomaba y lo veía a Salomón de pie, inmóvil. Ella, que trataba de pasar inadvertida, se quedaba sin poder pegar un ojo el resto de la noche.
De todos modos, en esta cuadra de casas bajas y gente trabajadora, nunca había sucedido un hecho tan grave. Tal vez por eso el barrio sigue consternado. Los vecinos pasan despacio, miran y conversan sin quitar la vista del portón negro despintado.
Allí todavía se observa una mancha de sangre de Daiana de aquel mediodía, cuando salió desnuda y desesperada pidiendo ayuda.
“Dante fue un héroe. Saltó la medianera y entró a casa gritándome que estaban matando a su mamá”, relata Maicol García, amigo de toda la vida de la víctima. “Fue desolador, estaba bañada en sangre. Llamaron a su esposo y salieron volando”, recuerda.
La bandera argentina en el mástil del taller mecánico de Ricardo García, papá de Maicol, representa todo un gesto de apoyo y solidaridad hacia la familia. “Que se haga justicia. La conocía desde bebé; una chica excepcional y de una gran familia. No tengo palabras”, expresa y se quiebra.
Padre de 12 hijos -nueve biológicos y tres del corazón- Ricardo confiesa que no puede imaginarse que alguien ataque de esa forma a alguna de sus dos hijas adolescentes. “De hecho, ese muchacho era raro. Siempre las seguía con la mirada, desafiante. Hace poco le pedí que se alejara”, resume.
La noche anterior al drama, Maicol, junto a Daiana y su familia, cenaron en casa de ella. Jamás le pedía que llevara nada. “Compartíamos lo que había porque lo importante era juntarnos, reírnos, pasarla bien”, se lamenta el amigo y relata el shock de Dante poco después del hecho. El pequeño se escondió debajo de la cama de una vecina donde lo habían llevado para evitar que viera el espanto.
“Uno cree que esto sólo les sucede a otros, pero ahora comprobamos que podríamos haber sido cualquiera de nosotras”, remata Lili, que tiene tres chicas. “Creo que a Daiana la tenía marcada”, aseguró.
Ricardo también piensa que el crimen fue premeditado porque desde el fondo de su taller, según dice, se puede observar la “escalera” que Salomón fabricó con ladrillos para sortear los techos hasta llegar a su objetivo.
Norma y Silvina Pérez, madre e hija que viven a pocas cuadras, se enteraron de lo sucedido a través de la televisión. “Nos quedamos heladas. Era gente buenísima y el chico tenía mala fama”, sintetizó Silvina, que tiene un hijo de la misma edad de Dante y no puede hacerse a la idea de lo que vivió.
El domingo, alrededor de las 14, Daiana fue trasladada al hospital Ramón Carrillo desde la vereda de la casita que había alquilado en marzo. Luego fue derivada al Central, donde la operaron. Finalmente, falleció alrededor de las 20.
Los vecinos insisten en que seguirán luchando por el descanso de una inocente en manos de un asesino. Y todavía les cuesta creer que compartieron la cuadra hasta el domingo con el peor enemigo.