Pasaron dos audiencias del juicio por el asesinato de Lucas González en manos de policías de la Ciudad de Buenos Aires, de los cuales tres están acusados de “homicidio agravado” y once por “encubrimiento agravado, privaciones de la libertad agravadas y falsedades ideológicas”.
El joven jugador de Barracas Central volvía de entrenar en un auto junto a tres de sus amigos cuando un grupo de policías de civil, sin uniforme y en un auto sin patente los interceptaron disparándoles y quitándole la vida a Lucas. Los otros tres menores de edad fueron detenidos ilegalmente, maniatados contra el suelo e insultados por los efectivos. “Negros de mierda”, les repetían a esos niños llenos de miedo.
Desde que arrancó el juicio, los tribunales de Comodoro Py se llenan de vecinos con pancartas, banderas y remeras de Barracas Central que piden justicia por el joven jugador de futbol. La solidaridad que rodea a la familia es enorme y se pudo ver el día anterior a trasladarse al tribunal, cuando toda la cuadra de la casa de los González se llenó de velas para recordar al joven.
El papá de Lucas, Mario “Peka” González, lleva consigo una fuerza pocas veces vista que lo ayuda a seguir adelante. Junto a su esposa y compañera, Cintia López, están enfrentando momentos muy duros en el tribunal al tener que ver la cara de los asesinos de su hijo y escuchar como se encubren y cuidan entre sí.
“Fue en defensa personal”, argumentan los policías, que no dan mayores explicaciones sobre el peligro que había en el auto de unos jóvenes que solo tenían botines, canilleras y un jugo con galletitas.
Mario “Peka” González habló con este medio y contó como fueron las horas en las que se enteraron de que “algo había pasado” con su hijo.
“Ningún funcionario público nos informó, sino que nos llamó uno de los padres de los chicos que estaban con mi hijo. La policía los agarra a las 9.30 de la mañana y recién a las 14 horas llegó el aviso que algo andaba mal, pero no sabíamos qué. Salimos corriendo al Hospital Penna y fue terrible encontrar a Lucas. Primero entró la mamá, lo buscó y lo revisó porque no queríamos creer que era él. Lo reconoció por los tatuajes. Tenía toda la cabeza vendada y el torso desnudo, los pies fríos. Estaba en una cama de una guardia, rodeado de pacientes de un lado y el otro que se quejaban con los médicos. No hubo ningún tipo de cuidado con nosotros y a él lo tenían como un delincuente, con custodia policial”, explicó.
“Me encantaría volverlo a abrazar, pero ya no está ni siquiera en el cementerio. Lucas donó 4 órganos, salvo 4 vidas. En el peor momento de nuestras vidas tomamos la mejor decisión del mundo que es darle vida a otra gente”, agregó.
¿Desde ese momento se contactó con ustedes alguna autoridad?
No, nunca. Hasta el día de hoy que estamos hablando nosotros dos nunca tuve ninguna respuesta. Yo pensaba ‘aunque sea vení y mentime’, decime ‘esto’ o ‘lo otro’. Pero no, acá hay silencio. Se resguardaron, se cubrieron y siguen con la misma metodología (que parece que la tienen incluida). Si no no habría 14 policías (algunos de alto rango) acusados de encubrimiento. Para ellos es moneda común matar a los chicos.
Mi hijo era un chico normal, común, humilde, de barrio. ¿Cómo puede ser que esas personas que lo tienen que cuidar y proteger puedan hacer este tipo de cosas? Y de la manera que lo hicieron.
Cuando vimos los videos de las cámaras de la Ciudad, realmente nos llenó de indignación. Se ve como los eligieron, los esperaron, los cazaron y los acribillaron. En los videos se nota que los ven dos veces antes de interceptarlos. ¿Por qué no los pararon solamente? No, decidieron matar. Les vieron cara sospechosa porque tenían visera, porque son marrones. Mi barrio es humilde, sí, pero somos todos gente trabajadora. Yo los vi a los policías y no son rubios de ojos claros. Pero a los chicos les decían “negros de mierda”, “villeros”. Los dos policías que los redujeron primero viven a 20 cuadras de mi casa, en Florencio Varela.
Se ve una repercusión enorme en el barrio aparte… Hay mucha solidaridad rodeándolos a ustedes
Es que sí, son amigos de todos lados, que nos supimos ganar con respeto, con cariño. Nunca tuvimos ningún problema con nadie. Ellos prenden velas por Lucas y eso es realmente muy emocionante. Cuando bajo de mi casa y los veo así, con una remera, con una foto de mi hijo... No podía hablar, no podía decir nada del llanto que tenía, del orgullo de mis vecinos, mi familia, amigos del apoyo a esta causa. Es lo peor que nos tocó vivir de cerca.
Lucas siempre andaba por todos lados jugando a la pelota, de acá para allá y así lo conocían. Creció jugando al futbol y ya le faltaba poco. Me rompí el lomo toda la vida para criarlo, para darle lo mejor que pude dentro de mis posibilidades. Yo le decía ‘hijo seguí’ porque yo también jugaba al futbol hasta que él nació y dejé mi sueño para criarlo. Yo daría mi vida para que Lucas este acá, yo si soy reemplazable. Pero un hijo no. Un hijo es el techo, es la bendición más grande que te pueden dar. ¿Por qué me lo sacaron? Ahora tengo a los policías a dos metros en el tribunal, agachando la cabeza. Son unos cobardes.
Su madre dice que sigue esperándolo, por la puerta, esperando que vuelva de entrenar. A veces nos hacemos la idea de que Lucas está en Europa, en España, en alguna provincia… Pero que está. Es muy difícil hacerse la cabeza de que no va a volver.
Yo tengo un santuario de él, acá en un rincón, y siempre le pido fuerza. Para seguir, para criar a sus hermanos. Sigo de pie por mi familia, por amor, aunque a veces todo vaya en contra. Yo tengo carpeta psiquiátrica y hasta hace mucho no me estaban pagando mi sueldo, me querían sacar la obra social. No sabía como darle de comer a mis chicos sin un sueldo. Yo soy peón, trabajo en un camión hace 18 años, desde que nació Lucas. Nunca tuve ningún problema, siempre fui a trabajar porque era la olla para mi casa.
¿El juicio está avanzando como ustedes esperan?
Yo fui a buscar a mi abogado porque necesitaba que los meta en cana a todos. Él me prometió eso y así fue. Hoy están todos en el banquillo de los acusados y nosotros estamos del lado de la justicia y la verdad. Nosotros somos los damnificados, somos los que perdimos. Uno de los chicos contaba que se hacía pis en la cama todavía que no puede salir. Los amigos de Lucas no tienen que ir más a declarar por suerte.
El 11 de julio es la sentencia, el veredicto. Y esto que te decía que Lucas está tan presente siempre: ese día es el cumpleaños de Cintia, de su mamá. Yo me rio a veces, para no llorar, pero no lo puedo creer. Yo le dije, tu hijo te va a hacer el mejor regalo, la condena a todos estos asesinos.
Mi mujer no soporta la ausencia de Lucas. Nos hicieron infelices. Pero tenemos que seguir para que él descanse en paz y criar a los dos hijos hermosos que tenemos. Ellos merecen ser felices. Yo tengo que estar fuerte porque esta familia si no se derrumba. Necesito recuperar lo que queda de mi familia. Ahora mi mujer está estudiando enfermería, Lucas la ayudaba a estudiar antes, es como un legado que dejó y este año se va a recibir.
Esta nota se publicó originalmente en Vía País, es reproducida en este medio con los permisos correspondientes.