Hablaron los padres de los niños con sífilis en Las Heras: “Necesitamos saber por qué nos quitaron a nuestros hijos”

El niño de 3 años y su hermana de un año y medio siguen bajo cuidado del Estado y aislados de sus padres mientras avanza la causa. En diálogo con Los Andes, aseguran que nadie les dice nada y piden a la Justicia que se comunique con ellos.

Hablaron los padres de los niños con sífilis en Las Heras: “Necesitamos saber por qué nos quitaron a nuestros hijos”
Estefanía y Ángel están separados de sus hijos hace un mes y buscan respuestas de cómo recuperarlos. - Mariana Villa / Los Andes

A un mes de que la Fiscalía de Delitos Contra la Integridad Sexual abriera la causa para investigar si un pequeño de 3 años y su hermanita de un año y ocho meses fueron víctimas de abuso sexual, luego de que en el hospital los diagnosticaran con sífilis, la causa dio varios giros. Los padres de las criaturas hablaron con Los Andes para dar su versión de los hechos y pedirle a la Justicia que se comunique con ellos y escuche lo que tienen para decir. “Estamos destruidos”, aseguran.

Estefanía tiene 26 años y Ángel, 23 (no se consignan los apellidos para preservar la identidad de los menores). Ambos son padres de los pequeños, que siguen bajo los cuidados de los Equipos Técnicos Interdisciplinarios (ETI) dependientes del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la provincia.

Ninguno de los dos puede acercarse a los niños mientras la causa esté abierta y aseguran que la desesperación se acrecienta cada día porque no entienden por qué no puede estar con los menores. “No sabemos nada de nuestros hijos, no sabemos si están bien o si necesitan algo. Nos dicen que ya nos van a llamar y nunca nos llaman. Llevamos un mes así y necesitamos saber qué pasó, porque nadie nos explicó nada”, detallan en diálogo con este diario.

Hasta el 6 de febrero, los cuatro vivieron juntos en el barrio Plumerillo I de Las Heras, en una vivienda humilde, sin lujos y con algunas necesidades. “Nosotros tenemos casa propia, donde los chicos tienen su pieza y cada uno tiene su cama, nosotros tenemos nuestra pieza también. Pero nadie vino a ver cómo vivimos, no se presentó ninguna autoridad para verificar que mis hijos no están abandonados”, explica Ángel.

Del hospital a la comisaría

Cuando Estefanía llevó a su hijo al hospital pediátrico de Guaymallén, los médicos activaron el protocolo por un posible caso de abuso sexual debido a que presentaba lesiones que llamaron la atención.

“Yo lo llevé al hospital porque tenía unos granitos en un cachete de la cola. Primero lo llevé al hospital Carrillo y de ahí no supieron qué era. Entonces me fui al Notti. Cuando llegué, lo revisaron y me dijeron que estaba abusado y yo misma puse la denuncia”, detalla la mamá del niño, una mujer alta, esbelta, de pelo largo negro y finas facciones que se expresa con mucha educación. Ella trata de llevar dinero a su casa vendiendo panificados caseros en la calle.

“Apenas me dijo la doctora, yo le pregunté a mi nene si alguien lo había tocado y él nombraba al padrino, pero yo no apunté a él con mala intención, sólo repetí lo que mi hijo me decía. Hice lo que cualquier madre haría: creerle a su hijo”, explica respecto al primer detenido que tuvo la causa, un vecino de la familia.

Mientras, los médicos internaron a la nena de casi dos años para hacerle los mismos análisis y pericias que a su hermanito. Aunque la pequeña no tenía ninguna lesión, sí tenía sífilis al igual que su familia.

“Nadie explica nada”

Después, la pesquisa apuntó contra el padre de los niños, quien se dedica a hacer trabajos de carpintería en un barrio privado de Ciudad, y pasó tres días en la comisaría 36 de Las Heras hasta que fue liberado porque los peritos del Cuerpo Médico Forense no pudieron determinar que las lesiones del nene fueran compatibles con abuso sexual.

Sin embargo, ellos aseguran que nadie les explicó nada. “A nosotros nos quitaron los chicos ahí en el hospital y se los llevaron mientras lloraban a los gritos. Lo único que nos dijeron mientras nos llevaban detenidos es que era porque teníamos sífilis, pero no nos mostraron los resultados de los análisis ni nos dieron medicación, nada, nadie nos revisó”, explican mientras reciben a Los Andes en un pequeño comedor, cuyas paredes carecen de pintura.

“A nosotros lo único que nos dijeron es que tenemos prohibición de acercamiento, pero nada más. No nos llegó ningún papel ni ninguna autoridad nos notificó”, agregan y se apresuran a ofrecer agua, que sirven en una taza sobre una mesa de caño con sillas de plástico a su alrededor.

“Nos dieron la libertad y sólo nos dijeron nos podíamos ir. No nos tomaron ni declaración. Nos enteramos que las pruebas decían que no había abuso porque nos contó un periodista. Él fue el que nos explicó que habíamos salido porque no hay pruebas en contra de nosotros, pero que no nos devuelven a los chicos por las condiciones en las que vivimos”, detalla Ángel. Él está cubierto de tatuajes. En su rostro se leen los nombres de sus hijos. Su pareja comparte la pasión por llevar la tinta en la piel pero tiene menos diseños en el cuerpo.

Rápidamente agrega: “Yo los invito a que vengan a nuestra casa y vean cómo vivimos, porque sí estamos capacitados para ser padres”. Es que la vivienda, pese a ser humilde, es de material y tiene ambientes divididos.

Entre angustia y preocupación, los dos jóvenes explican que su desesperación crece porque aseguran que, desde el momento en que los dejaron irse de la comisaría, no han tenido comunicación con ninguna autoridad y se sienten “perdidos”. “No han venido a entrevistarnos, ni a preguntarnos nada, tampoco nos han notificado de nada. No sé nada yo de mis hijos y voy casi todos los días a las oficinas de la DGP (Dirección General de Protección de Derechos de Niño/as y Adolescentes) y pregunto cuándo los voy a poder ver y me ignoran, sólo me dicen que espere”, detalla Estefanía llorando.

Pedido a la Justicia

Mientras los niños siguen juntos en una casa hogar y la causa por posibles abusos sigue abierta por parte del Ministerio Público Fiscal, los jóvenes dicen que no van a bajar los brazos y que quieren demostrarle su inocencia a la fiscal a cargo del expediente.

“Por nuestra cuenta decidimos empezar con el psicólogo para llevarle a la Justicia la prueba de que estamos aptos para ser padres. También estamos juntando plata para pagar una abogada que nos ayude y hemos ido al hospital Lagomaggiore a hacernos todos los análisis porque los medios dicen que tenemos sífilis, pero a nosotros nadie nos confirmó eso del todo”, afirman.

Agarrado a su mujer de la mano y con los ojos vidriosos, Ángel explica: “Nosotros le pedimos al juez y a la Justicia que, por favor, nos digan qué pasos tenemos que dar, cómo debemos continuar. Hemos acudido a los medios para ver sí así logramos hacernos escuchar y que alguien nos llame y nos ayude a saber qué debemos hacer para recuperar a nuestros hijos”.

“Queremos estar con nuestros hijos, no les hemos hecho daño. Estamos destruidos, necesitamos saber por qué nos quitaron a nuestros hijos. No somos malas personas, trabajamos y llevamos una vida sana”, concluye Estefanía mientras recoge la ropa de su niños recién lavada, la abraza para sentirlos cerca y trata de impedir que las lágrimas rebalsen sus ojos.

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