Empezaba marzo del año 2011 cuando en todo Mendoza maduraba la cosecha. Pero la noche del miércoles 2, cuando el trabajo llamaba al descanso merecido, un niño de sólo 3 años cayó a un pozo ubicado en el interior de la finca El Pehual, en el distrito maipucino Fray Luis Beltrán. La noticia trascendió todas las fronteras cuando después de cinco horas el cuerpo sin vida del pequeño recién pudo ser rescatado.
Leonel Cuevas cayó a más de 20 metros de profundidad de un pozo de riego que tenía una boca de escasos 30 centímetros. El orificio sólo estaba tapado con chapas y ladrillos, a pocos metros de la vivienda del contratista, adonde habían llegado de visita los Cuevas, una familia boliviana con cuatro hijos que trabajaba en la finca.
Ellos advirtieron el trágico suceso por los dichos de otros chicos con los que estaban jugando en el patio de tierra y el desesperado reclamo de los padres fue respondido, casi de inmediato, con la presencia en el lugar de móviles que iluminaron de azul la noche maipucina. Llevaban decenas de efectivos, entre personal policial y de bomberos, médicos, rescatistas e incluso un contorsionista circense.
Juntos trabajaron a contrarreloj para lograr el rescate del pequeño que, llorando y a los gritos, pedía auxilio desde las oscuras profundidades.
Expectativa y angustia
Las horas se fueron sucediendo sin pausa. Las tareas de rescate incluyeron a Edith, una niña de 5 años y hermana de Leonel. La pequeña fue introducida boca abajo y atada por los pies por el estrecho pozo, llevando entre sus manos un arnés para que se lo colocara al niño y así elevarlos juntos hasta la superficie.
Sin embargo, el intento fracasó cuando la nena sufrió un ataque de pánico y pidió volver. Tampoco se llegó a utilizar una excavadora para abrir un pozo paralelo, una opción que se contemplaba en esas angustiantes horas.
En ese tiempo, Juan Carlos Caleri, por entonces jefe de la Policía, estuvo en el lugar supervisando las tareas y fue la autoridad que mantuvo un constante diálogo con los medios periodísticos que, por la hora, extendieron los cierres en busca no sólo de la información sino de una buena noticia.
La esperanza de un rescate exitoso se mantuvo mientras se escuchaba desde la profundidad de la tierra el reclamo del pequeño Leonel. Pero ese tiempo también se agotó cuando el silencio se hizo total y la cámara que se había introducido al orificio mostró que el pequeño, casi tapado por el agua, ya no se movía.
El reloj marcaba las 0.30 de un nuevo día, que arrancaba con la peor noticia y sin el milagro esperado por la familia, vecinos y los efectivos que, con lágrimas no contenidas, comentaban lo ocurrido.
Recién cerca de las 2, el cuerpo de Leonel pudo ser rescatado por los bomberos y en una morguera fue llevado al Cuerpo Médico Forense. El informe de los peritos hizo referencia a que el pequeño había muerto por hipotermia.
Un par de semanas después, pero antes de que terminara el mes de marzo, el fiscal de instrucción Hernán Ríos, a cargo de la causa, calificó el hecho como una muerte doméstica, producto de un accidente. Pero cuatro años más tarde, la jueza civil María Paz Gallardo condenó al establecimiento El Pehual a pagar 250.000 pesos más los intereses a los padres del pequeño.
Mucho antes, los restos de Leonel fueron sepultados en un cementerio de la zona, casi en soledad.