Asustada, con una angustia que se mezcla con bronca y heridas que requirieron 20 puntos de sutura y le desfiguraron el rostro, además de dejarle sordo un oído. Así está Agustina Tramontana a casi una semana de que un hombre le reventara un vaso de vidrio en el bar donde trabaja en la calle Arístides Villanueva, de Ciudad. “Me he cansado de hablar con todo el mundo y ya no me hace bien recordar ese día”, se excusó penosa la joven de 21 años en una breve comunicación con Los Andes.
Agustina pasó de trabajar para sostener sus gastos a quedar encerrada en su casa con pánico y sin siquiera poder verse al espejo. “Tengo el rostro desfigurado y me duele hablar del tema”, expresó sobre el brutal ataque que sufrió en la madrugada del último martes en el bar Maldito Perro.
Pasadas las 3, las cámaras de seguridad registraron el momento en que Carlos Ramón Angulo (39) y José Luis Pericoli (35) estrellaron un vaso de vidrio cargado de ron con cola en el costado izquierdo de la cabeza de Agustina. Hoy los dos están imputados por lesiones graves dolosas.
El caso, que tuvo repercusión nacional, desnudó la otra cara de la popular calle de la Quinta Sección y en un recorrido de Los Andes, varios trabajadores contaron cómo es servir mesas en la noche mendocina.
“Eran tres hombres y uno de ellos fue el que se mandó todas las cagadas. Primero le dijo cosas obscenas, después, cuando bajaron para irse, intentó robarse uno de los posnet y la última que se mandó fue lo del vaso”, explicó Agustín, bartender en el local donde ocurrió el ataque.
El chico de 22 años se mostró invadido por la bronca mientras recordaba que él la levantó del piso y la abrazó para contenerla, mientras la sangre de Agustina no paraba de correr. “No pude hacer nada para frenarle el brazo al tipo, pero vi que la miró a los ojos a mi compañera, la midió y le estalló el vaso. Fue con intención, aun viéndola que es chica”, sentenció.
Acoso permanente
“Todos los días hay acoso. Generalmente son señores grandes, de entre 50 y 60 años. No siempre borrachos, a veces apenas llegan me dicen cosas como: ‘Quiero una rubia como vos’. Yo trato de hacer oídos sordos para que no me afecte”, contó Candela, mesera de la cervecería Beerlin.
En su mayoría, los trabajadores de los bares son jóvenes de la misma edad que llegan a trabajar al mayor polo gastronómico de la Ciudad para pagarse la universidad, ayudar a sus familias o costear algún gusto. Eso hace que sean unidos a la hora de enfrentar situaciones de alerta.
“Cuando están pasados de alcohol directamente le pido a algún compañero que me cambie las mesas o hablo con el encargado para que me cambie de sector”, agregó la mesera mientras su compañero varón la escuchaba y asentía con la cabeza.
Otras trabajadoras coincidieron en que los acosos más intensos son por parte de los turistas que llegan a Mendoza. “Los extranjeros, mayormente los gringos, son los más acosadores. A veces hemos sentido miedo con los que se ponen muy pesados”, reveló Sol, recepcionista de Maldito Perro. “Es tan frecuente el acoso, que ya es como que lo hemos normalizado y ninguna hace la denuncia porque son muchos casos por noche”, recalcó.
Constanza y Paula son mozas en un restaurante y también remarcaron que sufren muchas situaciones incómodas con clientes mayores de 50 años y con extranjeros. “Una vez estaba atendiendo una mesa y un hombre se paró y pasó por detrás rozándome la cola con su cuerpo”, recordó una de ellas, mientras tragaba saliva y apretaba los labios por ese momento puntual que le generó mucho daño.
Daiana lleva 13 años trabajando de moza en el conocido bar Basilika. Su caso es atípico porque la mayoría de los jóvenes duran muy poco en el rubro. “Creo que el acoso ha bajado mucho a lo que era antes gracias a toda la movida del feminismo, pero igual sigue pasando y en esos casos no sabés qué contestarles. Te da mucha bronca que crean que pueden hacer con vos lo que quieran”, aseguró con un tono cargado de seguridad en sí misma, que se respalda en que los años le han enseñado a frenar a los acosadores a tiempo.
Sin embargo, Daiana explicó que muchas veces las meseras sufren maltratos por parte de clientas. “Ha pasado que muchas mujeres suelen tratarnos muy mal, por lo general cuando vienen con la pareja porque sienten celos”, reveló mientras que sus compañeras de trabajo que estaban detrás de ella armando las mesas coincidían en ese tipo de destrato. Algunas lo recordaron entre risas y otras, con indignación.
Maltratos y disturbios: ¿quién ayuda?
El ataque que sufrió Agustina es de lo único que se habló por estos días en la concurrida arteria mendocina. Las meseras no podían evitar ponerse en su lugar ya que ellas también han salido detrás de los clientes a reclamar que paguen la cuenta o no se lleven la vajilla, o a defender a compañeros hostigados, sin pensar en las consecuencias.
“Una mesa es mucha plata y, si se van sin pagar, te lo descuentan. Entonces vos salís a buscarlos para que te paguen. La verdad es que yo hasta este momento jamás había pensado que alguien se podía dar vuelta y golpearte con un vaso. Ahora sí lo voy a pensar dos veces”, admitió Daiana, acongojada al reflexionar sobre la cantidad de veces que estuvo expuesta al peligro.
Cualquier persona que haya ido, aunque sea una vez, a la calle Arístides se ha percatado de que, tanto los móviles policiales como las unidades del Cuerpo de Preventores de la Ciudad, pasan de manera continua patrullando la zona. Sin embargo, el personal entrevistado en los bares sostuvo que nadie los ayuda.
“Varias veces hemos llamado a la Policía pero no vienen y los preventores no sé qué hacen. Entonces hemos optado por cuidarnos entre nosotros. Muchos hechos no se denuncian, pero viernes y sábados hay muchísimas peleas de borrachos. Pero nunca había pasado algo como lo de Agustina. Nunca en mis años de moza he visto ni me he enterado de que le peguen a una moza. Sí insultos y enojos, pero nunca a ese nivel de agresión”, confió una moza de Bar Latina.
Desde la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza anunciaron a Los Andes que a partir de ahora habrá patrullajes de preventores a pie en las veredas y remarcaron que cualquier ciudadano les puede pedir ayuda. “Los preventores patrullan las 24 horas por la calle Arístides y sus alrededores. Aunque no tienen el poder de un policía, tienen la función de auxiliar al ciudadano para regular y persuadir la presencia de algún elemento de inseguridad o disturbio”, destacaron desde la comuna.
Luego informaron que la Ciudad tiene herramientas, tanto desde la prevención como por el acoso callejero, a través de “Ojos en alerta” y “Ciudad libre de acoso”, dos programas en los que se prepara a vecinos, encargados y propietarios de locales, entre otros, para que alerten a los preventores y ellos avisen a la Policía, de ser necesario.
Por su parte, desde el Ministerio de Seguridad, al ser consultados por este medio, se negaron a dar especificaciones de las tareas preventivas y operativas realizadas en la concurrida calle.